EL MUNDO › HABLA LA ESPOSA DEL CONGRESISTA SECUESTRADO POR LAS FARC QUE RECIBIO SU PRUEBA DE VIDA
Lucy de Gechem dijo a Página/12 que confiaba en la gestión de la presidenta argentina por la libertad de los rehenes colombianos. Su esposo, Jorge Eduardo Gechem, fue secuestrado por la guerrilla hace cinco años. El, quien dice estar muy enfermo, pidió que Fidel Castro y Hugo Chávez intercedan ante Uribe para que sea atendido en un hospital de Cuba.
› Por Katalina Vásquez Guzmán
desde Bogotá
Cansada y restregándose los ojos, Lucy de Gechem compartió con Página/12 las pruebas de vida de su esposo, Jorge Eduardo Gechem, secuestrado por las FARC hace más de cinco años. Las recibió anteanoche de manos de Consuelo González, quien fue liberada hace una semana en la selva colombiana y compartió durante años el horror del secuestro con Gechem en el mismo campamento. Lucy le pidió a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, “que nos apoye ahora más que antes”.
“Un secuestro es muy duro. Estar en prisión es muy demoledor. El tiempo no transcurre. Los días son amargos”, escribió el rehén para su esposa, quien, sentada y apretando las cartas que su marido le escribió desde el campo de prisión, recordó el momento en que el parlamentario perdió la libertad. Un avión comercial fue secuestrado por las FARC el 20 de febrero de 2002. Al aterrizar, en medio de una improvisada pista preparada días antes por los mismos guerrilleros, los 34 pasajeros bajaron de la aeronave, pero sólo uno de ellos no regresó a su casa: el congresista Jorge Eduardo Gechem, quien viajaba de Neiva a Bogotá a su habitual sesión semanal del Senado. El hecho provocó la ruptura del proceso de paz que el entonces gobierno de Andrés Pastrana desarrollaba con la guerrilla, así como la inmediata retoma armada por parte de la fuerza pública de la que fue la zona de distensión para los diálogos. Semanas antes, el dirigente guerrillero Monojojoy anunció que tomaría como rehenes a políticos colombianos para presionar el intercambio humanitario que aún hoy no se da, y que, hoy más que nunca, las familias, el pueblo colombiano y la comunidad internacional reclaman.
–¿Cómo esperó y recibió las pruebas de vida de su marido?
–Estaba muy ansiosa desde el primer momento en que supe que entregaron pruebas de mi esposo. El solo hecho de recibir la libertad de dos personas (Clara y Consuelo) nos levantó el espíritu, así como la noticia de Emmanuel. Ayer (por anteayer) por fin nos reunimos con Consuelo en el apartamento de su hija. Hubo un recibimiento muy efusivo y después de unas palabras ella nos entregó las cartas a cada quien. Las mías las traía en tres sobres. Uno con cinco fotos, desgarradoras por demás. En otro, venían tres cartas para mí y otra para el presidente Chávez. En el último venía una cartita para sus hijos mayores con una foto. Empezamos a leer las cartas con mucha tristeza. Vemos que la salud de Jorge Eduardo está por el suelo, que ya prácticamente él ve que se está muriendo en la selva y que no se ha logrado el objetivo del acuerdo. Nos anima la liberación de Clarita y Consuelo. En el fondo nos da una esperanza. Pero nos mortifica mucho saber que a ellos solamente les llegue la libertad con el acuerdo humanitario, que está muy lejos.
–¿Qué le dice su marido en las cartas?
