EL PAíS › DIRIGENTES DE LA IZQUIERDA ITALIANA VIAJARON PARA ASESORAR A GRUPOS LOCALES
Dirigentes de la asociación de cooperativas más antigua de Italia viajaron a Buenos Aires. Visitaron empresas recuperadas y contaron su experiencia. El modelo italiano es estudiado por grupos argentinos que impulsan la sanción de una ley de economía social.
› Por Laura Vales
Italia tiene un movimiento cooperativo fuerte: once mil emprendimientos que generan el 6 por ciento del producto bruto interno del país. Alberto Alberani, integrante de la asociación de cooperativas más antigua de Italia, Legacoop, trajo esta semana a Buenos Aires un discurso infrecuente sobre el tema: dice que el Estado debe cambiar su punto de vista sobre la economía social y empezar a verla como un imán que atrae a los capitales. “En Italia, las multinacionales se instalan donde hay economía social porque encuentran ciudades con mayor seguridad y cohesión. Las empresas vienen a las provincias en las que tenemos cooperativas; no quieren en cambio ir al sur por las mafias y el mal funcionamiento de los servicios sociales.” Una visión curiosa de la izquierda italiana que visita la Argentina para apoyar a un grupo de emprendimientos locales.
En Buenos Aires, Alberani visitó las metalúrgicas recuperadas de Quilmes y participó de unas jornadas sobre el tema en la Cancillería. Contó que en su provincia, Bologna, hay un millón de habitantes, de los cuales la mitad son cooperativistas. Las cooperativas abarcan un espectro amplio: la mayor cooperativa de consumo es, por ejemplo, una cadena de supermercados que compite con Wal Mart. Las hay también de trabajo y existe otro tipo de organizaciones, las cooperativas sociales, que dan servicios de educación y asistencia con guarderías, geriátricos, programas para la recuperación de adictos y atención médica. Se ocupan de necesidades sociales contratadas por los municipios.
¿Cómo llegaron a ese desarrollo? El italiano cuenta que el fenómeno ha sido acompañado por todas las tendencias políticas, tanto católicas como marxistas o laicas. La cultura asociativa viene del 1800, cuando Italia pasó de ser un país agrario a uno industrial. En el 45, terminada la segunda guerra, hubo que reconstruir las ciudades y las cooperativas hicieron el trabajo. En la década del ’70 hubo una nueva oleada, en un proceso parecido al de las fábricas recuperadas, y nuevamente con apoyo estatal. Cuando la crisis produjo altos índices de desocupación, el gobierno impulsó leyes para favorecer al sector. “El apoyo político tuvo dos excepciones en la historia del país, el fascismo de Benito Mussolini y el gobierno de Silvio Bernasconi.”
El representante de Legacoop va al punto de su propuesta: “El pensamiento económico tradicional se centra en desarrollar una economía de mercado y en asistir a los pobres como residuos de esa economía, con las herramientas del estado de bienestar. Nosotros proponemos un giro: hay que apoyar la economía social porque la economía de mercado es favorecida donde hay un tejido estable, una sociedad sólida. Eso es lo que aprendimos después de la guerra. Las cooperativas fueron las que reconstruyeron el país”.
El modelo italiano está siendo estudiado por distintos grupos que en la Argentina impulsan la sanción de una ley que favorezca el desarrollo de la economía social. Los italianos, que integran un programa de cooperación internacional, eligieron 12 empresas sociales para darles su apoyo. La revista Hecho en Buenos Aires, la FM Compartiendo, de Luis Farinello, y la cooperativa Reciclando Sueños son algunas de ellas. Además de realizar tareas de capacitación en intercambio, la idea es armar un fondo para que puedan capitalizarse y estudiar formas de intercambio comercial.
La Constitución de Italia reconoce a las cooperativas como una forma de economía social meritoria y las leyes las favorecen impositivamente. “Una característica del sector es que las ganancias anuales no pueden ser repartidas entre los socios”, cuenta Alberani. “Las ganancias deben ser reinvertidas o quedar en un fondo para las futuras generaciones. La mayoría de los socios llegan a una cooperativa que no han creado, que tiene un capital y un trabajo hecho en 20 o 30 años, y entienden que tienen que pasar ese capital a los que vienen. Es un principio ecológico, de sustentabilidad.”
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