EL PAíS › EL INTENTO DE ESPIONAJE AL CORREO DEL PRESIDENTE DE LA CORTE
Ricardo Lorenzetti decidió hacer la presentación judicial tras analizar el caso con sus pares. Un ex agente de la SIDE sospechado le mandó una carta para despegarse del hecho y argumentó que otros espías quieren desprestigiarlo.
El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, hará en los próximos días una denuncia penal para pedir que se investigue un intento de phishing a la cuenta de correo electrónico que usa en el alto tribunal. El magistrado resolvió hacer la presentación judicial después de consultarlo con los demás supremos y de que la empresa Telmex, proveedora de acceso a Internet, confirmara por escrito que “otro usuario” había intentado robarle información. La carta no identificaba al hacker, pero en forma extraoficial la compañía ya había relacionado con el episodio a Iván Germán Velázquez, un ex agente de la SIDE que hasta hace unos días integraba la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).
El ex espía le mandó la semana pasada a Lorenzetti una insólita carta (por e-mail) a modo de “descargo psicológico” (sic) en la que, para despegarse del hackeo, dice ser víctima de “operaciones” y “campañas de desprestigio” de un sector de la central de inteligencia estatal. Más aún, en el texto, al que accedió Página/12, culpa a un alto funcionario de la SIDE, a quien describe como “preso de los celos profesionales y la envidia, porque no entiende cómo los funcionarios del Ejecutivo me consultan en materia de Seguridad a mí, un pibe de 29 años (ayer recién cumplidos) –aclara el autor– y no a él que se jacta de hablar diariamente con la Sra. Presidenta”.
En la cúpula suprema, la preocupación se desató hace cerca de un mes, cuando Lorenzetti detectó en una serie de correos electrónicos que le parecían sospechosos. Los mensajes le advertían que su clave de acceso estaba a punto de caducar y le pedían todos sus datos personales. El remitente que aparecía era Telmex. Como es la empresa que le brinda servicios informáticos a la Corte, lo primero que pensó el juez fue que podía haber algún problema con los pagos o el contrato. Por eso les encomendó a la Administración General y a la Dirección de Sistemas que averiguaran qué pasaba.
Al comienzo, relataron fuentes judiciales, Telmex informó verbalmente que ellos no habían enviado ningún e-mail y que parecía ser un típico caso de phishing, un método se usa para robar datos o ingresar a un determinado sistema. Y agregaron sus sospechas, también de manera informal, de que detrás del presunto espionaje podría estar Velázquez, un nombre que ya el año pasado habría sido asociado con hackeos a funcionarios y periodistas. Desde el alto tribunal le pidieron a la compañía que pusiera todo, o algo, por escrito para poder realizar una denuncia con mayor sustento.
En una breve nota, Telmex afirmó que hubo un “intento de obtener información relacionada con la cuenta de correo electrónico perteneciente al Dr. Lorenzetti” y que “habría sido efectuada por un usuario” de la misma empresa. No lo identificó, aunque aclaró que en sus “registros” cuenta con “la información vinculada al hecho mencionado” que podrá revelar cuando reciba “el requerimiento judicial correspondiente”.
Lorenzetti llevó el tema al último plenario de la Corte, el martes pasado, y sus colegas coincidieron en la necesidad de hacer una denuncia penal. Además, no es la primera vez que pasa algo así en la red informática suprema: ya le sucedió algo similar a Raúl Zaffaroni. La presentación no apuntará a nadie en particular, aclaran en el tribunal, sólo pretende que se esclarezca lo ocurrido. Está en plena preparación y, a menos que surja algún contratiempo, sería llevada la semana próxima a los tribunales.
