EL PAíS › LA PELEA DEL PIQUETERO LUIS D’ELIA Y EL MANIFESTANTE PROCAMPO ALEJANDRO GAHAN
El martes por la noche, mientras caminaba desde el Obelisco a Plaza de Mayo, uno de los manifestantes que apoyaba la protesta del campo fue agredido por Luis D’Elía. Aquí, las dos versiones del hecho, por sus protagonistas.
› Por Alejandra Dandan
LUIS D’ELIA
Pasaron varias horas de su última noche agitada. La diabetes le jugó una mala pasada, se le descompensaron los valores, descansó e intentó no atender el teléfono ni agitarse, pero a la noche ya estaba en andas nuevamente. “¿Si me reprendieron?”, dice Luis D’Elía. “¡Soy el héroe nacional del kirchnerismo! Me llamaron muchos, tuvimos nuestro pequeño 17 de octubre.”
–¿Cómo empezó todo?
–El hombre se me pegó a la altura de Corrientes, se me pega él y me empieza a insultar. A agraviar él y una tipa con un tachito que les pega a los compañeros con el tachito. Y él, bueno, estuvo prácticamente una cuadra diciéndome cosas que mí me rejoden. Dos veces incluso lo muestran las cámaras por delante, y yo sigo caminando. Cuando llegué a la otra punta de Corrientes escuché el último insulto y se me salió la cadena y el di un mamporro. Es un maleducado y un atrevido.
–¿Qué le dijo cuando usted lo golpeó?
–En un momento, me dijo “Negro mercenario represor”, y la verdad es que le zampé un bollo porque me sentí reagraviado.
–¿Las cámaras no lo intimidaron?
–Pero bueno, qué se le va a hacer: ¿nunca se le saltó la cadena? Hoy me dijeron que era un acto de violencia, pero ¿nunca te agarraste a piñas en la secundaria? Yo me agarré varias veces. Soy diabético, tengo más de cincuenta años y no pego por deporte: son situaciones no queridas, ni deseadas.
–¿Cuál fue la evaluación que hicieron a la hora de acercarse a la Plaza?
–Porque vimos que había una especie de golpe de Estado: los medios transmitían en cadena y convocando.
–No convocaban.
–Primero, todos decían lo mismo. Segundo, a mí me había pasado una cosa muy rara a la tarde. Fui a la Manzana de las Luces a la reunión de asamblea con mi organización y cuando salgo voy con el Gringo Héctor Matot, del Movimiento Misionero, al Café Victoria porque era temprano. Ibamos a escuchar el discurso de Cristina y me siento y veo en la mesa de al lado de mi compañero, que es ex detenido desaparecido de las Ligas Agrarias, a alguien y digo: ¿no es la Pando? Estaba con cuatro mujeres con un megáfono apoyado en el piso y entramos a mirar el panorama y había un montón de gente que no era parte de la heterodoxia racial propia del Victoria. Siempre hay sindicalistas, políticos de todos los colores, acá todos eran muy blanquitos del norte de la ciudad. Y estaban sentados en la mesa de cuatro o cinco, en un ambiente raro.
–Después los vieron en la Plaza, ¿ellos no tienen derecho a manifestarse?
–Sí, sí, derecho sí, pero estaban con los tachitos y diciendo que se vaya Cristina o sea golpe: los medios en cadena, y el que se vayan. Yo estuve ahí para bancar un proyecto antagónico, y una cosa es la confrontación de ideas y otra cosa es el quiebre de la democracia.
–¿Usted sintió que los piqueteros fueron a defenderla?
–Debemos ser una especie de subclase étnica nueva que molesta bastante, porque están los ciudadanos y están los piqueteros. Hubo gente que también se juntó con nosotros espontáneamente. También estaba el director del Colegio Nacional de La Plata, Gustavo Oliva, que estacionó el auto y se vino. Había gente de todos lados, no éramos todos morochos los que defendíamos al Gobierno. La gente se entró a autoconvocar.
