EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por David Usborne *
La luna de miel de la política exterior de Barack Obama se apaga mientras los hechos en el mundo, ya sea en Israel, Irán o Corea del Norte conspiran en contra de su enfoque de paz. Un Estados Unidos más bueno no hace que el mundo sea inmediatamente más bueno.
Que Obama se movió con gran rapidez para modificar la posición de Estados Unidos en el exterior no se discute. Llevó a Estados Unidos nuevamente a las negociaciones para lograr un nuevo tratado sobre el calentamiento global, puso en movimiento el cierre de Guantánamo, cambió los recursos militares de Irak a Afganistán, y más que nada introdujo un nuevo tono de compromiso en los tratos diplomáticos estadounidenses. No tuvo miedo de decir que Estados Unidos se había equivocado en el pasado.
Sin embargo, de pronto, el equipo del presidente para la nueva política exterior se encuentra luchando contra varios frentes muy difíciles al mismo tiempo y los críticos en el país aprovechan la oportunidad para demostrar que Obama fue ingenuo en el escenario mundial y lo critican por decir muchas veces que lo lamenta. “Es claro que las políticas del presidente de andar disculpándose no están funcionando”, declaró Mitt Romney, que puede estar pensando en postularse para la presidencia en 2012. “Corea del Norte no está amenazando solamente. Sacó el sable de la vaina. Irán se está dirigiendo hacia la nuclearización. Y todas sus disculpas no hicieron que esas naciones le dieran más apoyo a Estados Unidos.”
Ayudaría si se pudiera demostrar que el “efecto Obama” existe. El presidente norteamericano ganó muchos adeptos en el exterior, pero en el país hay muchos que no están tan impresionados. “Retórica, concesión y disculpa no son suficientes para cambiar la realidad”, sostiene Michael Rubin, del conservador Instituto Americano de Empresas en Washington. El compromiso de esta Casa Blanca de favorecer la paz en Medio Oriente está por lo menos moviendo un poco las piezas del rompecabezas. Durante el fin de semana, Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, por primera vez apoyó la solución de dos estados con los palestinos. Pero impuso tantas condiciones, incluyendo una garantía para que el Estado palestino se desmilitarice, que los palestinos dicen que no ha cambiado nada.
Hoy Obama recibe en la Casa Blanca al presidente de Corea del Sur, Lee Myung-bak. La conversación entre ellos se enfocará hacia la nueva beligerancia del norte de la península, en especial por la detonación de un artefacto nuclear el mes pasado. Se espera que el presidente Lee le pida a Obama un nuevo compromiso para mantener una sombrilla nuclear protectora sobre Corea del Sur –y lo pida por escrito–. Esto puede ayudar a Lee a calmar algunas de las ansiedades de sus ciudadanos, pero no resolverá el núcleo de la crisis: ¿cómo sacar al régimen de Kim Jong-il de su nuevo sendero de provocación y arriesgada política nuclear? Tampoco ayudará a resolver un problema paralelo: las dos jóvenes periodistas asiáticas estadounidenses que fueron sentenciadas por Pyongyang a 12 años de trabajos forzados tras ser arrestadas en la frontera con China.
En su furia por la nueva resolución de la ONU, que incluye la inspección de buques yendo y viniendo del país, Corea del Norte amenazó con una guerra nuclear. Pero un compromiso militar de Estados Unidos en la península coreana parece impensable y más o menos impracticable.
Nada sugiere que Obama esté por abandonar su filosofía de darle primacía a la diplomacia y la negociación aun cuando estén involucrados los enemigos. Ayer Estados Unidos estaba más reticente que la Unión Europea para expresar algo más que una vaga preocupación por las elecciones en Irán y las afirmaciones de que el resultado fue arreglado a favor del presidente Mahmud Ahmadinejad.
“Por supuesto que estamos preocupados por lo que hemos visto”, fue el comentario del vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs. Hasta ahora, sólo Joe Biden, el vicepresidente, expresó su preocupación por lo que sucedía en Teherán. Sin embargo, Washington todavía quiere negociar con Irán sobre su programa nuclear. Si Ahmadinejad continúa como presidente, a Obama le resultará más fácil encontrar la unidad con sus socios extranjeros sobre cómo enfrentarlo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: C. Doyhambéhère.
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