Lun 26.05.2014

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINIóN

La guerra y la paz

› Por Mercedes López San Miguel

Alcanzar la paz en Colombia, tras décadas de conflicto interno, ha sido el tema trascendental en estas elecciones. El mandatario Juan Manuel Santos se autoproclama el candidato de la paz, el que va a conseguir un acuerdo con la guerrilla de las FARC, aunque sostiene que “nada está negociado hasta que todo esté negociado”. En cambio, el delfín de Alvaro Uribe, Oscar Iván Zuluaga, candidato del Centro Democrático, es reconocido como el principal detractor de las negociaciones que el gobierno mantiene con el grupo rebelde desde noviembre de 2012. Es más, un video conocido hace una semana probaría que él estaba al tanto de las maniobras ilegales de su campaña, ya que aparece junto al hacker Andrés Sepúlveda –hoy detenido–, quien le cuenta cómo estaba obteniendo información de inteligencia sobre las negociaciones.

El camino que tomó Santos hasta que anunció que se sentaba a conversar con el grupo insurgente primero en Oslo y luego en La Habana fue zigzagueante. Conocido durante el gobierno de Uribe por su virulencia, el entonces ministro de Defensa liquidó al jefe guerrillero Raúl Reyes invadiendo suelo ecuatoriano en 2008. El cerco militar contra el grupo rebelde se siguió estrechando hasta que en 2011, cuando Santos era ya presidente, ordenó un operativo quirúrgico en el que fue muerto el jefe insurgente número uno, alias Alfonso Cano. Acabar con la guerrilla más antigua del continente parecía la obsesión del ex discípulo de Uribe devenido en archirrival, hasta que a fines de 2012 anunció que se sentaba a dialogar con la golpeada guerrilla. No por nada ha sostenido que “la primera virtud de un soldado y de un hombre de Estado es ser capaz de entender cuándo hay que hacer la guerra y cuándo es necesario hacer la paz”.

Sin embargo, hay quienes señalan que la negociación podría estancarse porque el gobierno se negó a declarar un alto el fuego, no selló acuerdos humanitarios y mantuvo a la cabeza del Ministerio de Defensa a un hombre de línea dura. “Se debe resaltar como uno de los factores más negativos en su política de diálogo con las FARC el mantenimiento del guerrerista ministro (de Defensa) Juan Carlos Pinzón, quien más parece un ministro de Uribe Vélez que del propio Santos”, enfatizó el ensayista Alberto Pinzón Sánchez en un artículo publicado por Rebelión.

Otros analistas mantienen un cauto optimismo. Silvio Platero, presidente del movimiento cubano por la paz y la soberanía de los pueblos, afirmó a este diario que ve interés en ambas partes de continuar el diálogo. “Hay tres aspectos aprobados, y ése es un aliciente para estimular la continuidad: la cuestión agraria, la participación política en el futuro de los que forman parte de las FARC y el narcotráfico. Nunca antes se ha encaminado tanto como en este caso.”

Según Platero, el propio Santos reiteró que tiene la determinación de que el proceso de diálogo prospere, con el último punto de la agenda. “Empezaron con los asuntos más difíciles. Un tema que queda pendiente y es complicado es el desarme, habría que ver cómo se consensúa, pero los delegados del gobierno dicen que es un punto solucionable. Tenemos la esperanza de que el diálogo de paz culmine en un éxito para la paz en Colombia y resolver 60 años de conflicto.”

Santos hace énfasis en los beneficios que tendrá Colombia con la firma de la paz, al dejar de invertir en la guerra y dedicar este presupuesto a salud, educación, infraestructura y desarrollo. La famosa ex rehén Ingrid Betancourt, quien fue funcionaria de Santos durante su mandato como jefe en el Ministerio de Comercio Exterior en la década del ’90, confió en mayo del año pasado a Baltasar Garzón que creía en la voluntad del mandatario. “El está sembrando lo necesario para lograr la paz, y si no lo logramos con Juan Manuel Santos, lo veo muy difícil. ¿Quién podría?”

Zuluaga promete suspender el proceso en caso de llegar al Palacio de Nariño, una posibilidad que se torna más palpable tras los resultados electorales de ayer. La negociación en La Habana es el segundo intento de diálogo con la principal guerrilla del país, después de más de medio siglo de conflicto armado interno que se ha cobrado las vidas de 220 mil personas.

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