EL MUNDO
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Luchar contra la guerra
Por José Genoino *
Los Estados Unidos pueden desencadenar en cualquier momento la guerra contra Irak y vencerla militarmente. Pero al mismo tiempo, paradójicamente, perderán la guerra antes de que empiece. Perderán la guerra desde el punto de vista moral, porque no hay un elemento objetivo consistente que la justifique. Desde el punto de vista político, porque la mayoría de la opinión pública mundial y un gran número de países están en contra de la guerra. La guerra sufre fuerte oposición hasta dentro de los Estados Unidos y de su principal aliado, Inglaterra. Las manifestaciones pacifistas simultáneas en varias ciudades del mundo revelan la llegada definitiva de un nuevo factor de poder: la opinión pública mundial. Lo que configuró este nuevo fenómeno es la velocidad e instantaneidad de las comunicaciones y, principalmente, la existencia de formas de comunicación directa entre las personas, sin el control del poder político o económico. El principal instrumento de esa comunicación directa entre personas y grupos es Internet. Fue a través de Internet que se produjo la articulación de las manifestaciones pacifistas simultáneas.
En el mundo globalizado, la opinión pública mundial deberá adquirir un peso relativo creciente en la inducción de las definiciones gubernamentales, sea en los países periféricos o sea en los países que detentan el liderazgo mundial, como Estados Unidos, Europa, Rusia. La opinión pública mundial tenderá a ser un factor que frenará las acciones arbitrarias, dictatoriales e inconsultas de los gobiernos. Actuar en rebeldía del aval de la opinión pública mundial representará una acción sin sustento ni legitimidad. Es lo que pretenden hacer los Estados Unidos e Inglaterra al querer concretar, a cualquier costo, una guerra contra Irak. Esa obsesión viene provocando una crisis sin precedentes del sistema internacional que surgió con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sistema que tiene en la ONU su configuración institucional. Ese sistema y la ONU tienden a desmoralizarse delante de estas dos posibilidades: 1) si los Estados Unidos y la Inglaterra hicieran la guerra sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU; 2) si el Consejo de Seguridad de la ONU, que tiene inspectores en Irak y que producen informes indicando que la violencia no es necesaria, diera su aval a la guerra por presión de los Estados Unidos.
Garantizar la paz, en estas circunstancias, no es apenas un gesto pacifista y humanitario. Representa también la tentativa de preservar lo que resta del sistema internacional solidario centrado en la ONU. Si ese sistema fuera preservado, será posible reconstruirlo en términos más democráticos, teniendo en cuenta el pluralismo de los modelos políticos, de culturas y civilizaciones. Si fuera destruido por la fuerza de la guerra, el nuevo orden que sobrevendrá estará fundado en la fuerza y el unilateralismo de los Estados Unidos, en caso de que venzan militarmente e impongan sus intereses al mundo. Lo que estimula a Bush y a los Estados Unidos hacia la guerra son, básicamente, dos motivaciones. La primera es un ajuste de cuentas con Irak y tiene como plano de fondo el dominio de una de las más importantes fuentes de petróleo del mundo. La segunda demuestra la pretensión de Estados Unidos de fundar un nuevo orden mundial basado en un modelo unipolar e imperial, en el cual se tornarían la potencia dominante. Con la conquista de Irak, los Estados Unidos pretenden adquirir el derecho moral de remodelar todo el mundo árabe-musulmán.
Luchar contra la guerra es un imperativo mundial y de orden material, pues envuelve principios e intereses. Es verdad que muchas de las naciones tienen intereses implicados en la lucha por la paz. Pero la paz también se tornó en una causa común de la humanidad.
* Presidente nacional del Partido de los Trabajadores (PT).
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