EL PAíS › MULTITUDINARIAS CONVOCATORIAS DEL KIRCHNERISMO EN CONGRESO Y DE LAS ENTIDADES AGROPECUARIAS EN EL MONUMENTO DE LOS ESPAñOLES
Las convocatorias fueron multitudinarias y coloridas. Pese a la cercanía, no hubo incidentes. Néstor Kirchner comprometió al PJ a respetar la decisión que hoy vote el Senado. Los dirigentes ruralistas no anunciaron su posición al respecto.
› Por Mario Wainfeld
La gran aldea cobijó dos actos casi simultáneos, separados por no más de una legua de distancia. Las agorerías previas, aquellas que siempre avizoran violencia en las manifestaciones democráticas, quedaron desmentidas. Los profetas del odio callejero, los que vaticinaron enfrentamientos en el espacio público (y los cargaron a priori en la mochila de Néstor Kirchner) fueron desmentidos tajantemente: ambas convocatorias fueron multitudinarias, coloridas y fervorosas, nada chocante ocurrió. Seguramente, dentro de un tiempo, la jornada será evocada como memorable. Hoy primarán la evaluación deportiva (¿quién ganó?) y la ansiedad por conocer la votación en el Senado, cuyo resultado es aún incierto. Como ya se dirá, esos dos acertijos son dos caras de una misma moneda.
Néstor Kirchner comprometió a su fuerza a respetar la decisión del Congreso y pidió igual conducta de la flamante entente opositora. En el Monumento de los Españoles, ninguno de los oradores, a despecho de sus invocaciones a la República, dio su palabra en el sentido de acatar la votación. Mario Llambías optó por otro rumbo: el de señalar que no serán los votos los que resuelvan el conflicto. Pero, sugestivamente, ni él ni ninguno de sus cofrades mentó siquiera la perspectiva de cortes de ruta, su caballito de batalla durante más de cien días.
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Muchedumbres: Las muchedumbres atestaron la Plaza del Congreso y la Avenida Libertador. Kirchner, improvisando como le gusta, decidió a último momento ser precedido en el uso de la palabra por los gobernadores Sergio Urribarri y Daniel Scioli. Huelga decir quién de los tres hizo estallar el aplausómetro.
La dirigencia agropecuaria desplegó su habitual quinteto. Alfredo De Angeli, como es norma, acaparó las vivas de la asistencia y los tradicionales reportajes sin repreguntas de los medios electrónicos. A diferencia de lo sucedido en Rosario, Llambías cerró la lista de oradores. Como les gusta a muchos entrenadores de fútbol en las definiciones por penales, los mejores shoteadores “del campo” empezaron y terminaron la serie. Nada hay de azar en esa elección: los reales conductores de la movida son a esta altura el piquetero entrerriano y el arrogante presidente de CRA.
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Primer tiempo: Ya que de fútbol hablamos, podemos reversionar otro tópico de las crónicas deportivas de las Copas, aquel que habla de “partidos de 180 minutos”. O sea, de una competencia que es un conjunto de dos cotejos. Los actos de ayer podrán tener enormes proyecciones futuras, pero tenían en mira un objetivo inminente: la sesión de hoy. La Mesa de Enlace quiso ganar la calle para impresionar (puede restar el “im”, si le place) a los senadores dubitativos o convencidos contra sus intereses corporativos. El kirchnerismo quiso limitar o anular ese pressing.
Soslayemos la pugna mediática acerca de la cantidad de asistentes (que la cadena privada mediática empezó a distorsionar ayer a la noche): ambas plazas desbordaron y los dos sectores cumplieron sus objetivos.
“El campo” produjo una manifestación opositora memorable, la segunda en poco más de un mes. Hubo menos concurrentes que en Rosario pero fue una asistencia imponente. La magnitud se potencia en función de la novedad. Un sector político emergente, una derecha con sustentos sociales (productores de provincias, clases medias de Capital o Rosario), provista de “capacidad de calle”, no es moco de pavo. Ni tiene por qué ser una estrella fugaz como lo fue Juan Carlos Blumberg, cuyo espectro circulaba ayer por el Bajo. Hay más arraigo social, capacidad de articulación con fuerzas políticas, intereses duros que defender, millones de razones verdes que son un tegumento sólido.
Kirchner aglutinó un acto con marcado color peronista, con fuerte presencia de sindicatos y movimientos sociales. Aunque en tercer rango los “territorios” hicieron mejor papel que en las dos anteriores tenidas en Plaza de Mayo, con la Presidenta en el palco. Se agregó “gente” de clase media, usualmente suelta. Y le dio un nuevo sabor la presencia de figuras progresistas como Hugo Yasky, Martín Sabbatella o la principal dirigencia de Ctera, que tuvieron la sabiduría y la nobleza de poner el cuerpo en la polarización con una derecha ascendente, sin renunciar a sus críticas o a su distancia con el Gobierno.
