EL MUNDO • SUBNOTA › SALIO INMUNE DE LOS CRIMENES DE LA DICTADURA, PERO NO LE PERDONAN QUE ROBE
› Por C. P.
Desde agosto de 2004, cuando estalló el caso Riggs, que el ex dictador chileno Augusto Pinochet Ugarte no acaparaba tanta atención pública. Las querellas y desafueros en su contra se fueron convirtiendo en parte del paisaje nacional, hechos que junto a las millonarias cuentas encontradas por el mundo ya no sorprendían a nadie. Sin embargo, fue la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) la que primero dimensionó el nuevo episodio en la vida del retirado militar: “De Pinochet ya no nos extraña nada”, dijo Lorena Pizarro, presidenta de la entidad.
Y es que los eventuales hallazgos de depósitos en oro sólo son la guinda de la más agria de las tortas. Pastel que con el correr del tiempo se dividió en cuatro: las denuncias por violaciones a los derechos humanos; su detención en Londres en 1998; la acusación del Senado estadounidense que determinó que poseía diversas cuentas desparramadas por el globo, abiertas al menos con una decena de identidades falsas –lo que marcó el inicio de su declive político y el distanciamiento con la derecha–; y ahora las nueve toneladas de oro.
Luego de su detención en Londres, el 16 de octubre de 1998 –incluida la visita de la ex ministra Margareth Thatcher, a quien ayudó en la guerra de las Malvinas–, Pinochet regresó a Chile. Aduciendo razones humanitarias, pudo dejar Inglaterra y no ser extraditado a España. Más tarde, gracias a una decena de exámenes médicos que lo dieron por demente, logró zafar de los juicios que hasta hoy existen en su contra. En opinión de muchos analistas políticos, no fue el resultado del plebiscito de 1988 lo que derrotó a Pinochet. Tampoco el Informe Rettig con sus 3000 muertos, ni el Informe Valech con 30.000 torturas y violaciones.
Fue el enriquecimiento ilícito y las cuentas descubiertas en el Banco Riggs lo que realmente sepultó su imagen. Esto porque más de la mitad de Chile sabía que era un asesino, que abusó de su posición para matar y torturar, todos actos amparados por la derecha. Empero, lo que realmente impactó y golpeó el alma de sus seguidores fue el mote de ladrón. Habrá que ver ahora cómo reaccionan los pocos que aún se atreven de mostrarse partidarios del dictador. La esposa de Pinochet, Lucía Hiriart, calificó como una “canallada” las versiones de prensa, siguiendo la línea de sus dichos cada vez que es requerida por la situación judicial de su marido. A su vez, Marco Antonio Pinochet, hijo menor del general, se defendió: “Hemos estado viviendo, por largo tiempo ya, una persecución y un asedio permanente. Cada cierto tiempo, cuando hay algún tipo de problema en el gobierno, sale a relucir la figura de mi padre y se lo ataca permanentemente”, agregó, en referencia a las denuncias sobre las irregularidades registradas en Chiledeportes.
La Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago tiene que resolver entre el jueves y el viernes la solicitud formulada por el Consejo de Defensa del Estado (CDE) para levantar la orden de no innovar con la que se encuentra paralizado el caso Riggs. Una vez que se decida al respecto por parte del tribunal de alzada capitalino, el ministro de fuero en ejercicio de la causa, Juan González, tendrá que disponer de las medidas cautelares pertinentes para establecer la veracidad de la información proveniente del Hongkong & Shanghai Banking (HSBC)
En esta cuerda, el presidente del ultraderechista partido Unión Demócrata Independiente (UDI), el senador Hernán Larraín, afirmó que “siempre es sospechoso” que aparezcan temas distrayendo la atención. Y se despachó con una frase para el bronce: “Lo que tiene que ver con Pinochet tiene que ver con el pasado”, olvidando el repudio público que hizo su sector a la detención de Pinochet en Virginia Waters hace 8 años.
En el otro extremo, la directiva del Partido Comunista (uno de los más perseguidos por el régimen militar) exigió que se degrade a Augusto Pinochet de sus cargos de general de la República por manchar el honor del Ejército y las Fuerzas Armadas.
Así, con 90 años a cuestas y la memoria de numerosas víctimas a sus espaldas, Pinochet vuelve al primer plano esta vez de seguro pensando en el viejo refrán: no todo lo que brilla es oro.
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