EL MUNDO › BUSH LO SALUDO COMO EL FUTURO CANDIDATO CONSERVADOR Y GANADOR
Mientras todos los ojos están puestos en la primaria demócrata de hoy, vista como el comienzo del desempate entre Clinton y Obama, el presidente dijo que su partido ganará porque “los estadounidenses apoyan nuestros puntos de vista”.
Hillary Clinton y Barack Obama se enfrentarán hoy en tres estados, Nebraska, Louisiana y Washington. Es la primera vez que medirán fuerzas después del supermartes y la competencia ya no está centrada en los valores demócratas, sino en quién es el mejor candidato para vencer a John McCain, el líder indiscutible de la carrera republicana para conservar la Casa Blanca. “Estoy impaciente por debatir con John McCain, porque sé cómo dirigirme a los independientes, y tengo apoyos republicanos”, aseguró ayer Obama, mientras hacía sus últimas apariciones en el centro de Nebraska. La ex primera dama optó, en cambio, por enfocar todos sus esfuerzos en las próximas primarias en Virginia, el martes que viene. “Soy la persona indicada para enfrentarme con McCain porque cuento con la experiencia de toda una vida”, dijo desde Arlington, la capital de Virginia.
Las primarias y los caucus de hoy suelen pasar inadvertidos para la mayoría de los estadounidenses. El supermartes acapara toda la atención y, casi siempre, termina de definir las candidaturas de los dos partidos, restándole importancia a las elecciones de los días siguientes. Pero esta vez los cerca de 160 delegados que aportan Louisiana, Nebraska, Washington y las pequeñas Islas Vírgenes pueden ser determinantes en la cerrada carrera demócrata. Hillary sólo le lleva unos 72 delegados de ventaja a Obama y todavía le faltan casi mil para asegurarse la mayoría del pleno de la convención nacional demócrata.
Mientras miles de demócratas estén votando en esos tres estados, Obama y Clinton ya estarán preocupados por el próxima parada: Virginia, Maryland y Columbia (sede de Washington DC). Entre los tres suman casi 180 delegados, aunque el plato fuerte estará en Virginia. Los dos candidatos demócratas ya tienen programados hoy actos y recorridas en Richmond, la capital estatal.
Ayer, cuatro días antes de la elección, ya no había otro tema de conversación allí. “Es una votación con mucho en juego y voy a participar, cosa que no hago siempre. Hillary Clinton tiene posibilidades de ganar en Virginia pero no en Maryland ni en el DC, donde hay una fuerte comunidad afroamericana y gente cultivada que se gana bien la vida”, estimó Bruce Wisman, uno de los votantes que seguramente ayudarán a romper un record de participación como sucedió en la mayoría de las primarias demócratas de las últimas semanas.
Muchos electores demócratas ya habían elegido a su candidato preferido, a quien mejor representaba sus valores. Pero el supermartes cambió eso. Mientras Obama y Clinton siguen luchando por conseguir la nominación oficial, del lado republicano ya hay un ganador. “Obama es impresionante pero todavía no sé quién tiene mayor probabilidad de ganar contra el favorito republicano, entre un candidato masculino procedente de una minoría o una mujer”, confiesa Sheila McKee, una secretaria afroamericana de 35 años que vive en Montgomery, Maryland.
El propio presidente del Partido Demócrata, Howard Dean, reconoció el problema esta semana. Dos días después del supermartes les pidió a los dos candidatos que empezaran a pensar en un acuerdo, en vez de seguir subiendo el tono de la confrontación. Dean no sólo está preocupado por la lucha intestina que amenaza con desgastarlos durante los próximos meses, sino que mientras Obama y Clinton se atacan mutuamente, McCain, el incuestionable favorito republicano, cada vez gana más apoyo entre sus correligionarios, incluso los más conservadores.
Ayer fue también el cierre del congreso anual del movimiento conservador estadounidense (Conservative Political Action Conference) en Washington. A la cita acudió el mismísimo George Bush, quien aseguró que el partido ya tiene un candidato claro. El mandatario, cuidando las formas, no nombró al senador de Arizona. Pero el mensaje fue claro. “Pronto tendremos un candidato que llevará la bandera conservadora en esta elección y más allá”, dijo con una emoción digna de un candidato en campaña.
En medio de su euforia, Bush prometió una victoria. “Nuestras políticas están funcionando. Los estadounidenses apoyan nuestros puntos de vista. Comparten nuestra filosofía. Tengo la plena confianza”, señaló, ganándose una lluvia de aplausos. Afuera, en el mundo real, dos de cada tres norteamericanos piensan distinto que el presidente.
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