Ambas partes definieron una agenda para desarrollar: la distribución de la renta del gas, las reformas a la Constitución, la administración de los desastres naturales y los estatutos autonómicos.
› Por Pablo Ortiz
desde La Paz
Hay diálogo en La Paz, pero costará mucho que salga humo blanco de la reunión entre Evo Morales y los nueve gobernadores de las provincias bolivianas. A las 19.10 de anoche, el salón de festejos del Palacio Quemado se transformó en el espacio en el que por primera vez en un año las principales autoridades bolivianas se sientan en una misma mesa para tratar de acercar sus posiciones que han generado violencia y zozobra en los últimos meses. La jornada de ayer sirvió para instalar un proceso de negociación sobre cuatro puntos: la distribución de los recursos del Impuesto Directo de los Hidrocarburos, las reformas de la nueva Constitución, la administración de los desastres naturales y los estatutos autonómicos. Los temas están unidos por un mismo cordón umbilical, que es el control de los recursos económicos en todo el país y la cantidad de poder que se desconcentrará en Bolivia si la nueva Constitución Política del Estado entre en vigencia tras un referéndum.
Se temía que el encuentro estuviera dominado por cruces verbales entre Morales y los gobernadores, pero buena parte de la reunión transcurrió en paz. A ello contribuyó el desarme verbal al que invitó Morales cuando inauguró el encuentro. En lugar de atacar a los gobernadores, comenzó hablando de los logros y fracaso de sus casi dos año de gestión. Admitió, por ejemplo, que el crecimiento es un ítem deficitario, ya que ronda en un cuatro por ciento, cuando la inflación anual llega casi al 12 por ciento. También recordó que las reservas internacionales han crecido de 1.700 millones de dólares en 2005 a 5400 millones en diciembre de 2007. Además anunció que la inversión pública superará por primera vez los 1.000 millones de dólares y que la inversión extranjera habrá una cifra similar, algo que duplicará incluso a lo invertido en épocas de las privatizaciones.
Fue en ese momento que pidió a los gobernadores “dignificar al país” y unirse como si fueran un equipo para erradicar el racismo, lograr mayor crecimiento y pacificar las regiones para permitir que todas las autoridades puedan llegar a trabajar en todas las regiones, garantizando la unidad del país. Luego les tocó el turno de hablar a los gobernadores. El primero en hacer uso de la palabra fue el de Santa Cruz. Rubén Costas le pidió al presidente de que deje hablar de división del país y de racismo, porque no estaba en debate y nunca lo estuvo. Pidió que se sancione legalmente a cualquier grupo que esté alentando este tema y pidió asumir la agenda de temas propuestas por los gobernadores. Con algunos matices, coincidieron los gobernadores de Beni, Pando, Cochabamba y Tarija, que conforman la llamada Media Luna. No sucedió lo mismo con las autoridades de Oruro, Potosí y Chuquisaca, que son parte del partido de Gobierno, aceptan la nueva Constitución Política del Estado aprobada el 11 de diciembre en Oruro y no comparten el modelo autonómico planteado por la media luna. También instaron a sus colegas opositores a buscar otras fuentes de financiación distinta al IDH, ya que consideran que es posible hacerlo.
El único que rompió el clima de serenidad que hubo en el encuentro fue el representante paceño, José Luis Paredes, que cargó contra Morales recordándole que su provincia le dio la victoria electoral, pero consideraba que no había sido suficientemente atendida por su Gobierno. Ahí tuvo que intervenir el vicepresidente, Alvaro García Linera, que aseguró y mencionó proyectos que demuestran que el Gobierno si se encarga de La Paz y fue duro con Paredes al demostrar que no se quejó de que, por ejemplo, existen injusticias en la repartición del IDH, que hacen que los habitantes de su provincia reciban menos del 5 por ciento de lo que perciben los de Pando.
Sin embargo, García Linera prefirió ahondar en lo positivo. Ratificó que no existen dos visiones de país en Bolivia, que no hay dos proyectos confrontados entre el gobierno y los gobernadores, sino que hay puntos comunes que unen a todos. Con ello, el diálogo está instalado y no parece que vaya a ser corto y fácil, pero al menos las autoridades ya se decidieron a arreglar sus diferencias en una mesa y no en las calles.
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