Dom 02.12.2007

EL MUNDO  › ESCENARIO

Piedad

› Por Santiago O’Donnell

El Hotel Meliá de Caracas, histórico reducto del antichavismo, ya no lo es tanto. Hoy las remeras rojas salpican sus lujosos salones y descienden de sus escaleras de bronce y mármol. Algunas llevan la cara del presidente venezolano, otras el cocodrilo de Lacoste. Hasta la petrolera estatal Pdvsa tiene su escritorio individual en el lobby, para que sus líderes no tengan que hacer cola como los demás. También paran ahí destacadas figuras del mundo internacional cercanas al chavismo, como la senadora colombiana Piedad Córdoba, mediadora hasta hace una semana entre la guerrilla y el gobierno de ese país, y Yolanda y Astrid Betancourt, hermana y madre de la secuestrada más famosa de las FARC.

“Espérame un momentito que voy al baño y cuando vuelvo le hago un anuncio al mundo”, dijo después de almorzar. Venía de reunirse con el canciller venezolano Nicolás Maduro. Tres días antes el presidente colombiano Alvaro Uribe y miembros del Congreso la acusaron de traición a la patria y concierto para delinquir. Los para la amenazan de muerte casi todos los días y entra y sale del país, siempre parando en distintos lugares. “Pido que se me permita consultar al presidente Chávez para que podamos seguir adelante con la mediación hasta el 31 de diciembre, para poder reunirnos con (el líder de las FARC Manuel) Marulanda y lograr en esa reunión la libertad de un grupo de rehenes o retenidos.” Y después se sentó a tomar un café.

Piedad Córdoba, divorciada, cuatro hijos, piel morena, curvas, boina africana, anillos como Mirtha Legrand, sonrisa sincera, parece convencida de que el canje humanitario es posible y que Uribe lo impide. Dice que los hechos demostraron que la guerrilla actuó de buena fe, que Uribe pateó el tablero por una estupidez cuando el desenlace era inminente, y que no piensa darse por vencida. No está sola. En su mesa compartió el buffet froid con Astrid y Yolanda Betancourt y la esposa de otro senador secuestrado que aparece en uno de los videos que interceptó la policía colombiana cuando iban camino a Caracas. Piedad Córdoba estuvo secuestrada quince días por los paramilitares en 1999. Esa vez, su amiga y entonces senadora Ingrid Betancourt intercedió para que no la ejecutaran.

Piedad Córdoba tiene una libretita negra de lomo cuadrado donde tiene anotado todo lo que sucedió en la mediación, día a día, desde las reuniones en Estados Unidos para evitar la condena contra el líder guerrillero Trinidad para canjearlo por tres norteamericanos, hasta las preparaciones para llevar las pruebas de vida a la reunión la semana pasada con Sarcozy. Y sacando la libretita muestra que la semana anterior a la reunión con el presidente francés ya tenía sospechas de que Uribe podría haber interceptado las pruebas de vida para aguar la reunión. “Agarraron a dos chiquillas que no eran nadie, mensajeras, y no descarto que pudo haber sido antes de la reunión. Fíjate lo que escribí.” La carta de Ingrid Betancourt a su familia, agrega la senadora, fue escrita el 24 de octubre, por lo que las pruebas de vida fueron tomadas hace más de un mes. “Nosotros quedamos desairados porque no pudimos presentar las pruebas de vida en la reunión con Sarkozy.”

Mientras recorre distintas citas en la libretita, es difícil no tomar nota del teléfono del famoso general Montoya, jefe de las fuerzas armadas colombianas. Una llamada de Pilar Córdoba fue la razón oficial que dio el gobierno colombiano para dar por terminada la mediación. La senadora había llamado al general para concertar una reunión desde el avión presidencial venezolano. Chávez le pidió el teléfono para saludarlo y aprovechó para preguntarle, de militar a militar, cuántos soldados tenía capturados las FARC. Para Uribe, fue una intromisión inaceptable en los asuntos internos colombianos. Después de eso Chávez y Uribe se dijeron de todo.

En la libretita de Pilar Córdoba, arriba y abajo del nombre y el teléfono del general Montoya, aparecen nombres y teléfonos de dos empresarios de medios, un obispo, un ex jefe de las fuerzas armadas, un sacerdote, un diputado, un senador y el procurador general. “Hace 15 días me fui a Medellín para reunirme con Samper, el ex presidente, y él me dijo que tenía que hablar con distintos sectores, porque Uribe quería tumbar la mediación. Yo sabía cuáles eran los (puntos) irreductibles de Uribe y nunca toqué ninguno. Y sabía que uno de esos irreductibles era la aprobación de las fuerzas armadas, por eso le dije a Montoya que quería hablar y él, muy amable, me dio una cita para el día siguiente a las cinco y media de la tarde.”

Consultada al respecto, la senadora dijo que sí, que tiene miedo de que la maten después de lo que dijo el presidente en el Congreso. “En Colombia hay dos clases de miedo. Está el miedo de la gente a los cambios de los que le venden un modelo de supuesto orden y seguridad. Y está el miedo personal de los que defendemos los derechos humanos porque nos etiquetan de terroristas aunque estoy en contra de la lucha armada. Yo estoy casi segura de que en la brevedad me pueden matar. Sufro el apartamiento de amistades que no pueden estar cerca por temor a ponerse en riesgo. Ayer fui a un negocio en Bogotá y me dijeron “comprá rápido porque vas a traer una bomba”. Astrid Betancourt tiene la cara curtida por mil batallas y sólo suelta una sonrisa cuando recuerda a su entrañable amiga Gabriela Arias Uriburu, otra luchadora. Va directo al grano. Pide a Kirchner que interceda con Uribe para revivir la mediación. “Yo quisiera pedirle al gobierno argentino, que siempre estuvo con nosotros, que se preocupe por el aspecto humanitario de lo que está sucediendo en nuestro país después de que el presidente Uribe puso un abrupto fin a la mediación.”

Yolanda, la madre de Ingrid, se deshace en elogios para el canciller argentino Jorge Taiana, con quien coincidió en Guatemala cuando eran embajadores de sus respectivos países. También habla maravillas de Chávez y de Pilar Córdoba, a quien defiende como una hija. Se deshace en elogios para Sarkozy –“Ojalá Uribe fuera de esa clase de derecha”– y para el pueblo francés: “En una noche helada dos mil quinientas personas vinieron a darnos ánimo en el baile de la solidaridad. Nunca lo olvidaré”. Al fiscal colombiano no le perdona haber filtrado la carta de doce carillas que Ingrid le había escrito a su familia. “Cuando fui a buscar la carta a la fiscalía ni siguieron me dieron la original, sino una copia borrosa”. ¿Qué le diría a Ingrid? “Que recibir su carta me llegó al alma. Que la hemos leído con Astrid y toda la familia párrafo a párrafo, tratando de absorber el sentimiento profundo, en cada frase. El dolor que muestra, su honestidad, el amor profundo que nos transmite, y que seguiremos luchando hasta que volvamos a tenerla con nosotros, y que siempre me acuerdo de ella.” Sus ojos se cargaron de lágrimas y no pudo decir más.

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