Dom 20.01.2008

EL MUNDO  › ESCENARIO

Evoilusión

› Por Santiago O’Donnell

“Este momento es un momento casi feliz. El presidente abrió una instancia de diálogo muy amplia. Han salido propuestas. Van por la tercera reunión y hay una gran expectativa en el diálogo entre el presidente y los prefectos. Los prefectos toman posiciones y ceden. El presidente toma posiciones y cede. Se creó una comisión, pero no como las de Perón, sino una comisión que en quince días pueda sugerir a la Asamblea, dentro de un gran pacto político, que revea algunos artículos de la Constitución que aparentemente pueden tener contradicciones o alguna irregularidad legal.”

Al teléfono desde su oficina en Santa Cruz de la Sierra, Fabián Restivo, asesor del gobierno de Evo Morales. La cosa pinta bien, dice Restivo, y sobran motivos para creerle.

Pero ésta es la Bolivia de la ciclotimia. Hace un mes y medio, en el bar de enfrente a la redacción, el mismo Restivo advertía que se venía una ola de violencia y que sus compañeros habían sufrido un ataque con bombas molotov. Que Santa Cruz de la Sierra, donde él tiene su oficina, ya no era un lugar seguro para los militantes del oficialismo.

La cosa pintaba mal. Al verse en minoría, el principal partido opositor y sus aliados se habían retirado de la Asamblea de Sucre y la ciudad estaba convulsionada por una disputa con La Paz por la sede de la capital, un conflicto latente que ya había causado una guerra civil.

El 24 de noviembre, el MAS, el partido de Evo Morales, junto con otros diez partidos, incluyendo el populista MNR, había aprobado por mayoría la Constitución en una escuela militar de Sucre, donde se había recluido para resguardar la seguridad de los delegados.

No fue un día feliz. Afuera, columnas de opositores avanzaron contra la escuela con ánimo de interrumpir las sesiones y chocaron con la policía. Hubo tres muertos. La Asamblea se mudó a Oruro y dos semanas después terminó de aprobar la nueva Constitución artículo por artículo.

El 12 de diciembre, tres de las nueve prefecturas, o provincias, con Santa Cruz a la cabeza, aprobaban estatutos autonomistas. Por aclamación en cabildos multitudinarios, se arrogaron exclusivo control sobre sus recursos naturales, reparto de tierras, poder de policía, Justicia, Poder Ejecutivo, política de endeudamiento externo y convenios internacionales. Bolivia se partía en dos. ¿Qué pasó?

“Hubo una presión popular ciudadana –sigue Restivo– que hizo felizmente que las autoridades le dieran lectura: o nos cagamos a tiros y después nos sentamos a negociar, o negociamos antes de los tiros. Lo que pasó es que el presidente abre juego. El dijo ‘la Asamblea no se toca, la Renta Dignidad no se toca’. La renta dignidad es una jubilación de 250 bolivianos por mes, 35 dólares mensuales. En Bolivia es un plato de comida bueno por día. Eso salía del IDH, que es el Impuesto Directo a los Hidrocarburos, que viene de las nacionalizaciones. Por razones históricas, los prefectos dicen que el IDH les corresponde, que es como el famoso 11 por ciento para cada prefectura que desde los años ’50 rige el reparto de la renta minera. Desde hace dos semanas los prefectos tienen acceso al presupuesto nacional, y se está negociando la forma de pagar la Renta Dignidad sin quitarles dinero a las prefecturas. Los prefectos dicen ‘pagamos una parte de la Renta Dignidad, el Banco Central paga otra parte, y el resto se saca de otras partidas del presupuesto’.”

Parece un buen arreglo, si el resultado es una Constitución que dirima pleitos centenarios y que sirva de herramienta de transformación social. ¿Y la oposición, porqué abandona su actitud golpista y se sienta a negociar? “La oposición en la Asamblea –explica Restivo– la dirigía Podemos, el partido del Tuto Quiroga. Todo el tiempo trataba de meter temas que no tenían salida para frenar la Constitución. Por esa razón se han ganado la puteada de la población y la Asamblea avanzó sin ellos. Ahora la verdadera oposición no es Podemos, sino los prefectos de la Media Luna. Por eso la negociación no es con Podemos. Es con Beni, Pando y Santa Cruz. Yo creo que Rubén Costa (prefecto de Santa Cruz) está súper bien, es súper responsable. Avanza, pero sabe dónde ceder. Pero esto hubiera sido imposible si el presidente no hacía la lectura correcta.”

