EL MUNDO • SUBNOTA › CLIMA DE FIESTA EN LAS CALLES
› Por Sebastián Ochoa
La plaza Murillo estaba vallada en tres cuadras a la redonda a las ocho y media de la mañana. El cielo no indicaba lluvia, aunque en el verano boliviano nunca se sabe cuándo habrá que mojarse. Las calles de la plaza habían sido vestidas de protocolo, frente a la Asamblea Legislativa habían instalado un palco con toldo de colores rojo, amarillo y verde, la puerta de entrada al Palacio Quemado tenían una alfombra roja y personal de ceremonial a la espera de que llegaran las delegaciones extranjeras. En la plaza esperaban apretados y en silencio integrantes de organizaciones indígenas, campesinas y sindicatos de todo el país. También abundaban turistas de paso con cámaras de foto, argentinos con banderas de la JP Descamisados y del Partido Comunista, llegados para improvisar cantitos futboleros dedicados al presidente. Se mezclaban con bandas de música indígena y multitud de voces desesperadas para que alguien bajara una bandera atada a dos árboles que impedía ver a los invitados de honor. En la esquina que Ayacucho y Comercio, una pantalla gigante mostraba qué pasaba en la misma plaza.
En ese espacio se ve todo de todas partes. Al mediodía no se necesitaba una cámara de fotos profesional para hacer una buena toma de Morales, que al finalizar su discurso de posesión del Estado Plurinacional salió a saludar y a presenciar el desfile de indígenas, sindicalistas, militares y policías. El presidente apareció en el balcón con su brazo izquierdo en alto, acompañado del vicepresidente que en un momento alzó inevitablemente a un niño. Rigoberta Menchú y el príncipe de Asturias se turnaban para hacer comentarios al oído del “guía espiritual” de Bolivia. Otros ministros se movieron al ritmo de la saya de la comunidad afroboliviana, que pasó bailando ante las autoridades. Con el desfile de las comunidades y las fanfarrias se acabó el silencio expectante de la mañana. La plaza se llenó de heladeros, gelatineros, vendedores de CD, exámenes de ingreso a universidades y wiphalas. Mientras, los turistas preguntaban dónde quedaba el estadio de Miraflores, donde iba a continuar la celebración con una “fiesta plurinacional” de música y sería rematada a la noche con otro discurso de Morales.
El 22 de enero no se inscribirá en la memoria de Bolivia sólo como la fecha de posesión del Morales –reelecto con el 64,2 por ciento– y el inicio del Estado Plurinacional. Pasará a ser una de esas fechas que se vuelven nombre de calles o de plazas. Esa es la propuesta de Leonilda Zurita, secretaria ejecutiva de la Confederación de Mujeres Campesinas Indígenas Originales Bartolina Sisa y posible ministra del próximo gabinete. Pidió que la histórica plaza dejara de llamarse Pedro Murillo (porque supuestamente torturó a Túpac Katari) y se la conociera de aquí en más como plaza 22 de Enero.
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