Dom 02.03.2008

EL MUNDO  › FUE LA CARA ANTE EL MUNDO DE LA GUERRILLA COLOMBIANA

Un cuadro de la vieja escuela soviética

› Por María Laura Carpineta

Luis Edgar Devia, uno de los 50 hombres más buscados en el mundo por la Interpol, murió a las 59 años. Más conocido por su alias, Raúl Reyes era el número dos de las FARC y su cara más conocida. Frente a los periodistas, le gustaba mostrarse como una persona amable y con sentido del humor. Sin embargo, hacia dentro de la organización tenía fama de ser inflexible e implacable. “Soy un marxista leninista puro y duro, formado en la vieja escuela soviética”, solía decir en las entrevistas. Cuando Manuel Marulanda, el jefe histórico de las FARC, decidió no mostrarse ni hablar más después del fracaso de las negociaciones de paz en 2002, Reyes se convirtió en el máximo interlocutor de la guerrilla.

Pasó más de 30 años combatiendo con las FARC. Primero lo hizo con el fusil y, mientras avanzaba en la jerarquía de la organización, comenzó a utilizar las palabras. A diferencia de algunos de sus compañeros, Reyes sabía cómo hablar, negociar y convencer. Sus primeros pasos los había dado como dirigente sindical en la multinacional Nestlé. Con menos de 20 años, el entonces Luis Devia había conseguido su primer trabajo como operador. Duró unos años allí, suficiente para ser reconocido como un líder nato. Empezó a militar en el Partido Comunista Colombiano y a principios de los ’70 se ganó una beca para estudiar en una escuela de cuadros comunistas en la antigua Alemania Oriental. Allí terminó de convencerse de que la única solución era derribar el Estado capitalista y de que el vodka era su bebida favorita. “Incluso con 40 grados a la sombra”, solía bromear. Cuando volvió a Colombia, su estadía detrás de la Cortina de Hierro le permitió ascender posiciones dentro del partido, al punto de ser elegido concejal en su ciudad, Florencia.

Años después contaría que las constantes amenazas de los sectores de poder y la imposibilidad de cambiar las cosas desde el Estado lo llevaron a acercarse a las entonces jóvenes FARC. Su matrimonio con la hija de Marulanda le aseguró la confianza del Secretariado, que en los ochenta le encargó los llamados frentes internacionales. Su trabajo era difundir el proyecto político de la guerrilla en el mundo.

Durante un tiempo abandonó el uniforme de fajina y lo reemplazó por el traje y la corbata. Pasó gran parte de los años ’80 recorriendo Europa para explicar sus razones. En 1997 incluso se reunió con delegados del Departamento de Estado estadounidense en Costa Rica. Más tarde, volvió a retomar su misión diplomática para promocionar el proceso de paz con el gobierno de Andrés Pastrana.

Fue entonces que la cara de Reyes se hizo famosa en todo el mundo. Durante los cuatro años que duraron las negociaciones de paz –de 1998 a 2002– las cámaras se congelaron en el rostro barbudo y en los anteojos ensombrecidos del líder guerrillero de baja estatura, que ofició como uno de los principales negociadores.

Pero desde la ruptura del diálogo con Pastrana, Reyes sólo se mostró algunas veces. Su otrora barba negra se había tornado grisácea. Sin embargo, su forma de hablar y su convicción en sus ideas seguían intactas.

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