EL MUNDO • SUBNOTA › GORDON BROWN SE OLVIDó DE QUE HABíA UN MICRóFONO
Probablemente no hay un político en la historia que no haya estado tentado alguna vez de decir lo que el primer ministro británico, Gordon Brown, dijo ayer sobre un votante. Los errores de Brown –y fueron errores serios– fueron ceder a la tentación y olvidar que todavía tenía un micrófono puesto antes de desahogarse. Culpando a sus asistentes por lo que él llamó un “desastre” y, llamando a la periodista que lo entrevistó “una intolerante”, su actitud puede quedar como la gaffe de esta campaña. Tendrá un costo.
Cuán alto resulte el costo depende de la respuesta del resto del público votante. Al término del intercambio verbal y tras meterse en el automóvil oficial, Brown no se dio cuenta de que todavía tenía pinchado en el traje el micrófono de la cadena Sky News y se le escuchó decir que la conversación con la periodista Gillian Duffy había sido un “desastre”. “Fue un desastre, nunca me debieron poner con esa mujer. ¿De quién fue la idea? Es ridículo”, se le escuchó decir al primer ministro mientras hablaba con un colaborador suyo en el coche.
Cuando se le preguntó qué era lo que Duffy le había dicho, Brown contestó: “De todo, era una mujer intolerante”. Brown luego se disculpó y regresó a Rochdale para caer de rodillas, metafóricamente, ante la señora Duffy de 65 años. Cuarenta minutos más tarde, se describió a sí mismo como un “pecador penitente” y dijo que su disculpa había sido aceptada. Se esforzó para decir la palabra “perdón”. No hubo ni una palabra de Duffy.
Los comentarios descuidados de Brown tienen capacidad para causar especial daño electoral. Primero, porque van de la mano con la reputación del primer ministro de ser guarango y corto genio. Segundo, porque refuerzan una difundida opinión de los políticos como desdeñosos de aquellos cuyos votos deben solicitar periódicamente. Y, tercero, porque demuestran hasta qué punto hacer campaña se ha convertido en algo orquestado. Brown dio por sentado que debía estar protegido de los clientes molestos. Si hubiera más encuentros entre líderes de partidos y votantes “comunes”, quizás ambos lados debieran estar más capacitados para tomarse las cosas con más calma. Que los otros partidos continuarán aprovechando la gaffe de Brown debe darse por descontado. Sin embargo, ¿cuánta gente puede decir honestamente que nunca se ha desahogado en forma parecida? Se puede afirmar que, como primer ministro, Brown tiene la responsabilidad de ser más cuidadoso, alguien en su posición no debería tener los pensamientos que articuló tan descuidadamente.
Esta noche, en el último debate televisado, Brown defenderá su desempeño en el gobierno y establecerá los planes laboristas para la economía nacional. El país se enfrenta a años difíciles: debemos escuchar lo que los tres líderes de los partidos tienen que decir sobre los grandes temas del día. El lapsus de Gordon Brown en Rochdale no es uno de ellos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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