Mitt Romney se impuso ayer en Michigan. El candidato mormón, como lo conocen la mayoría de los estadounidenses, se impuso en las primarias republicanas, una elección que a diferencia de las anteriores estuvo marcada por el bajo nivel de participación. Con menos del 30 por ciento escrutado, la cadena norteamericana CNN declaraba la victoria de Romney con un 39 por ciento de los votos, a nueve puntos porcentuales de John McCain. Las bajas temperaturas y la decisión de los demócratas de boicotear las primarias en ese estado desmotivaron a los votantes y le quitaron la adrenalina que habían marcado los comicios en Iowa y New Hampshire. A pesar del boicot, los partidarios demócratas votaron igual y, ante la ausencia de sus principales rivales, Hillary Clinton arrasó.

Anoche el bunker de Romney estalló en aplausos antes de lo esperado. No necesitaron esperar los discursos de los otros candidatos republicanos ni las largas horas de escrutinio que auguraban los analistas locales. Los seguidores del ex gobernador de Massachusetts pudieron cantar victoria antes de la medianoche. Romney contaba con ventaja. Fue uno de los que más gastó en su campaña y ya conocía el terreno. No sólo nació ahí hace 60 años, sino que su padre George Romney fue gobernador de ese estado. El resultado de ayer puso a los tres principales candidatos republicanos en igualdad de chances. Romney, Mccain y Mike Huckabee cuentan ahora con una victoria cada uno.

Sin embargo, el triunfo de ayer de Romney no tiene exactamente el mismo valor que el de las dos elecciones pasadas. Mientras los demócratas sancionaron al estado de Michigan quitándoles todos los delegados para la Convención Nacional que en agosto elige al candidato, el Partido Republicano decidió solamente otorgar la mitad de los delegados a quien gane la primaria. La condena de los dos partidos se debía a que las autoridades de Michigan programaron las elecciones en una fecha no permitida, según el cronograma nacional.

A los pocos minutos de conocerse las primeras proyecciones, Romney salió a festejar su triunfo. “Hace sólo una semana la victoria parecía imposible. Michigan votó y ganó. Esta noche ha quedado demostrado que no hay nada que los estadounidenses no puedan hacer. La de hoy (por el martes) es una victoria del optimismo sobre el pesimismo de Washington”, celebró. El candidato recordó sus promesas de reforzar la frontera sur, el sistema de salud, educación y seguridad social, y fortalecer a las Fuerzas Armadas.

El secretario de Estado de Michigan, Terri Land, dijo que 1,5 millón de los 7,1 millón de votantes registrados iría a votar. En comparación, la asistencia en Iowa y en New Hampshire fue enorme, en parte por el efecto electrificante del confrontamiento entre Hillary Clinton y Barack Obama. “No todos los candidatos demócratas están participando, de manera que esto provocó que algunas personas no quisieran participar, dijo Land.

La ausencia de una verdadera confrontación entre los demócratas –de los candidatos importantes, sólo Clinton dejó su nombre en las boletas de Michigan– prometía darle un impulso a McCain, que finalmente no se vio. Los votantes tenían la libertad de elegir hasta último minuto en la primaria de qué partido votar.

Una vez más, muchos votantes se mostraron vacilantes hasta el final. “Todavía tengo que pensarlo un poco”, dijo Kathy Radziwaniuk, de 53 años, una líder de equipo en la plante de autopartes de General Motors en Ypsilanti. Tanto ella como su marido, recientemente retirado de Chrysler, eran normalmente demócratas pero estaban considerando votar a un republicano. Cuál, todavía no lo sabía. Los tres candidatos republicanos hicieron su campaña en base a promesas de una pronta recuperación económica, algo importante para uno de los estados más afectados por el largo aletargamiento de la era Bush hijo.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère