Dom 02.03.2008

EL MUNDO  › DIALOGO CON IGNACIO RAMONET, DIRECTOR DE LE MONDE DIPLOMATIQUE

“Obama puede provocar un sismo en el futuro de Cuba”

Es el periodista que más horas pasó con Fidel Castro en los últimos años y que más lo conoce en la intimidad de su vida y pensamiento. Por eso resulta significativo que opine que su salida del poder no cambiará el rumbo del gobierno cubano, pero que un triunfo de Obama sí podría producir un verdadero quiebre.

› Por Jorge Halperín

La salida del poder de Fidel Castro no cambia en nada el rumbo de la revolución, pero una eventual elección de Barack Obama en Estados Unidos podría provocar un pequeño sismo en la evolución de Cuba. Es lo que piensa Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique de Francia y autor del más reciente libro de conversaciones con el dirigente cubano titulado: Fidel Castro, biografía a dos voces. En un diálogo concedido por gentileza de Le Monde Diplomatique, edición argentina, Ramonet sostuvo que Fidel “no es ni el monstruo que describen ciertos medios de comunicación occidentales, ni el Supermán que presentan a veces algunos medios de comunicación cubanos”. Citó una encuesta de la Universidad de Florida, EE.UU., según la cual el sesenta y cinco por ciento de los cubano-estadounidenses apoya un diálogo entre los dos gobiernos.

–¿Hasta qué punto Fidel Castro dejará de ser el poder en Cuba?

–Es cierto que seguirá, por ahora, como primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), y que ése no es un cargo menor en un sistema político de partido único. Pero no creo que conserve ese puesto porque ya ha renunciado también a ser presidente del Consejo de Ministros (primer ministro) y al grado de comandante en jefe. De todos modos, su influencia enorme sobre la opinión pública cubana va a continuar.

–¿Ahora esa influencia tendrá un carácter más simbólico?

–Bueno, él ha anunciado que ahora se consagrará al “cuarto poder”: seguirá escribiendo en el diario de mayor tirada de la isla, Granma, “órgano central del partido”. El frente en el que lucha es, como diría Gramsci, el de la hegemonía cultural por la cual siempre ha batallado. Pero cualquiera conoce la influencia que ejercen los medios de comunicación sobre la opinión pública. En el mundo de hoy, el cuarto poder tiene a veces más poder que el primero. No me caben dudas de que tanto los cubanos como los observadores internacionales seguirán leyéndolo con mucha atención. ¿Por qué? Porque es obvio que nadie reemplaza a Fidel Castro como guía ideológico de la revolución.

–¿Realmente usted cree que en la historia de Cuba habrá un antes y después de Fidel o todo será una larga continuidad?

–En verdad es un antes y un después. En la historia de Cuba, el recorrido de Fidel es único. Pero no lo digo únicamente por sus cualidades de líder, sino también porque las circunstancias históricas que lo han modelado no volverán a ser jamás las mismas. Fidel Castro ha pasado por todo: la guerrilla en Sierra Maestra, la revolución de 1959, las agresiones armadas de Estados Unidos, la crisis de los misiles de octubre de 1962, el apoyo a las guerrillas (entre ellas la de Che Guevara en Bolivia), la desaparición de la URSS e infinidad de enfrentamientos con Estados Unidos. Ese tiempo excepcional no volverá a darse. Ahora bien, el hecho de que abandone el Ejecutivo en vida debería permitir una evolución pacífica.

–¿Pero los cubanos aceptarán ser gobernados por un personaje tan distinto a Fidel como es su hermano Raúl?

–Yo creo que la mayoría lo acepta, mientras se mantengan los rumbos y la vía socialista. De hecho, Raúl Castro tiene las riendas del gobierno desde hace más de un año y medio, y la vida ha seguido su curso sin sobresaltos. Y él, con pragmatismo, ha puesto en el centro de la acción de su gobierno las cuestiones que preocupan a la gente: la alimentación, el transporte, la vivienda, el coste de la vida. Por otro lado, los ciudadanos han tenido tiempo para habituarse a la idea de que Fidel Castro no iba a manejar más el Ejecutivo.

–¿Cómo es Fidel observado de cerca?

–No es ni el monstruo que describen ciertos medios de comunicación occidentales ni el Superman que presentan a veces algunos medios de comunicación cubanos. Es un hombre con principios éticos y morales rigurosos, que lleva un modo de vida muy austero y frugal. Pocos saben que, además, es un apasionado por las cuestiones ecológicas y del medio ambiente. Tiene una increíble capacidad de trabajo, es sobre todo un estratega de excepción. Pensemos que, frente a la potencia norteamericana hostil, ha llevado una vida entera de resistencia. No cedió ni fue vencido. Esa es su gran victoria. Aun así, es una curiosa mezcla de idealismo y pragmatismo. Sueña con una sociedad perfecta aun sabiendo que las condiciones materiales son muy difíciles de transformar.

–¿Y cuál va a ser la “agenda” de Fidel como periodista?

–Su preocupación principal hoy no es tanto el socialismo en su propio país como la mejora de la vida en un mundo desigual en el que millones de niños siguen analfabetos, hambrientos y con enfermedades que podrían fácilmente curarse.

–En la mayoría de los observadores predomina la impresión de que después de Fidel no habrá cambios bruscos. ¿Usted también lo cree?

–Es lo que creo: este relevo no debería implicar reformas espectaculares. A pesar de Washington, la mayoría de los cubanos, incluso los que critican algunos aspectos del sistema (por ejemplo, la limitación de libertades y de derechos políticos), no contemplan ni desean un cambio de rumbo radical.

–¿Por qué?

–Porque no quieren perder algunas ventajas que el socialismo les ha ofrecido: educación gratuita, cobertura médica universal, pleno empleo, vivienda gratuita, agua, electricidad y teléfono casi gratuitos, y una vida tranquila, con seguridad, con poca delincuencia en un país en paz.

–Muchos observadores también piensan que Cuba se irá pareciendo gradualmente al modelo chino.

–No hay duda de que el socialismo cubano evolucionará. Pero no creo que ese cambio será a la manera de China o de Vietnam. Pienso que Cuba seguirá una vía distinta. Seguramente las nuevas autoridades introducirán cambios en la economía, pero es poco probable que asistamos a una “perestroika cubana”, o a una “apertura política” o a elecciones multipartidistas. Las autoridades están convencidas de que este tipo de “transición” reabriría la vía a una intromisión norteamericana y a una forma más o menos disimulada de anexión. Entienden que el socialismo es la buena elección aunque puede y debe ser perfeccionado. A corto y medio plazo, su preocupación principal será mantener la unidad.

–Entre los críticos de la Cuba de Fidel se ha escuchado decir que el extraordinario protagonismo de la isla es el gran mérito de la ceguera de los gobiernos estadounidenses. A su vez, ¿cuán importante es para Cuba el tema Washington?

–Yo creo que la tarea principal que deben resolver los herederos de Fidel es remontar el eterno desafío de las relaciones con Estados Unidos. Es un asunto determinante, y lo saben. En muchas ocasiones, Raúl Castro ha anunciado públicamente que estaba dispuesto a sentarse a una mesa de negociaciones para discutir con Washington el conjunto de los contenciosos entre los dos países. Y es probable que sea de Estados Unidos de donde pueda venir el signo político más importante para la evolución en Cuba.

–¿Por qué?

–Pensemos un poco: ¿no ha anunciado claramente el candidato favorito para la investidura demócrata, Barack Obama, su intención de discutir con todos los países considerados como “enemigos” o “adversarios” de Estados Unidos, entre otros con Cuba? Ya en 2003, Obama, en calidad de candidato al Senado, había abogado por levantar el bloqueo económico y había reclamado rebajar las restricciones para viajar y enviar fondos a Cuba. Y él mismo ha reclamado, el 22 de febrero, una necesaria transición en Estados Unidos, al menos sobre esta cuestión, declarando que si hay signos de cambio en la isla “Estados Unidos debe estar preparado para avanzar hacia la normalización de las relaciones y atenuar el embargo”. No dudo de que esto significaría una revolución copernicana en la política exterior de Estados Unidos desde 1961. Si bien nadie debe esperar un cambio político radical e inmediato en La Habana, las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos podrían modificar la atmósfera de las relaciones cubano-americanas. Sobre todo si el nuevo presidente decidiera efectivamente poner fin al injusto embargo comercial unilateral impuesto a Cuba desde hace más de cuarenta años.

–¿Se encontrará con la resistencia de la Florida?

–No, no lo creo. Según una encuesta de la Universidad Internacional de Florida, el sesenta y cinco por ciento de los cubano-estadounidenses apoyan un diálogo con el régimen cubano. Fidel Castro opina que George W. Bush es para Cuba, pero también para el pueblo norteamericano y para el mundo, el más nocivo de los diez presidentes estadounidenses con los que le ha tocado bregar. Y la salida de Bush en un año debería conducir a Washington –aleccionado por las desastrosas lecciones de Irak y de Oriente Próximo– a una revisión de la política exterior norteamericana y sin duda a reorientarse hacia América latina.

–¿Cómo reaccionará América latina a un acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba?

–Está claro que los Estados Unidos van a descubrir una situación drásticamente diferente a la que ellos mismos moldearon en los años 1960-1990. Cuba ya no está sola. En su política exterior, los cubanos han reforzado mucho sus lazos con el conjunto de Estados latinoamericanos. Por primera vez, La Habana tiene verdaderos amigos en el poder, principalmente en Venezuela, pero también en Brasil, en Argentina, en Uruguay, en Nicaragua, en Panamá, en Haití, en Ecuador y en Bolivia. Algunos de estos gobernantes no son particularmente proestadounidenses. De modo que será interés de Washington redefinir sus relaciones con cada uno de ellos. Relaciones que no pueden ser neocoloniales o basadas en la explotación, sino basadas en el respeto mutuo. Cuba ha intensificado en particular sus intercambios con los países de la organización política y económica ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas) y ha firmado acuerdos de partenariado económico con los Estados del Mercosur.

–¿Pero nada de lo que suceda en América latina es tan gravitante en Cuba como el gran país del Norte?

–La influencia de los Estados Unidos es tan decisiva que, en gran parte, la evolución interna en La Habana va a depender de la actitud que adopte hacia la isla el futuro ocupante de la Casa Blanca. Fíjese: mientras que, en Cuba, la retirada, finalmente esperada, de Fidel Castro no modifica en nada el rumbo de la revolución, una eventual elección en Estados Unidos de Barack Obama podría provocar, en la revolución de Cuba, un pequeño sismo.

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