EL MUNDO
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Viendo la caída de Fidel en Little Havana
Por E. F.
Desde Miami, Florida
Con la primera plana del Nuevo Herald extendida sobre las piernas y una mirada burlona y alegre, Javier, un cubano de Miami, dice: “Un tropezón no es caída, pero esto prefigura el ocaso final”... Junto a otros tantos cubanos, Javier hace la cola para comprar los diarios que muestran la foto del presidente cubano por el suelo (ver pág. 18). La gente se lleva el diario y no lo puede creer. La comunidad cubana de Miami se despertó conmocionada y con algunas ilusiones que antes no tenía. “Es un signo, el hombre está en las últimas”, asegura Carmen, una cubana que lleva 20 años en el exilio. “Durante todo este tiempo –dice– le he rezado a Dios por muchas cosas. Hace unas semanas, recé para que los huracanes no nos destruyeran y, como siempre, no me olvidé de rezar para que Fidel se cayera... Y Fidel se cayó... Claro, no pensé que iba a ser así, pero verlo por el suelo...”, concluye la mujer apoyada por decenas de comentarios similares.
Efraín Martínez, un cubano norteamericano, ya jubilado pero siempre con las valijas listas para regresar, expresaba su alegría pero también su pena. “Lo siento por él y por mí. Por él, porque es una pena que dé una imagen tan degradante. Por mí, porque esperé demasiado tiempo y ahora estoy viejo... Pero igual sueño volver. Siento que la isla está más cerca.”
Ninoska Pérez Castellón, miembro del Consejo por la libertad de Cuba, decía a los partidarios de la mano dura contra el régimen cubano que “ya es hora de que se lo lleve el ocaso. Este señor tiene las riendas del poder desde hace 45 años y creo que ahora el tiempo y la salud se las ha hecho soltar”. En un abrir y cerrar de ojos, la comunidad cubana de Florida vio la posibilidad de que el incidente, considerado con todo como una peripecia por el gobierno norteamericano, sea la antesala de un auténtico giro. “Mira, chico, si se cayó la Unión Soviética, el Muro de Berlín y hasta esos cohetes esos que se mandan al cielo, ¿cómo no se va a caer Fidel? ¿Dímelo tu? Claro, chico, si yo fuera él, digo Fidel, ya me tomaría la jubilación”, decía Severo, empleado en un supermercado de Miami. De tan increíble, a muchos cubanos la historia hasta les parecía “como un cuento de los servicios secretos”. Pero a fuerza de mirar la foto en el diario, de darles vueltas y más vueltas a esas imágenes, “hay que reconocer que nada de lo humano es eterno. Ya lo dije yo: ¿no se habla por ahí de un ángel caído? Entonces, dime tú si se cayó un ángel, ¿cómo no se va a caer un demonio?”.
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