Entrevista con Muhamed Mesic, políglota, catedrático y abogado bosnio de 23 años.
› Por Mercedes López San Miguel
Muhamed Mesic tiene 23 años y habla 25 idiomas. Además, es profesor de Derecho Penal y experto en genocidios. Todo eso aprendió Mesic: estudiar diferentes lenguas, pese a padecer una de las más feroces guerras de destrucción de los últimos tiempos. Cuando cuenta la tragedia de su vida, sus ojos celestes se opacan. “Empezó la guerra cuando tenía ocho y terminó cuando tenía 11. En el medio perdí a mi madre. Nací en una paz relativa y crecí en una comunidad de guerra, llena de muerte y sufrimiento.” Mesic, catedrático de la Universidad de Sarajevo, fue invitado para hablar de Bosnia por la Universidad de Tres de Febrero, donde tuvo lugar esta semana el segundo Congreso sobre Prácticas Genocidas, con la participación de reconocidos expertos de distintas partes del mundo.
–¿Qué legado dejó el conflicto en Bosnia?
–Fue una guerra cuya finalidad era destruir el corazón más mezclado de lo que era la entidad yugoslava, una sociedad relativamente feliz que funcionaba. Tras la caída del comunismo se despertaron viejas tendencias de dominación, movimientos de tradición fascista. Sobre todo en el pueblo serbio existía ese odio mitológico a los turcos. Tomó el poder el dictador Slobodan Milosevic, quien llevó ese odio a una guerra, a una campaña de asesinatos. La mayoría de la población serbia lo apoyó como líder de masas. Desde el año ’41 fue creciendo un movimiento que apoyaba la idea muy peligrosa de que el Estado en el que viven los serbios tiene que ser totalmente serbio, a cualquier precio. El proceso de los asesinatos en masa –“limpieza étnica” como lo llamaron– de croatas y bosnios musulmanes fue un genocidio. En Bosnia hubo un genocidio de unas 200 mil personas y la comunidad internacional no intervino para ayudar.
–¿Cómo murió su madre?
–Mi familia tiene orígenes judíos y tuvo experiencia con el Holocausto. Cincuenta años después volvió a suceder. Mi madre fue asesinada junto a un grupo de gente que esperaba para poder comprar pan en una panadería en la ciudad de Tuzla. Fue un asesinato indiscriminado de civiles. El problema es que en las ciudades que estaban bajo control de las fuerzas de gobierno bosnio, la mayoría eran musulmanas, pero había una composición multiétnica, por ejemplo en Tuzla y Sarajevo. Todas eran cercadas por las tropas serbias y debían matar el mayor número de personas. Así mataron a gente de distintas identidades. Una de mis peores experiencias con la muerte fue mientras jugaba fútbol: cayó una bomba desde el cielo y mató a mi amigo. Era una bomba serbia y mi amigo era serbio, pero estaba jugando al fútbol con nosotros. El genocidio en Bosnia fue contra la comunidad, contra la identidad común de los bosnios; mayormente, contra los musulmanes y los híbridos.
–¿Por qué persiste la segregación?
–La única manera de terminar la guerra era imponiendo una Constitución que instale un sistema de segregación entre tres grupos étnicos: los bosnios (musulmanes), los croatas (bosnios católicos) y los serbios (bosnios ortodoxos). Cada grupo tiene un número de representantes igual en el Parlamento y hay tres presidentes al mismo tiempo. El presidente principal que representa a Bosnia es elegido cada ocho meses. Los tres nunca se ponen de acuerdo. Y no hay justicia. En Srebrenica asesinaron a 8200 bosnios musulmanes y todavía hoy en las fuerzas de la policía locales trabajan los mismos efectivos que participaron en los asesinatos. Impunidad total.
–¿Cómo se recupera esa sociedad del genocidio?
–Es importante ver otras experiencias. Por ejemplo, la experiencia de la Argentina, que pasó de una impunidad relativa a una conciencia de lo que pasó. La memoria colectiva de un genocidio es un proyecto para todas las naciones. Hay dos ideas posibles: hacer como en Sudáfrica, una comisión de Verdad y Reconciliación para hacer un libro. Otra, que es a la que adhiero, es el trabajo de identificación de víctimas de parte de un grupo de antropólogos que buscan las fosas comunes, identifican los restos y ayudan a las familias a enterrarlos. El problema en Bosnia es que hay mucha gente que aún dice que “la verdad duele”.
–¿Se ha sabido la verdad del genocidio?
–Cuando hablo con serbios en Serbia y serbios en Bosnia, ellos dicen que el único motivo de buscar una fosa común es para “demonizar” a los serbios.
–Existe el Tribunal Especial de Justicia para la ex Yugoslavia y la Corte Internacional de La Haya. ¿Se avanzó en los procesos judiciales?
–Hay tres instancias. Una es la Corte Internacional de Justicia. Hubo un proceso entre Bosnia y Yugoslavia y la Corte, que es un texto bien escrito pero que no sirve a la Justicia. Para la Corte hubo genocidio en Srebrenica solamente. El otro es el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, cuyo trabajo es procesar individuos y darles sentencia, pero que también tienen muchísimas fallas. También ahí existen muy buenas evidencias de lo que pasó en Yugoslavia. Dice que es un conflicto internacional, que se trata de un ataque de la República Serbia contra la República de Bosnia-Herzegovina. La tercera instancia son las Cortes nacionales, pero aún están segregadas de manera étnica.
–Hoy en día hay rebrotes de xenofobia en Europa. ¿No se aprendió la lección?
–Se abrió un agujero en Bosnia y a Europa no le importó. Todavía no hay una definitiva condena contra el fascismo. Ahora estamos viendo que hay miedo en la población y el resurgimiento de partidos de extrema derecha. Europa no aprendió nada de la lección de Bosnia.
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