Dom 06.01.2008

EL MUNDO  › EN EL 2004 CANCILLERIA NEGOCIO UNA PRUEBA DE VIDA CON LAS FARC

La mediación secreta tampoco sirvió

› Por Martín Piqué

La reunión fue en el bar del hotel Argenta Tower, en Juncal al 800, a la vuelta de la Cancillería. Eran cuatro personas. El lugar había sido elegido por su cercanía con el Ministerio de Relaciones Exteriores. De un lado estaban el jefe de Gabinete de la Cancillería, Eduardo Valdés, y el subsecretario de Integración Económica, Eduardo Sigal. Del otro se sentaron dos miembros del Partido Comunista que bordeaban los setenta años. Los dos habían militado en el PCA desde los tiempos de Vittorio Codovila. De tanto participar en los congresos internacionales habían logrado construir una relación de confianza con Manuel Marulanda Vélez, fundador de las FARC. Aquella reunión secreta se realizó en julio de 2004, hasta ahora no había trascendido a la prensa. Fue la primera aproximación del gobierno de Néstor Kirchner a la situación de la franco-colombiana Ingrid Betancourt, quien ya era rehén de la guerrilla.

El objetivo era modesto. Se buscaba una prueba de vida. La mediación fracasó por las exigencias de Marulanda y por el secuestro en Venezuela del canciller de las FARC, Rodrigo Granda, a fines de 2004.

Aquella reunión no fue la única. Hubo otras, siempre en lugares públicos, en las que participaron colombianos que no tenían ninguna acusación judicial en su país. En la saga de encuentros el único que tuvo asistencia perfecta fue Sigal. Ex secretario general de la Federación Juvenil Comunista (FJC), su rol era central en las negociaciones. Durante su paso por las filas del PC, Sigal había llegado a conocer a Raúl Reyes, el Nº 2 de las FARC. Al igual que Marulanda, Reyes provenía del Partido Comunista colombiano. Un mes y medio antes de los contactos, el entonces canciller Rafael Bielsa había viajado a Bogotá. Era mayo de 2004.

En aquel viaje Bielsa conoció a la madre de Betancourt, Yolanda Pulecio, y a su hermana Astrid. La reunión fue en la residencia del embajador argentino en Colombia, el general (RE) Martín Balza. Durante la conversación, los familiares de Betancourt le dijeron a Bielsa que hacía mucho tiempo que no sabían nada de Ingrid y que necesitaban una prueba de vida. Y pidieron que la Argentina intercediera en el caso. Betancourt había sido secuestrada por las FARC el 23 de febrero de 2002 mientras hacía campaña para las presidenciales. Bielsa contestó que iba a estudiar el caso. A su regreso a Buenos Aires habló con Sigal y, con reserva y cuidado, comenzó la saga de contactos. “Operativo de Aproximación Sucesiva”, la bautizaron en Cancillería.

Los veteranos militantes del PCA funcionaron como nexo entre Sigal y los colombianos. Al inicio de las negociaciones, el funcionario aclaró que actuaba en condición de dirigente político (es presidente del Frente Grande) y no como funcionario. Pero en cada paso de la negociación le informaba a Bielsa. También Néstor Kirchner estaba al tanto de los contactos. Bielsa había sugerido que las FARC grabaran un video con Ingrid hablando a cámara y dirigiéndose al canciller de la Argentina. El entonces ministro hizo saber que estaba dispuesto a viajar a la selva. Quería establecer “contacto directo” con la rehén de la guerrilla.

Los negociadores de las FARC dijeron que para que hubiera una prueba de vida la delegación argentina primero debería entrevistarse con Marulanda en la selva, volver a Buenos Aires y difundir un mensaje del jefe de las FARC. Una vez cumplida la solicitud, la comitiva argentina debía viajar de nuevo a Colombia y entrar otra vez a la selva. Recién entonces recibirían la prueba de vida que reclamaba la familia de Ingrid. Las gestiones no sólo eran conocidas por Kirchner. El embajador Balza había consultado a Uribe y la respuesta en aquel momento habría sido favorable (aunque algunos tenían dudas). Y Bielsa también había informado a su par francés de esos años, Dominique de Villepin. La liberación de Ingrid ya se había convertido en una cruzada internacional.

La guerrilla colombiana también tenía expectativas centradas en las reuniones secretas de Buenos Aires. Los emisarios de las FARC habían comenzado a sondear a los gobiernos de la región para evaluar un eventual acuerdo de paz inspirado en el fin de las hostilidades en El Salvador. Brasil se había mostrado permeable. Pero las negociaciones no se estancaron en los tironeos por la prueba de vida. Y en diciembre de 2004, tras la detención de Granda en Caracas y su traslado a Colombia, los guerrilleros dejaron de viajar a Buenos Aires para no correr la misma suerte. La primera mediación argentina había fracasado.

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