EL MUNDO • SUBNOTA › LOS SONDEOS COMO INSTRUMENTO DE VICTORIA PARA LOS CANDIDATOS
› Por Eduardo Febbro
¿Quién ha sido el protagonista impalpable y masivo de la elección presidencial francesa? Hasta un niño respondería: los sondeos de opinión. Jamás hubo como hoy una avalancha tan profusa de encuestas de opinión. Hasta ayer, hubo más de 260 sobre todo tipo de cuestiones ligadas a la elección presidencial: preferencias de voto, programas electorales, imagen de los candidatos, calidad de los programas, maneras de hablar, formas de vestirse, claridad de los discursos, simpatías personales, sensación de convicción, mejor vestimenta. Los sondeos de opinión fueron tan decisivos que dieron incluso lugar a una expresión: la democracia de opinión. Con ella se designa ese fenómeno que lleva a que, a raíz de las encuestas, un actor político se imponga en su propio campo y no precisamente por sus ideas... sino por los sondeos. Una forma de gravitar en la virtualidad que termina por tener consecuencias en lo real.
Eso es lo que ocurrió con la socialista Ségolène Royal. Mucho antes de que fuera designada por su partido, Royal era, en las encuestas, la mejor candidata de la izquierda para derrotar a la derecha. Ese “mejor” se aplicaba a ella y no a su programa o sus ideas. Ségolène Royal no había dicho ni una palabra, sólo contaba con un portal en Internet, Deseos de Porvenir, y con la alianza de los sondeos. Y lo mismo ocurrió con el sorpresivo François Bayrou, que empezó a volar por las nubes de los sondeos y ello lo convirtió en actor central de la elección.
52%,49%,27%,30%,12%, la danza de los porcentajes domina más que las ideas expresadas. Sofres, BVA, LH2, CSA, esos nombres y el de sus directivos son más populares que el de los politólogos eminentes. ¿Droga colectiva o necesidad del sistema político para sentir la sociedad? Jérôme Sainte-Marie, de la consultora BVA Opinión, reconoce: “Los sondeos nunca tuvieron un lugar tan importante en una campaña. Además, los dos principales candidatos se construyeron con los sondeos”. El sistema de los sondeos fue tan invasor que llegó a bloquearse a sí mismo. La combinación de todas las encuestas derivó en un salto al vacío. Una semana antes de la consulta, todas las exploraciones de la opinión terminaron arrojando resultados contradictorios: en el nombre de los ganadores, en los porcentajes que cada uno podría obtener. Tanta ficción agrandó la confusión. Nadie olvida lo que ocurrió en 2002 cuando, en cifras, no se anticipó la presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta. Stéphane Rozés, de la consultora CSA, admite que “la sociedad va más rápido que los políticos y los periodistas. A través de los sondeos, el país instrumentaliza a los políticos y a los medios de comunicación”. Pierre Giacometti (Ipsos) señala: “Paradójicamente, el público tiene más distancia con los sondeos que los actores políticos y los observadores”. ¿Qué credibilidad se le puede dar a estas consultoras cuyos principales clientes son, precisamente, los mismos partidos políticos? Por ejemplo, Ipsos trabaja con la UMP (Sarkozy) y el Partido Socialista con Sofres.
Alain Garrigou, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de París, ve en los sondeos una suerte de “ilusión de la transparencia”. Peor aún, el profesor Garrigou explica que los sondeos son también un instrumento dirigido de la victoria: “Los utilizadores de los sondeos tratan de crear lo real porque consideran que, al anunciarlos, pueden contribuir a la victoria”. Las consultoras están bajo sospecha a raíz de sus respectivas metodologías. Cuando publican el resultado de una encuesta, éste contiene los resultados corregidos por las interpretaciones de la empresa que los realizó. En lo concreto, los datos brutos son confidenciales. “¿Puede imaginarse una ciencia que esconde sus procedimientos?”, pregunta Alain Garrigou.
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