EL MUNDO • SUBNOTA › OPINION
› Por Luis Bruschtein
El caballito de batalla de la oposición venezolana ha sido que el gobierno de Hugo Chávez se encamina hacia una dictadura. Sin embargo es el país que más elecciones celebra, funcionan los partidos opositores, no hay presos políticos y la mayoría de los grandes medios gráficos y electrónicos son abiertamente opositores y se difunden sin censura. Además, en Caracas se puede observar a una burguesía próspera, cada vez más rica, grandes comercios, shoppings y barrios de lujo. El tránsito debe ser uno de los peores del mundo por la gran cantidad de camionetas cuatro por cuatro y miles y miles de automóviles. Y Chávez no es un recién llegado, ya lleva casi diez años en el gobierno. Si se le hace caso a la oposición y los grandes medios se trataría de una dictadura sui géneris que se somete a la voluntad popular y acepta cuando el resultado de una votación le es adverso.
Chávez perdió este referéndum con los grandes medios en contra, con una fuerte campaña internacional en contra, con la Iglesia Católica en contra, contra una oposición unificada y después de diez años con numerosas elecciones, la mayoría de las cuales fueron observadas con microscopio para buscar alguna irregularidad que nunca se encontró. Seguramente perdió también por sus propias equivocaciones. Sin embargo para los grandes medios de América Latina, Estados Unidos y Europa, aunque tenga todos los atributos de un gobierno democrático, Chávez es un dictador. La contradicción pone en evidencia que esa acusación tiene un sostén ideológico, no periodístico. Esa contradicción desnuda el discurso ideológico de los grandes medios, que además se instala, como hizo siempre, como la verdad periodística. Y entonces los que digan que Chávez no es un dictador no hacen un periodismo “serio”, “crítico”, “independiente”.
En realidad, a Chávez, como a cualquier gobernante, se lo puede criticar por las cosas que realmente hace, no habría necesidad de forzar una imagen hasta el estereotipo de lo odiado como es la figura del dictador. Por su historia, las dictaduras son odiadas en América Latina y existen cláusulas y acuerdos internacionales para boicotearlas. Los partidos opositores en casi todo el subcontinente han tomado a Chávez como parte de sus campañas y han tratado de boicotear las relaciones de Venezuela con sus países. Resulta también contradictorio porque la mayoría de esos grandes medios y partidos de oposición, como es muy claro en Chile, Brasil, Paraguay o Bolivia y en alguna medida también en Argentina, respaldaron en su momento a las odiosas dictaduras de sus países. Y esas fueron dictaduras de verdad, sin elecciones, ni parlamentos, ni partidos de oposición, con miles de crímenes y miles de presos políticos.
Estados Unidos es el principal socio comercial de Venezuela, pero si algún país latinoamericano incrementa su intercambio con ese país, Washington se escandaliza por la “preocupante influencia chavista en la región”. Y lo que es más tonto: los partidos de oposición toman ese discurso como propio.
La aceptación de los resultados de esta votación, y más cuando éstos le fueron negativos, se convierte en un argumento a favor de Chávez. Un gobierno no democrático, como ha denunciado la derecha, no se hubiera presentado al referéndum y menos hubiera reconocido su derrota. Entonces, el resultado es que hay un gobierno que perdió su aspiración de reformar la Constitución, y que es un gobierno democrático, a contrapelo de lo que dice la oposición y los grandes medios, que lo han denunciado como una dictadura.
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