Luiz Inácio Lula da Silva llegó a La Habana con una pesada agenda económica bajo el brazo, pero también con una misión especial. Como lo hicieron sus pares Hugo Chávez y Evo Morales, el presidente brasileño ansiaba una reunión, tal vez la última de su mandato, con el líder máximo de la isla, Fidel Castro. Hasta último momento, la comitiva de Lula no se animaba a confirmar si los médicos del veterano dirigente cubano le permitirían recibir a su viejo amigo. Pero anoche, en medio del hermetismo que caracterizó la enfermedad y la recuperación de Castro, Lula pudo visitar a Castro. Al cierre de esta edición, el presidente brasileño no había hecho declaraciones, aunque horas antes había dejado en claro que su amistad con el histórico líder seguía viva. “Soy parte de la generación que admiró a la Revolución Cubana”, dijo a los periodistas.

La visita de Lula comenzó con una cena informal en la noche del lunes en el Palacio de la Revolución. Durante casi una hora y media intercambiaron apreciaciones sobre la actualidad cubana y brasileña y terminaron de afinar los detalles para los acuerdos que firmarían al día siguiente. Después de ese primer encuentro, empezó la verdadera agenda. A las 9 de la mañana (hora local) Lula desayunó con el presidente del Congreso cubano, Ricardo Alarcón, y más tarde tuvo una reunión formal con el presidente interino, Raúl Castro.

Los frutos de estos encuentros seguramente marcarán una nueva etapa para los dos gobiernos. Como dijo el canciller brasileño, Celso Amorim, en Guatemala el lunes, lo que le estaba faltando a la relación bilateral era “densidad económica”. Lula y Fidel Castro siempre mantuvieron un excelente vínculo político, aunque el intercambio comercial con la isla apenas asciende a 600 millones de dólares anuales. Ayer, el presidente brasileño comprometió un portafolio de inversiones y préstamos de al menos mil millones de dólares.

El compromiso más importante fue el firmado entre Petrobras y la empresa petrolera cubana, Cupet. Se trata de un acuerdo marco para explorar y explotar petróleo en la jurisdicción cubana de las aguas profundas del Golfo de México –aledañas a los principales yacimientos off shore mexicanos–. Por ahora es sólo una carta de entendimiento que, probablemente, será profundizada en febrero próximo cuando una delegación de Petrobras llegue a la isla para analizar los primeros datos. “Estamos empezando los análisis sísmicos, para después empezar la actividad perforación. Por el momento estamos terminando la adquisición de datos sísmicos, estudiándolos”, explicó el presidente de Petrobras, José Sérgio Gabrielli. La comitiva brasileña también adelantó que se empezaron negociaciones para una posible empresa mixta entre las dos empresas petroleras.

Mientras los proyectos petroleros toman forma, el presidente brasileño comprometió la mayoría de la partida a la compra de alimentos, la construcción de una fábrica de lubricantes de Petrobras e inversiones en infraestructura, principalmente rutas y caminos. En el primer caso, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bandes) –la mayor institución de fomento de América– concederá millonarios préstamos a la isla para luego comprar alimentos a las empresas brasileñas.

El resto de los acuerdos incluyeron a la expandida industria hotelera y a dos fuertes de la isla, los medicamentos y la biotecnología. Para demostrar su interés, Lula visitó la Academia de Biotecnología y la Escuela Cubana de Medicina, centro de formación de miles de profesionales latinoamericanos, incluidos jóvenes brasileños. La visita no fue casual. En Brasil el Colegio de Médicos se niega a reconocer el título cubano, una postura que el gobierno rechaza. Actualmente cerca de cien médicos brasileños formados en La Habana están excluidos de los hospitales, pero trabajan en los asentamientos del Movimiento de los Sin Tierra.