EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Luiz Inácio Lula da Silva perdió pero, de momento, continúa siendo imbatible. Esa afirmación aparentemente contradictoria es, en rigor, el primer balance de las elecciones municipales de ayer, en que el Partido de los Trabajadores (PT), del cual Lula es líder y presidente honorario, sufrió una contundente derrota en San Pablo, la ciudad más populosa y rica del país.
La caída de la candidata petista Marta Suplicy, cuya campaña contó con el apoyo activo del mandatario brasileño, se torna más seria cuando se computa que tuvo un desempeño peor al registrado en las municipales de 2004, según reportaban los cómputos parciales al cierre de esta edición. Sin contar con el apoyo de San Pablo no hay proyecto de poder viable en Brasil y ese dato duro será procesado a partir de hoy por la dirección del partido gobernante, advertido de que mermó, aunque no fatalmente, su peso político para liderar una coalición partidaria de cara a los comicios presidenciales de 2010.
El PT cayó ante un candidato explícitamente conservador, Gilberto Kassab, de Demócratas, reencarnación del Partido Frente Liberal, inventado por los militares para montar parodias electorales durante la dictadura y que luego obró como herencia del régimen, obstruyendo políticas sociales o de revisión de los crímenes del régimen militar durante la transición democrática.
Ingeniero y economista, Kassab se inició en la vida pública como muchos “juniors” de las derechas latinoamericanas, que primero hacen base en el mundo empresarial y luego dan el sorpasso al político. Antes de afiliarse al entonces Partido del Frente Liberal, Kassab integró las filas del Foro de Jóvenes Emprendedores de la Asociación Comercial de San Pablo, vínculo que le valió un respaldo unánime de clase empresarial en las municipales de ayer.
En tren de establecer analogías, la victoria de Kassab es para la derecha brasileña comparable a la de Mauricio Macri (con quien se reunió en abril pasado en San Pablo) en el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 2007. Y acaso más: porque Gilberto Kassab representa un pulmotor para un partido como Demócratas, que no logró hacer pie en ninguna capital importante en los comicios de ayer, al tiempo que se tornó el gozne de la alianza con el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), del ex presidente Fernando Henrique Cardoso.
Kassab no disputará las presidenciales de 2010 pero la victoria en San Pablo proyecta con fuerza la candidatura al Palacio del Planalto (gobierno federal) de su padrino, José Serra, socialdemócrata, que desde hace años opera para recrear la coalición de centroderecha que llevó a Fernando Henrique Cardoso al gobierno en 1994, tras derrotar a Lula en primera vuelta.
A ese cúmulo de noticias sombrías para Lula da Silva se añade otra, acaso de mayor calibre, como es la crisis financiera, cuyos efectos sobre Brasil no serán iguales a los causados en Islandia, pero probaron que el gigante sudamericano no estaba blindado como se afirmaba desde el gobierno hace un mes.
El “partido de la city” ha firmado un pacto de conveniencia con Lula, que se explica en las tasas de interés del 13,75 por ciento, las más altas del mundo, impuestas por el Banco Central y que redundan en una transferencia de más de 70.000 millones de dólares anuales del Estado a la banca privada.
El tembladeral financiero no mermó esa sangría, la agravó: en los últimos días Lula autorizó la liberación de unos 100.000 millones de dólares en concepto de reducción de encajes bancarios y liberación de fondos para comprar divisas en el futuro (cifras que aún no fueron desembolsadas).
Cabe preguntarse si en esta coyuntura los banqueros guardarán fidelidad a Lula o volverán a su viejo y verdadero amor corporizado en la alianza Demócratas-Partido de la Socialdemocracia Brasileña.
Esa sumatoria de datos parece llevar al eclipse de Lula, algo que, sin embargo, no parece ajustarse a la realidad: el mandatario goza (según encuestas recientes, pero previas al cataclismo financiero) de 80 por ciento de popularidad.
Si los comicios presidenciales fueran hoy, Lula (inhabilitado constitucionalmente para una segunda reelección) vencería a cualquier adversario, incluso a José Serra, lo que le confiere autoridad política para escoger quién será el candidato que encabezará la fórmula de una alianza, junto al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que espera mantener unida hasta octubre de 2010.
Una coalición encabezada precisamente por el centroderechista PMDB y bendecida por el presidente brasileño venció ayer en las municipales de Río de Janeiro, segundo distrito electoral.
Resta saber si Lula logrará transferir su hasta ahora imbatible popularidad a la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff, que hasta ahora despunta como la posible candidata del PT a la presidencia en 2010.
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