Lun 07.12.2015

EL MUNDO • SUBNOTA  › EN EL BARRIO CHAVISTA 23 DE ENERO SE ESCUCHARON TAMBIéN VOCES CRíTICAS

Un bastión, pero no tanto

Gilberto Marcano, de 73 años, hace un juramento antes de acercarse a la máquina de votación: “Jamás le quedaré mal a mi Comandante”. Nelly Merchán, en cambio, se distanció del gobierno cansada de hacer cola en el mercado.

En una fila para votar por un nuevo Parlamento venezolano, Gilberto Marcano proclama: “¡Revolución y más nada!”. A pocas cuadras, Nelly Merchán frunce el entrecejo y confiesa: “Yo voté por Chávez varias veces, pero cambié porque esto no va pa’ ningún lado”. Marcano y Merchán acuden a centros electorales del barrio 23 de Enero, uno de los bastiones del chavismo en el oeste de Caracas, pero ella, costurera de 63 años, se divorció del proceso “revolucionario” porque, entre otras cosas, está cansada de hacer colas para conseguir alimentos. En el 23 de Enero sonó el toque de diana a las 4 hora local (5.30 hora argentina) para despertar a los votantes llamados a elegir 167 diputados de la Asamblea Nacional.

Frente al Liceo Manuel Palacio Fajardo, en el que sufragaba el fallecido líder Hugo Chávez, merodea una camioneta oficial de la emisora radial del Parlamento. Por los potentes parlantes del vehículo suena “Indestructible”, la canción del salsero puertorriqueño Ray Barreto que el presidente Nicolás Maduro adoptó durante la campaña electoral. “¿Oyes eso? Dijeron que no se podía hacer campaña hoy y ellos igual lo hacen. ¡Abusan en todo!”, se queja una mujer de 34 años. “Aquí es necesario un cambio radical. Esto se salió de control por culpa de los radicalismos”, dice, admitiendo, casi entre susurros y con sonrisa pícara, que es empleada de la estatal petrolera PDVSA, por lo que prefiere reservar su identidad.

El populoso barrio está recargado de murales y consignas. Lo decoran los rostros de Simón Bolívar, Karl Marx y Ernesto “Che” Guevara. Desde una esquina saltan a la vista unas letras rojas grandes que rezan: “Chávez, te estamos cumpliendo”. La frase resume el pensamiento de Marcano, que hace un juramento antes de acercarse a la máquina de votación: “Jamás le quedaré mal a mi Comandante”. El mecánico de 73 años recuerda que en su primera oportunidad –calcula que en la década de los años 70–, votó por el Partido Comunista de Venezuela y asegura que desde 1998 lo ha hecho siempre por candidatos del chavismo.

El barrio 23 de Enero parece un domingo normal. Bajo un cielo despejado y en un clima marcado por el fresco del trópico, algunos parroquianos empinan botellas de cerveza, ignorando la prohibición de consumir alcohol durante el fin de semana electoral. Otros instalan puestos de propaganda oficial, que también contradicen las normas establecidas por las autoridades. En uno de los edificios, que son parte de una comuna insurgente, ondea una bandera de franjas negras y rojas, símbolo que utilizan bandas criminales de la zona para advertir a sus enemigos que están de luto, pero también en pie de guerra, cuentan habitantes del barrio.

Venezuela es, después de Honduras, el país con la segunda mayor tasa de homicidios del mundo, según cifras de Naciones Unidas: 62 por cada 100.000 habitantes. Pese a estar en un feudo chavista, donde el fundador de la revolución bolivariana reinó hasta su muerte, Nicole Casaña dice sin temor, en la puerta del centro de votación, que está en desacuerdo con la composición actual de la Asamblea, dominada por el oficialismo desde hace 16 años. “Es necesario que haya diversidad, que se produzca un debate para sancionar leyes. El Parlamento no está para aprobar habilitantes”, explicó la periodista de 21 años.

En marzo pasado el legislativo venezolano, presidido por el candidato en estos comicios y número dos del chavismo, Diosdado Cabello, otorgó superpoderes al presidente Maduro para gobernar por decreto, escudado en una tensión diplomática con Estados Unidos. Casaña, quien se define como “izquierdista”, se queja de la aguda escasez de productos básicos y de la inflación, que según economistas independientes cerrará el año en 200 por ciento, pero desconfía de que los cambios estén a la vuelta de la esquina. “La gente habla mucho de cambio, cambio, cambio –señala Casaña–, pero cambiar y resolver los problemas es algo que toma mucho tiempo”, concluye.

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