EL MUNDO • SUBNOTA › OPINION
› Por Robert Fisk *
Quedan pocas marcas en el camino donde los misiles mataron a los inocentes de Marjayoun. Pero hay recuerdos de lo que sucedió inmediatamente después del ataque aéreo israelí sobre el convoy de 3000 personas el 11 de agosto: una joven cristiana de 16 años gritando “quiero a mi papá” mientras el cuerpo mutilado de su padre yacía a pocos metros de ella, el mukhtar (alcalde) del pueblo descubriendo que su mujer Collette había sido decapitada por uno de los misiles israelíes, el voluntario de la Cruz Roja libanesa que fue a la oscuridad del Líbano para darles agua y sandwiches a los refugiados y resultó alcanzado por otro misil y cuyos amigos no pudieron alcanzarlo para salvar su vida.
Están los que se quiebran cuando recuerdan la masacre de Joub Jannine y están los israelíes que les dieron permiso a los refugiados para abandonar Marjayoun, que especificaron qué caminos debían transitar y que luego los atacaron con aviones teledirigidos y quienes, cinco días después de que se les preguntara por la tragedia, no se preocuparon en explicar cómo habían matado a por lo menos siete refugiados y herido a otros 36 sólo tres días antes de que el cese de fuego de la ONU entrara en vigencia. Es una de las historias no contadas de la guerra Israel-Hezbolá; hay otras, pero la tragedia de estos refugiados en su mayoría cristianos involucraron a un montón de funcionarios y ministros libaneses, al primer ministro del Líbano, al embajador de Estados Unidos y al Ministerio de Defensa israelí.
Todo comenzó el 10 de agosto, cuando los israelíes desplegaron una ofensiva terrestre dentro del Líbano después de un mes de bombardeos masivos a los pueblos del sur del país. El brigadier general Adnan Daoud, comandando una fuerza mixta de 350 policías paramilitares y soldados en las barracas en la ciudad cristiana de Marjayoun, encontró un hombre en el portón a las 9 de la mañana, un oficial israelí que decía llamarse coronel Ashaya. Daoud, cuyos hombres no estaban luchando contra los israelíes, llamó al ministro del Interior libanés, Ahmad Fatfat, que refrendó la decisión de dejarlo entrar. “Ashaya” se pasó cuatro horas mirando las barracas para asegurarse de que no había miembros de Hezbolá. Luego se fue. Daoud puso una bandera blanca en la guardia.
Pero a las 4 de la tarde, un tanque israelí se acercó a las barracas y se abrió paso a los tiros. Fatfat volvió a decirle a Daoud que los dejara entrar. Los israelíes le informaron a Daoud que “somos los ocupantes y estamos a cargo”. Daoud fue encerrado en una habitación, desde donde llamó nuevamente a Fatfat y éste llamó al primer ministro Fouad Siniora quien, de casualidad, estaba hablando con el embajador de Estados Unidos en Beirut, Jeffrey Feltman. Este les dijo a sus diplomáticos que llamaran al ministro de Defensa israelí y rápidamente contestaron que no debía haber tropas israelíes en las barracas de Daoud. Pero los israelíes de Marjayoun no le creyeron a Daoud.
A las siete de la tarde, Daoud llamó a Fatfat para conseguir un convoy de refugiados de Marjayoun a Beirut. El gobierno libanés llamó al comando de las Naciones Unidas en el sur del Líbano a la mañana siguiente, el 11 de agosto, para conseguir el permiso para que miles de refugiados viajaran al norte. Dos vehículos blindados de la ONU, tripulados por tropas indias, aparecieron en Marjayoun para encontrar a por lo menos tres mil personas, incluyendo refugiados musulmanes chiítas, esperando para partir. Hubo demoras. Salieron de Marjayoun liderados por 350 soldados de Daoud. Los vehículos de la ONU abandonaron el convoy en Hasbaya, el límite norte de las operaciones de la ONU, dejando a los refugiados expuestos peligrosamente. Los refugiados se estaban acercando a Joub Jannine cuando los golpeó el desastre a las 8 de la noche.
“La primera bomba impactó en el segundo coche”, dijo Karamallá Dagher, un reportero de Reuters. Al hablar de los muertos, Dagher se quiebra y llora. El alcalde de Marjayoun, Fouad Hamra, dice: “Mucha gente se fue. Todo debería haber salido bien. Si se supone que Hezbolá estaba llevando armas durante la noche, ¿por qué estaban viajando en la dirección opuesta? ¿Quién volaba los aviones teledirigidos? ¿Un soldado israelí de la fuerza de invasión? ¿Un funcionario anónimo del Ministerio de Defensa en Tel Aviv? Los israelíes sabían que un convoy de civiles estaba en el camino. Sin embargo, enviaron aviones teledirigidos para atacarlo. ¿Por qué? Hasta anoche el Ministerio de Defensa israelí no había respondido.
* Desde Joub Jannine, al Este del Líbano. De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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