EL MUNDO • SUBNOTA › EN UNA JORNADA FRENéTICA, CAMERON Y CLEGG COQUETEAN CON LA ALIANZA
En un elaborado paso a paso de gestos y palabras, el líder conservador y el liberal demócrata marcan la cancha para un acuerdo de gobierno de coalición. Cameron describió su oferta como “amplia, abierta y abarcativa”.
› Por Colin Brown *
Desde Londres
David Cameron se sentó en la Sala Thatcher en el tercer piso de la Torre Millbak a las 3.45 de la tarde de ayer e hizo la llamada telefónica más importante de su vida. Lo llamó a Nick Clegg, el líder liberal demócrata, y le ofreció compartir una coalición que los colocaría a los dos en el poder durante los próximos cinco años. Media hora antes, Cameron, enfundado en un traje azul oscuro con una corbata celeste, había atravesado la Puerta de la Reina Anne en We-stminster, hacia el Club Constitucional de St. Stephen. Allí, frente a un enjambre de cámaras, había anunciado su propuesta para crear una coalición de gobierno con el partido de Clegg.
“Nick Clegg dijo que como el Partido Conservador ganó la mayoría de los votos y la mayoría de las bancas en esta elección debería tener la posibilidad de formar un gobierno. Le agradezco”, aseguró, mientras los flashes rebotaban en sus ojos. “Por eso ahora empezaremos las conversaciones con otros partidos para ver cómo podremos hacerlo”, agregó. Cameron ya sabía que el terreno para el diálogo ya había sido preparado por Ed Llewellyn, su jefe de gabinete, y Oliver Letwin, su estratega. Ellos fueron los que empezaron a llamar al equipo de Clegg el jueves cuando las proyecciones empezaron a describir un Parlamento dividido, sin mayoría. Llewellyn es un viejo amigo de Clegg y su esposa, Miriam González Durantez, quien solía trabajar con el dirigente conservador en Bruselas, bajo las órdenes del ex comisionado europeo lord Patten.
Cameron describió su oferta a los liberales demócratas como “amplia, abierta y abarcativa”. Incluyó los cuatro temas en los que Clegg centró su campaña: un comité interpartidario para diseñar una reforma electoral, una reforma del sistema tributario, un subsidio a las escuelas y una economía basada en una reducción de las emisiones de carbono.
La duda ahora es si Clegg estará dispuesto a aceptar la propuesta de revisar el sistema electoral, una oferta que veteranos liberales demócratas ya calificaron como un intento de patear el tema para más adelante. Ayer los dos líderes se limitaron a una coreografía diplomática y coordinada. Hablaron con palabras similares y enfatizaron el quiebre de lo que llamaron la política actual. Ambos coincidieron en la necesidad de dejar de lado los intereses individuales y trabajar juntos por el bien común.
La cordialidad marcó el tono del día, pero Cameron no dejó de ratificar los ejes de su partido, es decir, los temas que no está dispuesto a negociar. Mencionó la necesidad de una Defensa robusta –un comentario que los analistas entendieron como un rechazo a la propuesta de Cregg de desmantelar el sistema nuclear Trindent– e instó a no tomar una posición “débil” contra el problema de la inmigración –aquí la referencia fue evidente–. El partido de Clegg propuso una amnistía para los 600 mil inmigrantes ilegales en el Reino Unido.
No obstante las distancias ideológicas, Cameron se mostró optimista. “Creo que tenemos una base importante para un gobierno fuerte. Inevitablemente las negociaciones que empiezan ahora involucrarán compromisos; eso es lo que significa trabajar juntos en pos del interés nacional”, señaló.
Un importante líder conservador que participa de las negociaciones confirmó que Cameron está listo para ofrecer una alianza que incluya cargos en el gabinete nacional. “Estamos listos para discutirlo. No estamos excluyendo nada”, adelantó. “Si todo eso fracasa, podríamos formar una gobierno en minoría. Pero queremos construir algo estable que dure”, agregó la fuente.
Tanto Clegg como Cameron saben que la parte más dura de las negociaciones será persuadir a sus propias filas. No será nada fácil. La Sala Thatcher, desde donde partió la llamada que inauguró formalmente las conversaciones entre conservadores y liberales demócratas, lleva su nombre en honor de la Dama de Hierro, una dirigente conservadora que durante su gobierno nunca consideró un pacto con los liberales, quienes a su vez tampoco la recuerdan con mucho aprecio.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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