El mismo presidente que detonó las violentas protestas de 2005, cuando era ministro, presentó ayer una iniciativa que mezcla planes de empleo, más vigilancia y becas para estudiantes en lo que ahora llama “los barrios populares”. Críticas socialistas.
› Por Eduardo Febbro
desde París
Nicolas Sarkozy pasó ayer hacia el otro lado del espejo, el de la realidad. El presidente francés presentó un ambicioso plan global para mejorar la situación en los suburbios franceses. Sarkozy, quien con sus declaraciones provocativas desencadenó en 2005 la revuelta y los incendios de las periferias francesas, ofreció un paquete de propuestas generosas, pero no reveló los fondos que el Estado iba a poner en juego para realizarlas.
Con una mezcla de pragmatismo y metáfora, el jefe del Estado evocó todos los males que azotan a los suburbios. Sarkozy reemplazó incluso las definiciones empleadas a menudo para definir esas zonas. El presidente habló de “barrios populares” y no ya de “barrios sensibles”. A diferencia del tono agresivo con que Sarkozy se refería en años anteriores a los suburbios, ahora consideró que “con lo que ocurre en estos barrios, lo que está en juego no es solamente la idea que nos hacemos de la laicidad, sino la de cierta idea de la república, es la idea misma de nación que está en tela de juicio”.
El paquete de medidas quiere asegurar la presencia del Estado en esos “barrios populares”, establecer un régimen de igualdad de posibilidades frente a la educación y el trabajo, al tiempo que se propone incrementar la seguridad civil. La única cifra (dinero) citada por Sarkozy corresponde a 500 millones de euros destinados a desarrollar los transportes públicos y romper el aislamiento de los barrios periféricos. La segunda corresponde al número de policías que se van a desplegar en los próximos tres años –cuatro mil–, cuya misión será “guerra sin piedad contra el tráfico y los traficantes” de droga. “El primer deber del Estado es asegurar la seguridad. El primer derecho de los ciudadanos es el de vivir tranquilamente sin estar continuamente amenazados por los traficantes”, aseguró el mandatario.
Sarkozy también adelantó que habrá “un representante del Estado en cada barrio, instituido de verdadera autoridad”. El presidente también reveló un programa consagrado exclusivamente a que unos cien mil jóvenes encuentren trabajo o creen una empresa en los próximos tres años. “Podrán aprender los códigos necesarios para la inserción en el mundo empresarial”, explicó. Además, el Estado ayudará a veinte mil emprendedores que quieran comenzar su propia empresa en los barrios marginales.
Asimismo, habrá una suerte de “internados de excelencia”, donde irán los jóvenes de segmentos desfavorecidos que demuestren tener “buenas aptitudes en la escuela y no pueden estudiar en buenas condiciones en sus casas”. El mandatario también se comprometió a ampliar las “escuelas de la segunda oportunidad” para quienes no logran terminar el período escolar obligatorio por problemas familiares o financieros.
La oposición socialista criticó el plan de Sarkozy. El portavoz del Partido Socialista, Julien Dray, afirmó que las propuestas del presidente no tienen “ni aliento ni visión”. El plan presidencial no dejó tema sin evocar: empleo, educación, trabajo, seguridad, integración. “Quiero una Francia donde ya no se hable de barrios sensibles, sino de barrios populares donde es bueno vivir”, sintetizó el mandatario. El gran misterio de su plan es, sin embargo, el presupuesto que el Estado está dispuesto a gastar para que sea algo más que palabras.
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