–¿Cuál podría ser la salida de este conflicto?
–Estudié dos años Agronomía. Algo sé, no terminé por la dictadura. Pero creo que se tiene que arreglar a los chicos, tener retenciones diferenciadas, crear la subsecretaría de desarrollo rural y escuchar propuestas del campo. Crear la Junta Nacional de Granos, política cárnica y subsidios para el trigo.
ALEJANDRO GAHAN
Por A. D.
Alejandro Gahan es entrerriano, se graduó en Estados Unidos en una tecnicatura agropecuaria pero trabajó ligado al campo sólo unos años en una administradora de la provincia. Ahora es autónomo, participó como asambleísta en Gualeguaychú contra Botnia durante un período y el martes pasó por Buenos Aires justo antes de toparse con Luis D’Elía, de quien recibió una trompada.
–¿Cómo se topó con D’Elía?
–Llegué a Buenos Aires a la mañana, pero me fui a Plaza de Mayo cuando la gente se empezaba a volver porque llegaba D’Elía. Como estaba a la altura del Obelisco, decidí quedarme a esperar. Esperé media horita, hasta que lo vimos entrar por Lavalle. Estaba desencajado en actitud. Entró como trotando, sin golpear pero asustando, amedrentando. Muchas personas desaparecieron, lógico, porque eran mayores y tenían chicos. Yo me quedé ahí.
–¿Qué hizo?
–D’Elía pasaba al lado mío y me fui como acoplando a su marcha. Le pregunté si el permiso era suyo; si había trabajado para el Gobierno; que por qué nos teníamos que ir. El amagó a contestarme, pero siguió caminando adelante, yo le volví a repetir lo mismo, él no me decía nada y directamente reaccionó: me surtió un trompazo en la boca de costado, pero se ve que la sabe poner bien...
–¿Por qué?
–Porque él puso la mano, pero todos los demás encierran: caí al suelo, siguen palos y patadas. Por suerte pude salir, y agarré Pellegrini.
–Llegó enojado...
–No lo iba a patotear porque era como comer vidrios, pero no podía dejar de pasar sin decirle algo. Obviamente no pensé que iba a tener una reacción tan burda porque había tres cámaras de televisión, pero creo que no fue falta de experiencia sino exceso de soberbia, con un mensaje parecido a Kirchner y Cristina, muy seguros de que no los toca nadie.
–¿Cuándo decidió acercarse a la Plaza?
–Vine por trámites a Buenos Aires, llegué a las 11 de la mañana, supuestamente me iba hoy (por ayer) a las 4, pero después del discurso de la Presidenta salimos para el mismo lado: la calentura era por la soberbia y la autosuficiencia en semejante crisis, sembrando más encono entre las partes y entre quienes le brindan los alimentos y le dan de comer, un desprecio aberrante. Yo conocí a la gente del campo: es una estupidez decir que los cortes son de la oligarquía y los terratenientes. En un 80 por ciento son productores, ninguno es más, por más que valga lo que valga la soja. Me he sentido dolido por lo que implica usar el campo como caja porque no hemos visto que ese 35 por ciento de ahora vuelva al pueblo en seguridad, salud o educación.
–El Gobierno sostiene que la protesta la impulsan aquellos más favorecidos por sus políticas.
–Son una desgracia los grandes también para el resto, es cierto. Cada año, un pool arrasa con los minerales del suelo. Yo me pregunto ¿por qué no los regulan a ellos? Pero el resto, todos los chacareros de los cortes, de oligarcas no tienen ni la O.
–Pero en la Plaza no se veían chacareros pobres...
–Evidentemente había gente muy bien arreglada, no estamos llenos de gauchos a nivel federal. Se veía a la clase media común pero la masa, en el grueso, era mucha gente joven, estudiantado, que no se va a encontrar en Chivilcoy ni el interior del país. Están acá, tienen poder adquisitivo, pero sólo un envenenado o un resentido hubiese resaltado todo eso. D’Elía lo hizo porque está entrenado para morder.
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