EL PAíS › QUE HACER CON COBOS
› Por Martín Piqué
Una encrucijada obliga a una decisión. Varias encrucijadas, a elegir un camino y luego avanzar hacia el sendero de los caminos que se bifurcan. Lo que obligará a optar otra vez por un camino. Una sucesión de encrucijadas es, si se quiere, la mejor definición para el escenario que enfrenta el Gobierno a partir de la derrota en el Senado. No sólo debe decidir qué política implementar tras la derogación de las retenciones móviles, sino también cómo reaccionar ante el inédito voto del vicepresidente Julio Cobos contra su propio gobierno. Ante esta nueva disyuntiva, en la Casa Rosada hay dos ideas sobre cuál debe ser el tono de la relación. Una idea es bajar el nivel de las críticas para no victimizar al vice. La otra posición, quizá la más representativa del sentir profundo del kirchnerismo, es recordarle permanentemente su conducta. Y desnudar sus supuestos contactos con archienemigos históricos del matrimonio Kirchner: Eduardo Duhalde y Luis Barrionuevo.
Tras el fracaso en el Senado, Néstor Kirchner se enfrentó al amargo hecho de haber sido él quien pensó en Cobos para completar la fórmula presidencial de 2007. A la hora de las autocríticas, Kirchner también hizo mea culpa por haber ubicado en el consejo del PJ a dirigentes que luego votaron en contra. En la convulsionada mañana del jueves, cuando se encerró con la Presidenta en Olivos con las emociones a flor de piel, Kirchner llegó a fantasear con irse del PJ. A la indignación con Cobos y con los once senadores peronistas que no acompañaron al Gobierno se sumaba la noticia de la muerte de un amigo, Oscar “Cacho” Vázquez. La idea de abandonar la pelea duró lo que duró el impacto emocional. Pesó más la certeza de que el desenlace en el Senado había sido impulsado por Duhalde, Barrionuevo y buena parte de la dirigencia histórica del radicalismo. Y que el instrumento clave había sido Cobos.
¿Cuál de las dos opciones elegirá el kirchnerismo cuando deba lidiar con el vice? Un primer ensayo lo intentó el presidente provisional del Senado, José Pampuro, cuando se cuidó de usar la palabra traición al hablar de la conducta de Cobos. “Optó por su pensamiento personal, pero no por eso es un traidor”, opinó. Su declaración molestó en la Casa Rosada, donde se lo hicieron saber. A Pampuro tampoco lo ayudó una frase pronunciada por el propio Cobos: “Con el senador Pampuro tengo una excelente relación”. Consultado por PáginaI12, Pampuro puso el énfasis en las limitaciones que tiene para opinar en público sobre Cobos cuando ambos comparten la línea sucesoria. “Por mi cargo específico, yo no puedo desestabilizar a Cobos como lo hizo él con la presidenta Cristina. Eso generaría inestabilidad institucional, como la que generó él cuando tomó la decisión de votar contra la Presidenta”, aseguró.
Si una de las opciones es evitar la estigmatización de Cobos como un traidor, la otra es recordárselo permanentemente. Dirigentes muy cercanos a Kirchner aseguran haber detectado una corriente de opinión que ve con desagrado los últimos movimientos del mendocino. Sobre todo que haya mostrado en la ventana de su casa con la bandera argentina ante un grupo de simpatizantes y que no descartara una futura postulación presidencial. Entre los colaboradores de Kirchner tampoco se pasó por alto la repercusión que le atribuyen a la última edición de la revista Veintitrés, que tituló su portada con una foto de Cobos y la definición “el Judas de los Kirchner”. Esos últimos datos habrían reforzado la idea de cuestionar en forma permanente al compañero de fórmula de CFK.
La campaña de denuncia contra el vice no genera el mismo entusiasmo entre todos los integrantes del Gobierno. Uno de los menos convencidos en cargar las tintas es el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. No es el único. Fernández fue el encargado de monitorear el avance de las gestiones con los senadores. El lunes y el martes previos a la votación, se reunió en Olivos con Pampuro y el jefe del bloque K en el Senado, Miguel Pichetto. El jueves, con el fracaso de la votación, puso su renuncia a disposición de la Presidenta. Ese día aciago para el kirchnerismo también ofrecieron su renuncia Julio De Vido y todo su gabinete, que incluye al secretario de Transportes, Ricardo Jaime, y su par de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
El enojo contra Cobos no se limita a su voto decisivo y disidente. En el kirchnerismo lo consideran la cabecera de playa de una ofensiva desestabilizadora impulsada por Duhalde, una parte de la Iglesia y Raúl Alfonsín. Como pruebas, enumeran la discreta presencia de Leopoldo Moreau, Marcelo Stubrin, Federico Storani y Enrique Nosiglia en el Senado durante el tratamiento de las retenciones móviles. “Operaron a los radicales K dudosos”, contó un senador peronista que los vio con sus propios ojos. Otro elemento que citan es la recorrida por el Gran Buenos Aires que realizó uno de los principales colaboradores del vice. El asesor de Cobos se presentaba como el negociador del mendocino para charlar con los intendentes peronistas del conurbano, otrora base del poder duhaldista. Algunos lo recibieron, otros declinaron la invitación.
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