Restivo dice que hay buenas razones para ser optimistas, pero no hay que apurarse. “Lo que va a pasar es que va a haber arreglo, pero no va a ser fácil. Va a volver la presión, pero esto va llegar a buen puerto. Fijate qué interesante: las reuniones, salvo la segunda, fueron televisadas por el canal estatal. La gente en la calle está contenta, dice ‘que no salgan hasta que se arreglen’.”

Al teléfono desde La Paz, George Grey Molina también suena optimista. “Estamos en una segunda semana de negociaciones entre Evo Morales y los prefectos, dos semanas auspiciosas, de buena discusión sobre los tres temas más importantes: la aprobación de la Constitución, la aprobación de los estatutos autonómicos, y la redistribución del IDH. Hay bastante optimismo en la prensa, pero esto no se va a resolver en una semana o un mes, es la punta del iceberg de un montón de temas irresueltos.”

Hace seis meses, en la sede de las Naciones Unidas en Buenos Aires, Grey Molina, economista y antropólogo nacido en La Paz, auguraba que Bolivia empezaba a salir de su laberinto. Lo dijo en la presentación de un informe sobre desarrollo humano en Bolivia. Ahora Grey Molina dobla la apuesta y predice que Bolivia está en el umbral de un acuerdo histórico, de un nuevo modelo latinoamericano.

“El curso de la política boliviana –dice– es el curso de un experimentalismo latinoamericano. Demuestra que puede existir una izquierda viable, que lleve adelante un cambio social en el marco democrático. La tensión entre el cambio social y el respeto por las normas democráticas que hoy vivimos como una crisis la vamos a recordar como un cambio histórico significativo. Lo que estamos viviendo es la lucha por dos legitimidades, la de los estatutos autonómicos y la de la Constitución, que trae el recuerdo de los poderes duales que han dominado la historia boliviana, desde tiempos coloniales de la república de indios y la república de españoles. Ese poder dual derivó en dos tipos de legislación sobre la posesión de tierras y territorios que no pudieron conciliarse. Por un lado la legislación indígena popular y por el otro los estatutos económicos, que son de otro tinte ideológico. La única manera de trascender el poder dual es con cambio social en democracia. Yo creo que estamos en eso.”

Para el cambio social el acuerdo político es imprescindible pero no suficiente, advierte Grey Molina. También hay que transformar la economía.

“La mayoría de los bolivianos quiere una mayor participación estatal en la economía. Eso no está en discusión. Un 80 por ciento de la población apoya esa postura. Pero seguimos muy dependientes del gas. No veo un cambio de modelo económico. Seguimos estancados, con una economía que basa su competitividad en la monoproducción y la mano de obra barata. Para tener una economía social tenemos que incorporar a otros actores para que sirvan de motores de generación de empleo calificado. Apostar a lo verde, al biocomercio, al ecoturismo, a subir los niveles laborales. La industria de la explotación de gas tiene muy pocos actores y esto no es nuevo, ni es de este gobierno: pasó en el siglo XIX con la plata y en el siglo XX con el estaño.”

Pero ninguna deuda pendiente opaca lo que ya hizo Evo Morales. Para Grey Molina, más que un presidente, Morales es un símbolo, un emergente de la clase media popular no burguesa que surgió en las grandes ciudades en los últimos 20 años. Son los operarios, sindicalistas, empleados estatales, estudiantes, pequeños comerciantes, hijos de inmigrantes y nietos de indios y campesinos que en muchos casos apenas superan el umbral de la pobreza. Hoy dominan el escenario político, desde el centroizquierda hasta el centroderecha. Ellos, dice Grey Molina, son los verdaderos fogoneros de la síntesis superadora que hoy encarna el presidente boliviano.

“Ha habido un cambio en Evo Morales en las últimas dos semanas”, dice el experto de Naciones Unidas. “Ha mostrado una voluntad de diálogo importante. Abrió la puertas del Palacio Quemado y se mostró dispuesto a cambiar la Constitución y el reparto de IDH. La oposición se ha encontrado con que la apertura es de verdad.”

Como es tradición, la negociación a la boliviana implica ciclos de crisis aparentemente insalvables seguidos por ciclos de optimismo exagerado. “Estamos jugando diez partidas de ajedrez en simultáneo”, grafica Restivo.

En eso están: en el sinuoso camino del cambio social con democracia representativa. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero Bolivia vale la pena.

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