–Me pide a gritos que no lo deje morir en la selva. Y plantea dos alternativas. El me dice que en medio de su tristeza ha pensado en que busque una cita con el presidente Fidel Castro y que tanto él como Chávez intercedan ante Uribe para que él sea llevado a un hospital de Cuba y allá le traten los problemas de salud, con la seguridad de que cuando él se recupere aceptaría una cárcel en Cuba en calidad de rehén político hasta que en Colombia se de el acuerdo humanitario. Eso me duelo mucho, que él tenga que pensar de esa forma, como si él hubiera hecho algo malo. De otro lado, dice que busque apoyo en Chávez, Sarkozy, Piedad Córdoba y la Iglesia para que el presidente Alvaro Uribe tome la decisión de intercambiar unos presos de las FARC por él y otros secuestrados. Obviamente, seguiré las instrucciones. Estoy ya buscando las citas que se requieren para empezar a transmitir lo que él ha enviado. Jorge Eduardo me dice también, con mucho énfasis, que él está haciendo esfuerzos sobrehumanos por sostenerse. Pero dice también que su vida se le está acabando, se le está yendo, y se le agotan las fuerzas para resistir.
–¿En el momento que observó las fotos y recorrió las líneas de las cartas qué pasó por su mente y su corazón?
–Me impacté muchísimo. Yo sabía que mi esposo no estaba de paseo, que está en la selva enjaulado permanentemente. Esperaba que estuviera delgado, desmejorado, pero no esperaba que tuviera tantísimas enfermedades tan graves.
Fragmento de la carta: “Lucy de mi vida, mi tema de salud tengo que plantearlo con mucha objetividad. He padecido muchas dolencias a los problemas cardíacos. Cinco fuertes ataques y dos más leves me han llevado a momentos críticos. Tomo dos pastillas diarias de cardioaspirina. Para la úlcera acentuada, en varias ocasiones sangrando, tomo dos pastillas de ranitidina. La columna vertebral, la lesión en el lumbar cuatro, es muy acentuada. El dolor diario es fuerte, tomo voltaren y diclofenaco. Me lleva a no moverme con facilidad. No me puedo agachar. No cargo nada. No puedo lavar mi ropa ni la cuchara. Tengo que, siempre, recoger agua y no puedo (hacerlo) fácil. (Tengo) el dolor de cabeza a raíz de un golpe cuando me llevaban en una hamaca y se resbalaron (los guerrilleros) atravesando un caño”.
–Esa mirada de mi esposo y su carita tan triste, sobre todo esa actitud sin esperanzas de vivir no me dejaron dormir. En lugar de haberme permitido un poquito de tranquilidad por saber que está vivo, me mortifica. Me duele el alma.
–¿Quién tiene la responsabilidad por el acuerdo humanitario?
–La tienen las dos partes. La mayor es de sus captores que fueron las FARC. Fue la guerrilla la que secuestró a mi esposo, pero ellos no tienen ley. No son constitucionales. Por eso la negociación la tenemos que hacer con el gobierno colombiano. Es él quien debe garantizar la libertad de sus ciudadanos. No hay que olvidar que a él, como político, lo secuestraron para presionar la salida de guerrilleros de las cárceles. Es más fácil hablar con los funcionarios y un presidente que debe velar por la seguridad nuestra y el cumplimiento de la Constitución. Tanto las FARC como el gobierno se deben sentar a dialogar. Mientras no haya un primer paso no habrá un resultado. Llevamos muchos años. En mi caso son seis, pero otros llevan diez años. Entonces el llamado es para las dos partes para buscar los mecanismos para lograr la libertad.
–¿De quién espera solidaridad para la lograr el proyecto de libertad que le pide su marido en las cartas?
–Quiero decirle a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien es una mujer sensible y solidaria y le ha dolido mucho el drama del secuestro en Colombia, que nos apoye ahora más que antes. Todas las luces que ella puede aportar, que las aporte. Que tenga la seguridad de que cada vez que un país nos apoye va a contribuir a que obtengamos la libertad de nuestros familiares secuestrados lo más pronto posible. Estoy convencida de que la doctora Cristina, al terminar su mandato, le va a presentar al mundo un gran resultado de su gestión por la libertad de los secuestrados colombianos.
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