Sáb 08.03.2008

EL PAíS  › TRAS UN DURO CRUCE DE ACUSACIONES, URIBE SE VIO OBLIGADO A PEDIR DISCULPAS A CORREA

Titanes en la Cumbre después de la batalla

Fue un debate inédito. Y productivo. La polémica entre los presidentes culminó con el triunfo de la presión latinoamericana contra la doctrina “antiterrorista” creada por Bush y defendida por Uribe, que tuvo que retroceder. Igual siguen las tensiones.

› Por Martín Piqué

Desde Santo Domingo

Las siete horas que duró el debate quedarán para siempre en la historia latinoamericana contemporánea. Lo que había comenzado con durísimas acusaciones entre el presidente de Ecuador, Rafael Correa, y su par colombiano Alvaro Uribe, terminó con un apretón de manos para las cámaras. Todo muy teatral. Para hacer posible el gesto, Uribe aceptó pedir disculpas por escrito y comprometerse a no violar la soberanía de ningún otro país. Esos dos puntos fueron incorporados a la declaración de jefes de Estado que se difundió al final. “Rechazamos esta violación a la integridad territorial de Ecuador y reafirmamos el principio de que el territorio de un Estado es inviolable y no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado”, acordaron todos los países participantes en el punto 2 del documento.

El acercamiento tuvo su puesta en escena por pedido del mandatario dominicano, Leonel Fernández. Uribe caminó hacia donde estaba Correa. El ecuatoriano lo recibió con el semblante serio. Estiró la mano. Hubo aplausos. “Hoy Santo Domingo se ha convertido en la capital de la paz de Latinoamérica”, festejó el presidente de Honduras. “Los problemas siguen latentes”, advirtió Correa. “Yo no nací para la política. Esto tiene mucho de farsa”, había dicho Uribe.

La reconciliación sorprendió a la mayoría de los periodistas. En las horas que había durado el debate se habían escuchado palabras muy duras. Correa había tratado a Uribe de “mentiroso”, “insolente”, “portavoz de expresiones infames” y “promotor de calumnias y falacias”. El colombiano había acusado a Correa de colaborar con las Farc, basado en correos electrónicos hallados en las cuatro computadoras portátiles que le habrían encontrado a Raúl Reyes. También había dedicado a Correa frases insospechadas para un foro de este tipo. “Dejemos de lado ese infantilismo latinoamericano de la guerra fría. Cada vez que hay un problema lo imputan a Estados Unidos”, dijo Uribe citando al peruano Mario Vargas Llosa. “No me aplique el cinismo que tienen los nostálgicos del comunismo”, fue quizá el epíteto más comentado. Ese comentario irritó incluso a otros presidentes.

Pero el debate no se limitó a un mediático intercambio de descalificaciones. Detrás de la superficie de adjetivos se desnudó una discusión de fuerte contenido ideológico, como hace mucho tiempo no se escuchaba en estos foros. Correa cuestionó la violación de la soberanía territorial por parte de Colombia. Con documentos e imágenes, demostró que la incursión en su territorio había existido. “Me hago absolutamente responsable”, dijo Uribe. El colombiano también admitió que no había informado a Correa de la incursión del otro lado de la frontera. Dijo que no lo había hecho porque tenía sospechas de que el gobierno ecuatoriano habría advertido a los guerrilleros. “De haberle dicho al gobierno ecuatoriano habría fracasado el operativo”, cargó.

Uribe defendió sus posiciones ideológicas con un fervor que luego le fue reconocido por el propio Correa. A pesar de no coincidir con sus visiones, también en la delegación argentina admitieron que, aun “aislado”, había sostenido su defensa. Uribe aseguró que el principio de la seguridad de los pueblos debía equipararse con el de la intangibilidad de la soberanía. Exhortó a los países de América latina a considerar “terroristas” a los miembros de las Farc, una definición a la que se niegan Brasil, Argentina, Chile y la mayor parte de los estados de la región.

Cuando el nicaragüense Daniel Ortega lo acusó de estar reeditando la Doctrina de la Seguridad Nacional y la coordinación represiva del Plan Cóndor, el colombiano dijo que lo suyo era la “seguridad democrática”. Todos conceptos que suelen aparecer en los discursos de la administración de George Bush. También citó los compromisos en la lucha contra el terrorismo firmados tras el 11 de septiembre y la caída de las Torres Gemelas.

Con un lenguaje más propio de un militar que de un jefe de Estado, Uribe defendió la acción bélica contra la guerrilla. “Quiero decir lo siguiente: para nosotros lo que hemos hecho no es lo ideal. Aunque de lo que estamos convencidos es que hay que operar”, confió.

La intervención de Uribe, sobre todo las acusaciones contra el gobierno ecuatoriano que leyó de los correos electrónicos de Reyes, irritaron a Correa. Mientras Uribe leía el contenido de las computadoras, el ecuatoriano sonreía de rabia. El colombiano llegó a acusarlo de enviar un emisario a negociar con el frente 48 de las Farc, que dirigía justamente Reyes.

–Investígalo presidente, si era o no era tu emisario –lo desafió.

No fue ése el único cruce que desbordó la lista de oradores.

–Serénese, presidente –le aconsejó Correa más adelante.

–No me aplique el cinismo que tienen los nostálgicos del comunismo –respondió Uribe.

Dale la mano

El debate seguía con caras tensas, gestos nerviosos al tomar papeles o acomodarse los anteojos. Testigos mudos al principio lo seguían con atención la mayoría de los mandatarios de la región. Salvo Luiz Inácio Lula da Silva, que había enviado a su canciller. Después de que Correa y Uribe se intercambiaran el uso de la palabra, llegó el tiempo de los otros participantes. Fueron hablando el mexicano Felipe Calderón, el nicaragüense Ortega y Cristina Fernández de Kirchner (ver aparte). Siguieron Bachelet y el otro plato fuerte de la jornada, Hugo Chávez. El venezolano comenzó su discurso reconociendo la “crudeza” con que se estaban debatiendo las posiciones. Recordó que en su juventud combatió a la guerrilla como soldado del Ejército. También rememoró las acusaciones que le habían hecho los ex presidentes Ernesto Samper y Hugo Banzer. Ambos mandatarios lo habían vinculado con el financiamiento de la guerrilla. En los dos casos, según Chávez, las imputaciones habían estado inspiradas por Washington. Entonces puso como ejemplo al bolivariano Banzer, quien llegó a pedirle disculpas durante un viaje al mirador de Carabobo en Venezuela. “Hugo, oye, te quiero pedir perdón y ofrecer excusas”, le dijo el ex dictador en aquella oportunidad. Chávez usó ese ejemplo para invitar a Uribe a hacer lo mismo. La intención fue respaldada por el presidente dominicano. Cuando habían terminado los discursos, Fernández propuso a Uribe que se comprometiera a no agredir nunca más a un país soberano. Cuando todos los presidentes ya pensaban en el regreso, Uribe aceptó disculparse por escrito y entregarle a Correa la documentación contenida en las computadoras de Reyes.

–Denos esos papeles, presidente, se los voy a dar a la oposición política –prometió Correa.

–Son para su manejo –contestó Uribe.

–Con esto queda superado este gravísimo incidente –remató el ecuatoriano.

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