EL MUNDO
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Qué puede esperarse
› Por Claudio Uriarte
Para entender lo que está pasando en Medio Oriente, quizá lo mejor sea empezar descartando lo que no va a pasar. Primero, Israel no va a asesinar al líder palestino Yasser Arafat; segundo, no va a conducir una guerra de exterminio contra los palestinos ni organizar su expulsión masiva a través de las fronteras. El objetivo de esta operación es desarmar a las distintas fracciones guerrilleras palestinas, para lo cual el asesinato de su líder sería un motivo de irritación diplomática tan gigantesco como innecesario; y en cuanto a la guerra de exterminio o la expulsión masiva, son absolutamente imposibles en términos políticos, por más que el seguro aumento del nivel de violencia militar en los días y semanas que se vienen pueda sugerir lo opuesto.
Es que ésta tampoco es una guerra de expansión o de adquisición territorial, por más que el casi seguro avance de las fuerzas israelíes en los próximos días y semanas sobre la totalidad de Cisjordania y Gaza también pueda sugerir lo contrario. Estrictamente hablando, se trata menos de una guerra que de una operación policial a gran escala. Su formato aproximado es el de la invasión al Líbano en 1982: la ocupación intensiva de territorio por un largo período para deshacer redes de ataques contra Israel. En este sentido, los alcances de la operación son limitados, aunque su área de operaciones –como lo enunció el viernes Ariel Sharon y lo repitió ayer Benjamin ben Eliezer– no lo sea. No se trata, en este sentido, de una guerra para resolver el problemas palestino de cuajo. Absorber los territorios y la población palestina no es más posible ahora que en 1993, por lo cual el consenso israelí en torno a un futuro Estado palestino sigue siendo válido. El cálculo que maneja Ariel Sharon es simple: cuando no hubo proceso de paz, los atentados eran mucho menores. Detrás de esta posición cierra filas hoy la mayoría de la población y los políticos israelíes, luego de una escalada que llegó a varios atentados por día y un número de bajas israelíes con proporciones de guerra. De esto se deduce que Israel va estar un largo tiempo en las zonas palestinas.
Una de las incertidumbres del caso concierne a las jugadas de respuesta en el tablero regional. La primera respuesta vino ayer del lado de Siria y de Irán, cuando las milicias de Hezbolá (amparadas por la primera y armadas por el segundo) atacaron las granjas de Chebáa en el Golán ocupado. Y con un Irak rearmado, pero cuyo nivel de rearme se desconoce, la posibilidad de una extensión del conflicto no puede descartarse.
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