EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Mercedes López San Miguel
El devenir de los acontecimientos en Honduras tendrá un efecto indudable en las democracias latinoamericanas. El golpe de Estado ocurre en tiempos en que la región vive una etapa política caracterizada por la instalación de gobiernos de nuevo signo respecto a la década del ‘90. En muchos países existe una fuerte tensión a la que le cuesta resolverse. Por dar un ejemplo, la pulseada entre Oriente y Occidente en Bolivia. La Media Luna secesionista eligió vías poco democráticas al llevar adelante referéndum autonómicos sin el aval del gobierno central. Sin embargo, el presidente Evo Morales recibió sendos espaldarazos en las urnas.
El golpe en Honduras puede leerse como un aviso para otra empobrecida nación, El Salvador, en donde recientemente ganó el candidato Mauricio Funes, del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. El mensaje para los gobiernos que adscriben a ideas y programas políticos que buscan recomponer algunos de los más agudos efectos del neoliberalismo sería el siguiente: “hay cosas que no se tocan”. El presidente Manuel Zelaya quiso tocar una constitución refractaria al cambio y eso desató el vendaval. A los ojos de la oligarquía hondureña, Zelaya se tornó un líder peligroso. Esperaban de él que acentuara las relaciones amistosas que tan bien había fomentado su predecesor (Ricardo Maduro) con Estados Unidos, pero se incorporó al ALBA y acentuó sus vínculos con Venezuela.
El caso de Hugo Chávez fue paradigmático. Luego del efímero golpe que lo apartó del poder en abril de 2002, el presidente bolivariano salió fortalecido y logró darles impulso a las reformas de las instituciones políticas. Esa fue la ola a la que se subieron Bolivia y Ecuador para poner en marcha sus propias reformas constitucionales.
Sigue sonando muy llamativo que estos gobiernos, a los que se cuestiona por las aspiraciones “reeleccionistas” de sus líderes, tengan enfrente gente dispuesta a llevar adelante golpes de estado, censurar a los medios, imponer el estado de sitio y reprimir. Que Chávez no le haya prorrogado la licencia al canal RCTV resulta un hecho nimio frente al accionar de los opositores. En Honduras, los principales medios, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, la Corte Suprema y el Congreso continúan, más que nunca, empecinados en tirar la institucionalidad por la borda.
El desenlace del capítulo hondureño sentará un precedente para los gobiernos que aspiran a profundizar sus proyectos políticos.
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