EL MUNDO
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Los desafíos para la unión ampliada
Página/12
en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo
Desde Londres
La nueva Unión de 25 miembros plantea varios interrogantes. La formación de un mercado de 450 millones de personas que se extiende hasta las fronteras mismas de Rusia y la puerta histórica al Medio Oriente (Turquía), que va de las costas de Dunkerque hasta las profundidades de Transilvania, tiene un indudable valor histórico. Ocho de los 10 nuevos miembros pertenecen al ex bloque soviético –Polonia, Hungría, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovenia, Eslovaquia, la República Checa– mientras que los otros dos –Chipre y Malta– son naciones con escasa viabilidad en esta era de los grandes bloques. Pero las extraordinarias dimensiones de la nueva Unión Europea también recuerdan la dificultad de movimiento de un elefante en una época en que es requisito imprescindible la rápida adaptabilidad en un mundo globalizado de cambios continuos y vertiginosos.
Las dificultades políticas son un botón de muestra. Las 25 naciones necesitaron más de dos años de negociaciones a fin de llegar a un principio de acuerdo para la Constitución que sustituirá los tratados previos que gobernaban a la Unión. El acuerdo final para esta Constitución debe alcanzarse en la próxima cumbre europea del 17 y 18 de junio y tiene que ser ratificado por cada nación a nivel parlamentario o por referendo. Durante meses las negociaciones se empantanaron en un punto: el porcentaje de votos que correspondía a cada nación en las decisiones que se toman por mayoría calificada. Más que por virtud de los integrantes se salió de la impasse por un azar siniestro: el atentado del 11 de marzo asestó un golpe letal al Partido Popular de José María Aznar en España y abrió las puertas a la política conciliadora de José Luis Rodríguez Zapatero.
En el área económica las cosas no lucen más fáciles. La Europa de los 25 países tiene naciones muy disímiles con economías que marchan a muy diferentes velocidades. Entre Alemania (30 mil dólares de ingreso per cápita) y Eslovaquia (6 mil), entre Francia (31 mil) y Hungría (9 mil) la brecha de desarrollo económico y social es gigantesca. Sin embargo, las ocho ex naciones comunistas están creciendo a un ritmo bastante acelerado desde que se anunció su incorporación a la UE. Polonia lidera el grupo con un crecimiento que rozó el 6 por ciento en el primer trimestre de este año, pero países como Eslovaquia, uno de los más pobres del nuevo grupo, están convirtiéndose en imanes para la inversión extranjera por su economía de bajos salarios y cargas impositivas.
En abril, el banco mercantil Merril Lynch predijo un proceso de desindustrialización de Europa occidental. “No se ve por qué una compañía automotriz japonesa o estadounidense van a preferir instalarse en Europa occidental”, señala el informe. El canciller de Alemania, Gerhard Schroeder, ya puso el grito en el cielo en relación con esta ventaja comparativa: “Estas políticas no les permiten a estos países financiar sus proyectos de infraestructura por lo que requieren que sean cofinanciados por Bruselas. Esto no puede ser”, dijo recientemente. Pero algunos analistas predicen que el impacto para los países del Este europeo será igualmente arduo. “La perspectiva de la ampliación ha aumentado la confianza empresaria en los últimos años, pero es altamente improbable que redunde en marcados beneficios materiales a corto plazo”, señala el economista húngaro Laszlo Andor.
Otro asunto es la política inmigratoria. El martes el primer ministro Tony Blair aclaró a los miembros de los 10 nuevos países que Gran Bretaña implementaría una dura política inmigratoria y que no tendrían las puertas abiertas para trabajar y disfrutar de sus servicios sociales y médicos. El resto de los países ya dejaron en claro que su política será similar en los próximos 5 a 7 años. En respuesta, Hungría y Polonia anunciaron que impondrían similares restricciones a los integrantes de los 15 miembros que quisieran trabajar en sus países.
A favor, es que la integración europea sorteó en su casi medio siglo de historia momentos igualmente complicados para convertirse, de los seis miembros de los Tratados de Roma en 1957-58, en las 15 naciones con 380 millones de habitantes del presente. En el camino hubo resistencias a la ampliación, desde la negativa de De Gaulle a aceptar a los británicos en los 60, hasta los temores de Alemania al impacto que causaría la incorporación de España y Portugal en 1986. Tampoco la Unión plantea detenerse acá. Bulgaria y Rumania tienen allanado el camino para incorporarse en el 2007 mientras que el bloque debe decidir en diciembre si inicia negociaciones al respecto con Turquía.
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