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Las palabras y los cosos: Los discursos no fueron formidables, seguramente porque la finalidad esencial de los actos era el despliegue de los adherentes. Urribarri y Scioli no rayan muy alto, menos si improvisan. Kirchner hizo una encendida defensa de su acción de gobierno, levantó las banderas de la generación de empleo y los derechos humanos, fustigó el egoísmo de sus antagonistas y los emparentó con el golpismo del ’55 o del ’76. Afirmación de identidad y definición del adversario, un Kirchner clásico sin novedades.
Los ruralistas tienen algunas palabras clave, entre ellas “federalismo”. También mentan a la democracia, expresión virgen en boca de muchos de ellos. Pero su verba flaquea cuando orilla los márgenes del planteo gremial. Ni por asomo los trabajadores del campo son evocados en su retórica. De ahí que salten del detalle de sus reclamos a las invocaciones a la patria y la nacionalidad. Tal vez eso exceda sus capacidades pero también es cierto que su principal ansia era mostrar su peso corporativo, su incidencia en la realidad de ciertas provincias y municipios. Pusieron en acto un desafío político al Gobierno (que podrá ser determinante en años y elecciones futuras o inminentes) pero su “sed” se confinaba en el recinto de la Cámara alta. Paso a paso, como proponía el filósofo Mostaza Merlo.
Además, el abanico de adhesiones políticas que supieron conseguir parece refractario a definiciones precisas. Parir un “Frente del rechazo” criollo fue un logro de las cuatro entidades (el oficialismo ayudó bastante, tanto que parece mentira que lo haya hecho sin querer) aunarlo en algo así como un proyecto suena a proeza de Hércules. No es simple interpelar desde la unidad de concepción a Elisa Carrió hasta el MST, pasando por el delasotismo, el radicalismo, el PRO, o el repúblico Luis Barrionuevo. Luisito es la parte visible de un milagro rural acontecido en las últimas horas: el menemismo ha resucitado, ha juntado sus esquirlas diseminadas (Menem, Pampa Sur, el líder gastronómico, De la Sota) y se ha puesto a matear con la entente opositora.
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Qué bueno es airear: Bufarán los taxistas y los colectiveros, gentes de trabajo pero de pocas pulgas. Habrá teóricos de la comunicación que renieguen de los actos, sobre todos de aquellos en los que hay más gente humilde. Pero la expresión pública al aire libre en un martes veraniego fue una escena estimulante, consistente con la mejora democrática que significó la remisión del conflicto al Congreso. Ahora les toca decidir a los senadores, la diferencia es muy ceñida, no autoriza a augurios certeros. El oficialismo enfatizó que acatará la votación, “el campo” no hizo tanto pero sólo habló de la Corte y minga de mención a los piquetes.
Fuera cual fuere el resultado, debería acicatear a todos a “hacer política” en el futuro, renunciando al uso de la fuerza. Y elaborando lo que pasó en estos meses.
La dirigencia del “campo” tiene muchas más barajas en la mano que meses atrás. Será un sujeto político estimable de acá en más. Avanzó muchos casilleros, ya la cortejan políticos de toda laya. Algunos tienen su caudal propio, como la vivaracha Elisa Carrió y el taciturno Mauricio Macri. Otros piantavotos (Duhalde, López Murphy, Gil Lavedra) tratan de pescar algo en ese río revuelto. La revuelta tuvo el don de echar luz sobre una de tantas realidades socioeconómicas alborotadas tras una crisis cuasi terminal y cinco años de crecimiento desmadejado. Todo un desafío para dirigencias oficialistas u opositoras con precarios mapas de la realidad.
Al oficialismo, más allá del resultado, le vendría bien repasar el inventario que hizo Kirchner de los logros de su mandato: regeneración de la Corte Suprema, renegociación de la deuda externa, abolición de las leyes de la impunidad, generación de puestos de trabajo y suba de jubilaciones. Casi todos despuntaron en los primeros meses de su gestión, sustento del resto del mandato y de su legitimidad. El primer semestre de la presidenta Cristina Fernández quedó enfrascado en una agenda monotemática, parcial y agobiante. Romper el ensimismamiento, con iniciativa y medidas que hablen de una nueva etapa es, además, de una deuda, una necesidad.
Pero nada empezará a hacerse antes de la votación de los senadores. A las diez de la mañana empezará a sonar la campanilla convocando a la sesión.
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