EL MUNDO
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Como Etiopía y Uzbekistán
› Por Luis Bruschtein
Durante el menemismo estuvieron de moda excluyente los teóricos del alineamiento incondicional con Washington. Los que no estaban de acuerdo eran considerados un ruido molesto, algo tan estúpido que ni valía la pena refutar. Ahora pasa lo mismo en Afganistán, Uzbekistán, Ucrania, Nicaragua, Lituania y Etiopía entre otros gobiernos que acompañarán a George Bush a la guerra. Si Carlos Menem fuera presidente, la Argentina estaría en esa lista de supuestos luchadores democráticos del Primer Mundo.
Si en Nicaragua o en Afganistán alguien pone en duda esa política exterior, aparece un técnico en diplomacia formado en Harvard o un empresario chantapufi que le explicará en forma condescendiente que la única prosperidad posible en este mundo está tras los pasos de Estados Unidos, como lo demuestra la Argentina, que mandó buques a la guerra del Golfo. Los uzbecos, afganos y etíopes deberán hacer la misma experiencia en la que los argentinos hemos sido vanguardia, una especie de mercenarios pobres.
Y también están los periodistas, sobre todo los analistas internacionales de los grandes medios norteamericanos que hablan de un nuevo concepto de seguridad mundial que nace tras el atentado a las Torres, para adornar la guerra de Bush. Un tremendo esfuerzo para sostener desde el sentido común mediático una política absurda que ha esparcido inquietud en todo el planeta.
Todos esos analistas internacionales, los técnicos que chapean con pomposos doctorados y empresarios chantapufis, antes parecían inteligentes. Y ahora, confrontados con la realidad de la guerra, aparecen como una manga de cretinos. Es la falsa inteligencia de los oportunistas. No hay nada más fácil que pensar como el poder: da éxito, fama, dinero, premios y cargos públicos.
Los grandes imperios de la historia, los romanos, los incas o cualquiera de ellos, sostenían su dominación sobre la base de un equilibrio que tenía una fuerte lógica interna, además del poder económico y militar. A veces esa lógica era más importante que los dos últimos. Con el ataque a Bagdad, Bush se llevará por delante el sistema de equilibrios sobre los que se apoyaban hasta ahora las relaciones internacionales y pondrá en ascuas a todo el planeta. Es difícil saber si se trata del adelanto de un nuevo ordenamiento mundial o del exabrupto de un palurdo, lo que es evidente es que hay que empezar a pensar en otro mundo posible.
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