Mié 08.07.2009

EL MUNDO • SUBNOTA  › XIOMARA CASTRO, LA ESPOSA DE ZELAYA, ENCABEZó UNA MOVILIZACIóN

Una dama se pone en juego

La primera dama de Honduras salió de la clandestinidad y desafió la orden de detención. El presidente de la Corte Suprema sugirió una amnistía política tanto para el mandatario derrocado como para otros actores involucrados.

› Por María Laura Carpineta

En medio de la bronca, el dolor y la frustración, ayer nació una líder política en Honduras. Xiomara Castro, la esposa del presidente derrocado Manuel Zelaya, caminó junto con miles de manifestantes, desafiando a los policías, militares y la orden de detención que se rumorea existe en su contra. Hasta el golpe de Estado, la contadora de 49 años cumplía las tareas obligadas de una primera dama, no más. Era una cruzada contra el sida y promocionaba programas sociales para ayudar a madres solteras y fomentar la agricultura familiar; pero era una extraña de la puja política y, aun más, de la lucha de los movimientos populares. “Después de la muerte del muchacho que fue asesinado el domingo, hablé con su familia para reconfortarlos y en realidad fueron ellos los que me dieron aliento a mí: si hay gente saliendo a las calles, yo no puedo dejar de salir”, explicó a los medios internacionales, antes de perderse entre abrazos y saludos de hombres y mujeres que gritaban el nombre de su esposo.

Después de un lunes de duelo y miedo, los opositores a la dictadura que gobierna Honduras desde hace diez días volvieron a salir en masa a las calles. “La movilización no fue tan grande como el domingo, naturalmente, pero había muchísima gente. Lo importante es seguir en la calle, eso es lo único que nos garantiza nuestra seguridad”, le dijo a este diario Carlos Reyes, líder del sindicato de la industria de bebidas, una de las organizaciones que organiza y encabeza la resistencia popular. Según relató el dirigente sindical, la primera dama los llamó el lunes a la tarde y les pidió una reunión. “Vino a la sede del sindicato y nos dijo que no podía seguir escondida mientras hondureños morían defendiendo el gobierno de su esposo. Nos pidió permiso para participar de la movilización de hoy (por ayer)”, contó Reyes.

A pesar de haber sido una figura secundaria y poco ligada a las organizaciones de base, la aparición de Castro reavivó las esperanzas de los zelayistas que se animaron a volver a marchar ayer. “Esta semana es decisiva, no resisten una semana más”, gritó, envalentonado por la emoción generalizada, el líder campesino Rafael Alegría. Además de la presión y el aislamiento internacional, el gobierno de facto enfrenta una huelga nacional de educación, la paralización casi total de la industria de la agricultura y la interrupción parcial del transporte público en algunas regiones del país.

Para terminar de levantar la moral, la primera dama, que optó por usar un sombrero cowboy crema muy parecido al que su esposo convirtió en una marca personal, anunció un nuevo operativo retorno. “Mel puede regresar entre miércoles y jueves a pesar del peligro que pueda correr su vida”, aseguró la primera dama y la ovación fue total. Era la noticia que todos los zelayistas querían escuchar. Castro no dio detalles sobre cómo será la vuelta ni ahondó en los preparativos.

La noticia sorprendió incluso a las organizaciones sociales y sindicales. Sus dirigentes ayer reconocían a regañadientes y bajo anonimato que no sabían nada sobre un nuevo plan para traer de vuelta al presidente Zelaya. El drama y la represión brutal del domingo pasado les habían demostrado que el régimen de facto no se dejaba intimidar por el repudio y los reclamos internacionales. En medio de esa incertidumbre –una costumbre por estos días en el pequeño país centroamericano–, los hondureños se enteraron de que Zelaya había aceptado sentarse a hablar mañana en Costa Rica con el hombre que había usurpado su sillón presidencial, Roberto Micheletti.

La confirmación de la reunión inmediatamente le dio aire a la dictadura para desplegar sobre la mesa sus ofertas. “Una posibilidad podría ser una amnistía política tanto para don José Manuel Zelaya Rosales como para otros actores involucrados”, sugirió el presidente de la Corte Suprema, Jorge Alberto Rivera, antes de llegar a Washington, en donde intentará convencer al Departamento de Estado y a la OEA de la “legalidad” del golpe de Estado. La amnistía podría estar acompañada de un adelantamiento de las elecciones generales de noviembre, una idea esbozada en varias ocasiones por el presidente de facto, Micheletti.

Es un misterio qué estará dispuesto a poner sobre la mesa Zelaya en Costa Rica, pero ayer en las calles de Tegucigalpa miles de hondureños estaban convencidos de que no renunciará a sus últimos meses en el poder. “Las elecciones anticipadas no sirven de nada. La Constitución establece la fecha de toma de mando y eso no se va a poder cambiar. Nos hablan de amnistía, de unidad nacional; para nosotros no son opciones”, aseguró, irritado, el líder sindical Carlos Reyes.

Unas horas antes, frente a una multitud revitalizada, la primera dama le había marcado la cancha a su esposo: “Todo es negociable, menos la restitución del presidente en el cargo”.

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