EL MUNDO › EL DICTADOR PAQUISTANI DEFENDIO SU GESTION
› Por Andrew Buncombe *
Desde Islamabad
La ofensiva del encanto comenzó con té y torta servido en la porcelana presidencial y continuó cuando Pervez Musharraf les dio una cálida bienvenida a los periodistas que había invitado a presenciar su emisión semanal al pueblo de Pakistán. Finalizó cuando le hicieron la primera pregunta. ¿Como puede Pakistán hacer una transición pacífica hacia la democracia después del asesinato de Benazir Bhutto, cuando mucha gente en el país cree que él tiene sangre en las manos? Musharraf se acomodó su traje negro. “Francamente considero que responder esa pregunta me deshonra”, dijo el presidente. “No soy feudal. No soy tribal. Fui criado en una familia muy bien educada y civilizada que cree en valores. Mi familia no cree en los asesinatos, la intriga. Eso es todo lo que quiero decir.”
Una semana después del asesinato de Bhutto, Musharraf invitó a los medios internacionales a presenciar junto con el público su emisión semanal, Desde la casa del presidente. Hablando en su residencia oficial en Islamabad, dijo que quería “interactuar” con los periodistas internacionales, aunque raramente estaba de acuerdo con lo que escribían sobre él. Fue una extraña sesión de hora y media de preguntas y respuestas. Admitió que no estaba totalmente feliz con la investigación sobre la muerte de Bhutto y que era por eso que había invitado a los detectives británicos para que asistieran a la investigación. En algún momento acusó repetidamente a los medios extranjeros de no entender su país y de tratar de exportar ideas y valores occidentales.
Se refirió repetidamente al presente conflicto del gobierno con los militantes, a quienes culpó de la muerte de Bhutto. “Por favor, entiendan a Pakistán”, dijo. “Este es un país diferente de los de ustedes.” Cuando se le preguntó si el gobierno le había brindado a Bhutto la adecuada seguridad, Musharraf trató que descargar la culpa sobre ella y sobre otros miembros de su Partido del Pueblo de Pakistán (PPP). Había sido su decisión la de pararse en medio del techo corredizo de su automóvil blindado, dijo. También había elegido al jefe de policía que quiso para hacerse cargo de su seguridad. ¿Por qué iba el gobierno a culparse por ello?
Uno se queda pensando por qué Musharraf parecía tan desesperado por explicarse ante el mundo. Quizás una clave sea la de su exhortación final a los medios. “Por favor, no soy un fraude. No soy mentiroso.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux