EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Modesto Emilio Guerrero *
La sospechosa mesura informativa aplicada por las redes internacionales de prensa adversas al líder bolivariano, antes y después del 23 de noviembre, fue compensada por el aluvión de votos registrado. Con el 66 por ciento del padrón electoral entusiasmado en votar, la primera derrotada fue la calculada abstención promovida por la oposición interna y externa.
Se verificó una tendencia abierta hace pocos años en América latina: la derecha tradicional más proyanqui no logra armar opciones políticas de escala nacional, como señala Atilio Boron en Página/12 este lunes 24. Debe limitarse a sus fuerzas regionales o locales. “Si se lee la elección del domingo 23 como un plebiscito presidencial, Chávez continúa teniendo el favor mayoritario del pueblo venezolano”, señala con certeza Alberto Salazar en el diario web Aporrea. En este sentido, el chavismo recuperó aliento respecto del susto de diciembre pasado. “Dos millones de votos por encima de los obtenidos a finales del 2007”, dice el autor de Aporrea.
Otro elemento nuevo es el surgimiento de un partido de masas en Venezuela capaz de mover a millones invocando el socialismo. El PSUV logró 5.600.000 votos. Ninguna de las fuerzas de la derecha por separado superó un tercio de ese total. Peor: ellos perdieron 300.000 votos en un año. Las cinco gobernaciones logradas quedaron fraccionadas en cinco partidos opositores diferentes, y no les alcanzan para modificar la mayoría bolivariana en la Asamblea Nacional, sin la cual no es posible gobernar en una democracia occidental capitalista.
En ese punto comienzan los desafíos. Este caudal electoral acumulado por el chavismo está amenazado a mediano y largo plazo. El mediano es 2010 (parlamentarias), el largo es 2012 (presidenciales). En ese precario calendario político marcado por el propio gobierno y sus enemigos internos, los resultados indican un diagnóstico preocupante. Para evitar la metástasis, la medicina deberá pasar de homeopática a punitiva.
El chavismo amplió su presencia territorial al ganar 17 estados, contra 5. Incluso logró recuperar cinco gobiernos regionales que se habían pasado al enemigo desde 2006, pero perdió el poder en tres bastiones clave y eso marca la dinámica en una perspectiva electoral. Si esa novedad adquiere fuerza, el riesgo aumentará, como advierte el especialista Nelson Merentes en una frase tan perfecta como delicada: “La oposición avanza poquito a poco” (YVKE Mundial, Caracas, 24-11-08) .
A pesar de haber bajado su votación, la derecha conquistó dos corredores electorales sin los cuales no se ganan elecciones en Venezuela. Uno en el occidente, con Zulia y Táchira, sobre la frontera colombiana de Uribe; el otro se formó entre el Estado Miranda y la Alcaldía Mayor de Caracas, la segunda y tercera entidades electorales del país, bases sociales del golpe de 2002.
A sólo 130 km se reapoderaron el Estado Carabobo, donde el general ex bolivariano Acosta Carlez logró mermar el voto chavista a favor de la derecha más rancia. Su gestión, tan desastrosa como corrupta, lo redujo al 5 por ciento de los sufragios. Junto con Diosdado Cabello, actual gobernador oficialista, congelado en el 36 por ciento en Miranda, simbolizan el costoso peso muerto de gobernantes “rojo rojitos” por fuera y burgueses burguesitos por dentro. La suma de esas tres circunscripciones le entregó a la derecha el 37 por ciento del padrón electoral nacional. En términos relativos es un retroceso frente a las conquistas de noviembre de 2004, cuando se logró el 73 por ciento del poder regional con 20 gobernaciones, 251 alcaldías y 176 consejos legislativos estaduales. En Caracas, por ejemplo, tendrán la mayoría absoluta del Consejo Metropolitano integrado por tres alcaldías. Desde el pasado 23 de noviembre contarán en su poder con cuatro de las cinco jurisdicciones electorales más importantes.
Si algo ayuda a comprender los resultados electorales de Venezuela es su lógica interna de contradicciones y desplazamientos inquietantes, y no, el juego frío de sus guarismos eventuales expresado en la suma y la resta de votos, gobernaciones y alcaldías obtenidas. Sus resultados se parecen al sabio consejo del viejo Hegel: “El mundo no es una suma de cosas, sino de procesos”.
* Escritor y periodista venezolano, autor de nueve libros, el último, la biografía ¿Quién inventó a Chávez?
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