Sáb 29.01.2011

EL MUNDO • SUBNOTA  › EL RéGIMEN INAUGURó UNA NUEVA FORMA DE REPRESIóN

Egipto desapareció de Internet

Las redes de comunicación social se transformaron en un valioso instrumento de lucha política. El régimen de El Cairo lo entendió muy rápidamente y emprendió la represión tecnológica más amplia de la modernidad.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Cada época ha tenido sus monstruos y la nuestra acaba de ver nacer a uno, fiel descendiente de todos los monstruos políticos que ha tenido la humanidad. El presidente egipcio Hosni Mubarak inauguró la versión moderna de la represión. Ya no se trata de reprimir, encarcelar, torturar y matar. Ya no se trata de ahogar la libertad de expresión controlando los medios de comunicación y amordazando a los periodistas. Mubarak estrenó algo más severo e histórico: la desaparición de un país de la red, es decir, la imposibilidad de que los seres humanos se comuniquen entre sí a través de Internet, por teléfonos móviles o SMS. La insistencia de mantener a un país bajo las botas llevó al prehistórico régimen egipcio a atrasar el calendario tecnológico de más de dos décadas. Después de dejar fuera de uso Facebook y Twitter, el gobierno egipcio ordenó a los cuatro operadores de Internet cerrar por completo la comunicación. Link Egypt, Vodafone/Raya, Telecom Egypt y Etisalat Misr dejaron sin red a los casi 23 millones de usuarios de Internet. El país volvió a los años ’80. Con esa decisión, Mubarak demuestra que la clave de la modernidad ya no es la más que manipulada libertad de expresión sino la comunicación, el link, el lazo que permite comunicarse y organizarse. Internet nos trajo esa posibilidad. Mubarak la borró del mapa. Le medida de los prehistóricos de El Cairo es la más masiva adoptada hasta hoy. Los precedentes de Birmania, 2007, e Irán, 2009, no compiten con el caso egipcio. Rangún y Teherán, confrontados a las protestas callejeras por la ilegitimidad de ambos regímenes, sólo perturbaron los accesos a los móviles y a la red (Facebook y Twitter) por algunos días. Egipto procedió a la represión tecnológica más amplia de la modernidad. “En 24 horas perdimos 97 por ciento del tráfico Internet egipcio”, según confirmó en París Julien Coulon, uno de los responsables de la empresa francesa Cedexis, encargada de regular el tráfico de la red.

Egipto no sólo cerró los accesos a Internet sino que también se sirvió de las redes sociales para proceder a arrestos masivos. El poder puede acceder a los datos almacenados en las redes sociales con toda libertad. A su vez, las compañías que ofrecen accesos a Internet tienen la obligación de entregarles los datos a las autoridades cuando estas lo requieren sin que medie ninguna intervención judicial. Los dientes del dinosaurio acabaron ayer por cortar la comunicación global: imagen cruel de un poder faraónico separado desde hace mucho del mundo en el que viven las nuevas generaciones. Egipto, al igual que el país que inspiró la ola de propuestas democráticas, Túnez, integra la lista de 13 países clasificados como “enemigos de Internet” por la ONG francesa Reporteros Sin Fronteras.

El argumento que justifica el cerco contra la población es ya universal: la lucha contra los fundamentalistas islámicos. Sólo que ahora, quienes salieron a las calles eran todo menos islamistas. Con sus teléfonos móviles, los sms, Face-

book, Twitter y las redes son más bien geeks democráticos, conectados con un mundo abierto. El Informe anual de Reporteros Sin Fronteras sobre la censura en Internet (mayo de 2010) denunció el hecho de que, desde 2007, el gobierno de Mubarak organizó un férreo control de la red con el pretexto de la amenaza del terrorismo de corte islamista. El boicot a la red se convirtió en el boicot a una generación, a la inscripción en la modernidad. Represión física y represión tecnológica. Mubarak mostró un camino, o, mejor dicho, valorizó con su desmedida lo que realmente significa la red en un mundo donde la libertad de expresión, o sea la manifestación de las ideas y la difusión de la información, están en su gran mayoría en manos de conglomerados privados cuyos intereses responden cada vez menos al de los pueblos y cada vez más al de los intereses económicos, políticos y geoestratégicos. La libertad de comunicar, de concertar, de aunar, de linkear propuestas, de difundir imágenes e informaciones por encima de los aparatos tradicionales de difusión se tornó más peligrosa que la libertad de opinar. El poder egipcio quiso ahogar el flujo. En el camino perdió al gobierno y acercó más la cita con la próxima derrota. La Revolución de los Jazmines que se inició en Túnez se reencarnó en Egipto. Su destino dibujará en el futuro la geografía política del mundo. La historia no ha llegado a su fin. Los seres humanos comunican para seguir escribiendo su propia historia contra quienes se empeñan en hurtarles la palabra, la libertad, los sueños y la comunicación.

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