La primera víctima política por el asesinato del abogado guatemalteco sería la aspiración presidencial de la primera dama, Sandra Torres. Rodrigo Rosenberg la sindicó, junto a su esposo, como los responsables de su muerte y de una red millonaria de corrupción. “Aún es difícil saber qué es verdad y qué no, pero las posibilidades de la primera dama de ser presidente quedaron sepultadas”, sentenció Cesil de León, un defensor de derechos humanos de la ONG Descgua. En Guatemala no hay reelección y Torres, hija de una larga familia de dirigentes de izquierda, estaba hasta principio de este año primera en todas las encuestas de imagen. Durante los últimos dos años fue cara pública de todos los programas sociales del gobierno nacional y fue la primera dirigente que pidió perdón a las víctimas de la guerra civil en nombre del Estado.