Barack Obama se cuidó mucho ayer de endulzar su mensaje a Rusia con palabras muy bien escogidas y abundantes elogios. Su manejo del lenguaje y los cumplidos que prodigó en Moscú demostraron una clara comprensión de cómo transformar a una Rusia generalmente identificada con un oso herido en un dulce y tierno gatito.

Y es que el lunes, a todas luces, Obama cometió algunos errores. El famoso botón de reset, ideado por el Departamento de Estado norteamericano para simbolizar un nuevo comienzo en las relaciones bilaterales y presentado con pompa al canciller ruso Serguei Lavrov por Hillary Clinton, terminó en un fiasco: al parecer, los “expertos” norteamericanos se las ingeniaron para escribir mal la palabra en ruso y en vez de “relanzar” escribieron “sobrecargada”. Por si fuera poco, la semana pasada Obama criticó en público a Vladimir Putin: siendo que el ex presidente ruso y actual primer ministro es mundialmente conocido por tomar las críticas de forma pésima y guardar rencor por años, eso no pareció una muy buena idea.

Pero, en vista de lo que sucedió ayer, se ve que el jefe de Estado estadounidense estuvo escuchando a sus colaboradores en la materia, quienes le aconsejaron exactamente qué fibras emocionales había que tocarles a los rusos.

Primero, Obama comenzó por elogiar a los “grandes científicos, pintores, compositores y escritores rusos”, llegando a mencionar entre estos últimos a Alexander Pushkin, icono nacional y escritor preferido de muchos rusos. Y, por último, el mandatario estadounidense se deshizo en elogios al evocar el papel de Rusia en la derrota de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, un tema que Putin ensalza hasta el punto de convertirlo en una suerte de marca registrada de la identidad nacional.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.