Jue 19.09.2002

EL PAíS  › LA SIDE ACORDO LA RECONCILIACION CON LA CIA

Toma vuelve a las relaciones carnales

Reponen la colaboración entre servicios, congelada tras una travesura de De Santibañes, que no es precisamente un antiimperialista.

› Por Martín Granovsky

“¿Por qué no nos tienen confianza?”, preguntó desolado un espía argentino. “Porque no”, le dijo seco un colega norteamericano. Y agregó: “La confianza no se explica, se tiene o no se tiene”. Un año y medio después de ese diálogo, el actual jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado, Miguel Angel Toma, acaba de hacer las paces con la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Las relaciones carnales han vuelto. Thanks God.
Toma estuvo reunido el lunes en Washington con George Tenet, el director de la CIA. La reunión fue la primera a este nivel en los últimos dos años y el Gobierno la presentaba anoche como una muestra de que la reconciliación se había logrado. Quedaban atrás lo que argentinos y norteamericanos definieron, con diplomacia y ambigüedad, como “esos desdichados episodios”.
Los hechos reales, sin embargo, habían redondeado una historia que merecía algo más que eufemismos. Todo comenzó en septiembre del 2000, cuando La Nación publicó que agentes de la SIDE seguían al jefe de la estación de la CIA en la Argentina, el politólogo Ross Newland. Y las cosas explotaron cuando en enero del 2001 Página/12 publicó la foto de Newland. Era la primera vez que la imagen de un jefe de estación de la CIA aparecía en un diario. La filtración del retrato hizo que los estadounidenses terminaran de volverse locos contra los argentinos. Ahí fue que discurrieron sobre la confianza. Y que la perdieron, incluso a pesar de las protestas de la SIDE de que, sin la CIA, a la pobre base de datos de la inteligencia argentina le resultaría muy difícil prevenirse del terrorismo fundamentalista. El punto vulnerable del país no son las fronteras –que por motivos geográficos siempre serán permeables– sino la información anticipada.
Para la CIA, no había ninguna duda de que el responsable operativo de los seguimientos a Newland era Alejandro Broussón, entonces jefe de Contrainteligencia, un mayor retirado del Ejército con antiguas simpatías carapintadas y excelente relación tanto con Enrique “Coti” Nosiglia como con el primer jefe de la SIDE de Fernando de la Rúa, Fernando de Santibañes, y su segundo, el sushi Darío Richarte.
Como los viejos conservadores, antinorteamericanos furibundos solo porque eran probritánicos, no por antiimperialistas, De Santibañes completó su adhesión ferviente al establishment con un toque casi snob de conflicto con los Estados Unidos. Al mismo tiempo se ufanaba de sus contactos en Washington, Nueva York o Chicago y defendía la pelea con la CIA como un gesto soberano. Aunque la pelea costara una pelea tonta con los Estados Unidos, irritados por el seguimiento y la foto que, de paso, convirtió a Newland en el antiespía: la clandestinidad enseña que no existen los agentes de la CIA con foto en los diarios. Las relaciones seguían siendo carnales, pero De Santibañes se comportaba como un chico travieso.
Toma decidió poner fin a las travesuras, y en reuniones mantenidas el lunes y el martes comprometió colaboración, y la pidió, en inteligencia contra el terrorismo fundamentalista, narcoterrorismo y proliferación de armas de destrucción masiva. También dijo haber pedido a su colega Tenet ayuda en instrumentos de control parlamentario de la inteligencia y desclasificación de documentos secretos.
El primer punto podría resolverlo solo. El control del Congreso está legislado, pero la verdadera transparencia depende de que la comisión bicameral de seguimiento de inteligencia se amplíe a parlamentarios de posición crítica con el Gobierno.
Naturalmente, en la cumbre de Toma con Tenet y su equipo no figuraron temas más caseros como la sospechada relación de la SIDE con los supuestos videos que supuestamente mostrarían a funcionarios pidiendo coimas a banqueros. Si Tenet hubiera sacado el tema, la respuesta de Toma habríasido que en la SIDE no hay ningún video, y que además los espías no saben ni siquiera de la existencia de una filmación.

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