Velázquez buscó anticiparse y le escribió a Lorenzetti un día después de que Página/12 revelara la historia del supuesto espionaje. “Me disculpo porque en teoría no sería ético que me dirigiese a usted, siendo la parte acusadora de mi persona, aunque todavía no lo sé, no estoy notificado de ninguna acción judicial”, se presenta. Y le dice que son “muchas las cuestiones” que quiere “aclararle”. Entre ellas, que renunció a la Policía Aeroportuaria (PSA) recientemente por una pelea con un directivo de la SIDE. “Me había mandado a decir que me iba a meter preso y me iba a involucrar en cuantas causas existiesen”, le cuenta al juez supremo.
“Chicos raros”
El 30 de marzo, previo a este enredo, este diario informó que, cuando explotó el conflicto por las retenciones al agro, Velázquez aparecía como uno de los supuestos gestores de una convocatoria por medio de una cadena de e-mails (utilizando direcciones
hackeadas) a una Marcha Federal a Plaza de Mayo de sectores del campo para el viernes 28 de marzo. La invitación venía con un inconfundible lenguaje castrense. Velázquez todavía trabajaba en el área de Contrainteligencia de la PSA, que depende del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. En la PSA, ante la consulta periodística, afirmaron que sólo le abrirían un sumario si surgían elementos claros en su contra. “Son chicos raros, que hacen un trabajo raro también”, minimizó un funcionario clave.
Unos días después Velázquez fue separado de la fuerza, junto con un colaborador, Pablo Carpintero. Los voceros de la PSA dijeron que fue porque había ido a increpar al director de SIDE, con quien estaba enemistado. Es la misma anécdota que Velázquez le menciona a Lorenzetti: pretendía, le cuenta, “literalmente aclarar frente a frente como hombres (aclaro que no apareció y se escondió atrás de su escritorio) cuál era el problema que tenía conmigo”. En el Ministerio de Justicia no quisieron hablar del tema: “Pregúntenle a la Policía Aeroportuaria”, fue la respuesta.
En 1999 Velázquez estuvo detenido, acusado de vender instrucciones para armar bombas en disquetes. En aquella oportunidad, un grupo de militares de ultraderecha fue a reclamar por su libertad a tribunales junto al abogado Pedro Bianchi, defensor de represores. La carta del ex agente al titular de la Corte cuenta que eran sus inicios en la SIDE y estaba infiltrado “en un grupo que tenía contacto con Hugo Chávez Frías (...) en lo que era tratar de realizar golpe cívico-militar”. La Policía Federal, relata, lo metió preso con la banda. “Me comí un mes en Caseros”, rezonga. “En esa época yo estaba haciendo mis primeras armas en el ‘underground’ de la inteligencia (...) el gobierno de Menem estaba asustadísimo con el tema de los carapintadas”, cuenta. Menciona que el juez era Carlos Liporace y que al final lo libró de cargos. “Tengo hasta la sentencia que te puedo enviar”, cambia de pronto al tuteo, cuando unos renglones arriba decía: “Su Señoría, falta que me hagan responsable del magnicidio de JFK y del intento de asesinato de Juan Pablo II, o de planificar el ataque a las Torres Gemelas”. “Realmente necesitaba transmitirle esta especie de descargo psicológico porque las operaciones que está efectuando la gente de la SIDE me están colmando”, dice cerca de terminar.
En la vocalía de Lorenzetti no salen del asombro, cuentan en Tribunales. También recibieron la carta que Velázquez mandó a varios medios, donde agrega que junto con su colaborador Carpintero decidieron mudarse por “seguridad” a “la hermana República Oriental del Uruguay”. Al final, en una demostración de transparencia, ofrecen sus respectivos números de DNI y de legajo de la PSA. Curiosamente, los de legajo son exactamente iguales: 503.885.
Las referencias a las internas políticas o personales suelen ser (trilladas) fuentes de distracción frente a un potencial panorama judicial complejo. En la Corte, entretanto, se oyeron en estos días algunas voces molestas con el ministro de Justicia, que se tomó su tiempo para ofrecerle colaboración a Lorenzetti en el esclarecimiento del caso.
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