Jue 04.01.2007

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Poder ciego

› Por FRAN SEVILLA*

Saddam Hussein había pedido ser ejecutado ante un pelotón de fusilamiento, como un militar. El nunca lo fue, llegó al poder en Irak sin haber pasado por el oficio de la armas, contrariamente a lo ocurrido con la mayoría de los dictadores árabes. Lo que no quería, en ningún caso, es que lo ahorcaran como a un vulgar ladrón, como un delincuente común. Pero el nuevo gobierno iraquí no estaba dispuesto a hacer ninguna concesión ni a reconocer a Saddam Hussein ninguna categoría política. Así que en un acto que tuvo más de escenificación de una venganza que de aplicación de justicia, los verdugos colocaron la soga alrededor del cuello del ex presidente iraquí y no hubo misericordia. El tampoco la tuvo con sus víctimas. Es decir, los actuales gobernantes se sitúan a su nivel. No hay trampa ni cartón. Sólo hay cuerda y patíbulo. Sólo hay poder ciego, no justicia ciega. La ejecución de Saddam Hussein tiene y tendrá poca repercusión en cuanto a la situación en Irak. Quizás se registre en estos días algún atentado más. Pero la violencia ha llegado a tales extremos que el ahorcamiento del ex dictador iraquí apenas añadirá más muertos a la vorágine, a la orgía de sangre desatada tras la invasión de Irak. La única repercusión puede ser en el terreno político, donde más simbólica se presenta la ejecución. En el campo sunnita todavía hay un número considerable de fieles al ex presidente. Dado que el actual gobierno está controlado por los chiítas, la decisión de ejecutar a Saddam, y en plena Aid el Adha, la Fiesta del Sacrificio, la principal festividad musulmana, sólo servirá para ahondar la división y echar leña al fuego de la latente guerra interconfesional en Irak. Desde luego no se va a alejar el fantasma de la violencia ni se va a caminar hacia la reconciliación. También es falso pensar que se camina hacia la democracia.

Las responsabilidades de Saddam Hussein en los crímenes cometidos bajo su dictadura son evidentes. Pero su condena a muerte se produjo tras un juicio sin ningún tipo de garantías y en el que la idea de que la sentencia estaba dictada de antemano tiene más de rotunda certeza que de simple sospecha. No ha habido estado de derecho detrás de un juicio, una condena y una ejecución simétricas a los juicios, las condenas y las ejecuciones que se llevaban a cabo durante la dictadura de Saddam Hussein. Lo único positivo ha sido la reafirmación por parte de la mayoría de los dirigentes europeos, de derecha y de izquierda, con vergonzosas excepciones como la del gobierno británico, de su oposición a la pena de muerte, sea quien fuere el culpable y sea cual fuere la gravedad de sus crímenes. En eso la “vieja Europa” ha dado una muestra de civismo que venía haciendo falta. Lo demás es historia, es decir, vuelta a la misma historia. El año ha comenzado en Irak como terminó el anterior: cargado de presagios de muerte.

* Encargado de Medio Oriente en Radio Nacional de España.

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