EL MUNDO • SUBNOTA
› Por Christian Palma
Desde Santiago
La muerte de Pinochet polarizó nuevamente a Chile, aunque no con la misma fuerza con que su siniestra figura dividía a este país en sus días de gloria. No obstante, la fiesta popular que se desató espontánea en las calles tras el deceso del tirano, como las manifestaciones, barricadas y enfrentamientos con Carabineros, se extendieron hasta la madrugada de ayer, encendiendo las luces de alarma en los organismos encargados de la seguridad nacional. Y las marchas no pararon más. Hoy son los funerales del genocida. Como se sabe, no se le rendirán honores como jefe de Estado y ante sus restos sólo se cuadrarán los hombres de armas. Esta decisión del gobierno chileno exacerbó más los ánimos de los adherentes a Pinochet. En la otra vereda, sus miles de detractores volverán a las calles para terminar la fiesta que comenzó a las 14.15 horas del domingo cuando la sirena de las máquinas de respiración artificial que mantenían con vida al dictador dejó de sonar.
En este escenario, ayer la presidenta de Chile explicó las causas de la determinación de La Moneda. Acto seguido, hizo un fuerte y emotivo llamado a la reconciliación. “La unidad de Chile, la reconciliación de Chile, es el gran honor al que podemos aspirar los que queremos mayor justicia, mayor diálogo y un verdadero reencuentro”, sostuvo la mandataria que vestía un formal traje oscuro.
Durante la entrega del informe del Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación –otra de las noticias que ha ocupado portadas en Chile–, Bachelet agregó: “Hubo un tiempo en nuestro país en que se terminó el diálogo. Qué terrible es para una sociedad que se le acabe algo tan elemental como es la posibilidad de comunicarse y entenderse”.
Siempre moderada, sostuvo que “Chile no puede olvidar. Sólo así tendremos una mirada constructiva de nuestro porvenir, garantizando el respeto a los derechos fundamentales de todos”.
La jefa de Estado añadió que cada nación sabe y sabrá hacer el relato y la construcción de estos procesos y de sus protagonistas. “Tengo la profunda convicción y la voluntad para superar la adversidad, los momentos amargos e injustos y entender que, como en los ciclos personales también, en los ciclos de la historia de una nación, se abren nuevos derroteros, donde lo que aprendimos del pasado nos debe ayudar para enfrentar mejor el presente y el futuro.”
Cabe consignar que Michelle Bachelet fue presa y torturada junto a su madre por organismos represivos instaurados por la dictadura en Chile. Su padre, Alberto Bachelet, general de la Fuerza Aérea de Chile, contrario al golpe de Estado de 1973, fue muerto por sus propios pares de armas a causa de los golpes que recibió en un centro de reclusión militar.
Tal vez, el domingo, la muerte de su padre se le vino a la cabeza. Esto dio paso a la rabia que mascó de a poco, a la pena que se disipó a cuentagotas. Quizá, por eso, Michelle Bachelet habló recién ayer. Su cargo como jefa de Estado debe superponerse a todo lo demás. “Los distintos líderes, cuando toman decisiones, están entregando modelos, fijando prioridades, están ayudando o contribuyendo al tipo de sociedad que estamos construyendo. Los presidentes de Chile debemos pensar en todos, en nuestro pasado, en el futuro que queremos para nuestros hijos y nietos”, agregó.
Así como Bachelet, diversos funcionarios del gobierno se vieron las caras con los organismos represivos de Pinochet. Ese es el caso del ministro del Interior, Belisario Velasco. Ayer, el secretario de Estado, que fue duramente perseguido, declaró: “En este caso no hay unidad en los chilenos en la figura de Pinochet. Por el contrario, es una persona que ha sido procesada en numerosas oportunidades, que tenía procesos pendientes, que había sido desaforado por graves violaciones a los derechos humanos y por delitos de enriquecimiento ilícito, no es la figura que concite la unidad de los chilenos ni a la que corresponda un funeral de Estado”, zanjando definitivamente esa polémica. Otro tema al que se refirió fue uno que toca directamente al Chile republicano: el bombardeo a La Moneda. “No veo la bandera a media asta en La Moneda por Pinochet, la bandera fue derribada, no puesta a media asta”, dijo Velasco.
Por su parte, la ministra secretaria general de la Presidencia, Paulina Veloso, quien carga con la desaparición de su esposo, señaló: “No amerita hacer ni un duelo oficial ni un duelo nacional. Yo creo que eso es nítido para el país, la historia y el ámbito internacional. Fue ex presidente, pero llegó a serlo por circunstancias extremadamente violentas”.
Esa es la mirada de la administración Bachelet. Se cierra un capítulo negro en la historia de Chile y se abre otro. La piedra en el zapato que significó la impunidad con que se fue a la tumba el dictador se irá disipando con el tiempo. El consuelo para muchos es la convicción de que los jueces investigaron, dentro de las tremendas dificultades que implicaba tratar de establecer la verdad en las causas de derechos humanos y se llegó a establecer la participación de Pinochet en todas las atrocidades. El consuelo, sin embargo, no alcanza para todos. Las poblaciones y villas bravas, lo siguen demostrando en las calles.
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