EL MUNDO • SUBNOTA › CAMINO A LA CASA BLANCA
› Por Ernesto Semán
Jay-Z, el Midas del hip-hop, se sentó con el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, para anunciar que durante las mañanas de sábado algunas avenidas de Manhattan serían peatonales, autos prohibidos hasta después de las dos de la tarde. “No es nuevo, tomamos experiencias de todo el mundo, de ciudades remotas como Buenos Aires o Bogotá”, anunció el alcalde hace unos días. En la fiebre del combustible caro, todo suma, aun si la nafta recién alcanza en Estados Unidos los valores que el resto del mundo paga desde hace años. Aun si la conversión peatonal de Nueva York se produce cuando la desinversión en el transporte y la infraestructura públicos es visible cada día, la enorme masa de trabajadores de la ciudad tiene cada vez menos y peores opciones para viajar y la onda verde parece condenada a sustentar el esparcimiento por un rato y perpetuar los problemas del resto del día.
Pero en la histeria de la crisis petrolera, iniciar, una vez más, el mítico recorrido en auto por Estados Unidos parece ser un ejercicio a contramano, a menos que al final del camino esté la convención del Partido Demócrata, donde el petróleo y la energía serán el centro de mesa de toda reunión. Más de cuatro mil kilómetros y una decena de estados separan a Nueva York de Denver, ciudad en la que los demócratas elegirán a Obama como su candidato a presidente para las elecciones de noviembre. También los separan una multitud de realidades tan distintas que hacen de este tipo de viajes un recurso tan inagotable como, a veces, necesario.
Puede, por ejemplo, que en gran parte del país esté bastante atenuado el entusiasmo avasallante que Obama despierta en Nueva York, donde los candidatos presidenciales demócratas ganan con más del 70 por ciento de los votos. Desde 1933, Richard Nixon y Ronald Reagan fueron los únicos republicanos que ganaron el estado de Nueva York y, en verdad, el interregno lo perdió Gerald Ford por un desafortunado rechazo a brindarle ayuda a la ciudad a semanas antes de las elecciones. Con Nueva York, Ford perdió también la presidencia en manos de Jimmy Carter. El candidato republicano de esta elección, John McCain, no parece tener ningún atributo que lo haga atractivo en estas zonas, pero sí en buena parte del resto del país, y el temprano agotamiento mediático de la figura de Obama preanuncian un camino ríspido hasta noviembre.
Con o sin petróleo en el centro, lo que sí unifica a todo Estados Unidos es su renovado asombro por la inflación. Los precios mayoristas de julio crecieron un 9,8 por ciento respecto de un año atrás, la inflación más alta de los últimos 27 años, justamente el año en el que Reagan llegaba al gobierno. Aun cuando los más optimistas suponen que ése ha sido el pico, los efectos en el poder adquisitivo de una masa salarial urbana y rural inserta en un esquema de inflación baja son considerables, más aún si parte del incremento se asienta en los alimentos. El pico inflacionario de una economía que tampoco crecía a pasos descomunales muestra alguna evidencia del carácter global del proceso inflacionario. Por cierto, las góndolas norteamericanas sobreexponen cierta necedad discursiva de gobiernos como el de Argentina, inicialmente esforzados por presentar la inflación en términos estrictamente locales que sólo le quitó fuerzas y le sumó enemigos. Y contando que hasta acá no llega la mano de Guillermo Moreno o Julio De Vido, exhibe la versión maniatada que centra la inflación argentina en el manejo del Indec, cuando la inflación mayor que impacta en Argentina es el mismo diferencial que afronta desde 1880 debido a la extrema vulnerabilidad de su sector externo.
En Nueva York, el precio de la nafta empezó a bajar en las últimas semanas y en las estaciones de servicio puede verse a 3,70 dólares el galón (3,6 litros) y los temas de campaña empiezan a ser otros, aun cuando las perversiones del sistema electoral norteamericano hacen que la campaña electoral desaparezca progresivamente de las grandes ciudades. En la medida en que los demócratas tienen casi asegurado el triunfo, y éste le garantiza la totalidad de los delegados del Estado, es absurdo que McCain se esfuerce por mejorar su resultado si no le va a reportar delegados, o que Obama intente ganar por una diferencia mayor si va a obtener la misma cantidad de delegados. Quizás por esa paradoja de tener a la política nacional eclipsada en las grandes ciudades, es necesario iniciar un viaje hacia adentro para tratar de entender lo que está pasando. O al menos tratar.
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