EL PAíS › OPINION
El enorme peso de las novedades. Aerolíneas y las jubilaciones móviles, dos casos bien diferentes. Los cambios de imagen y de procedimientos del Gobierno. Schiaretti, fiel a su naturaleza como el escorpión. Cambios necesarios que requieren mucha plata. Y apuntes sobre la caja y un modelo aún pendiente.
› Por Mario Wainfeld
Romper una costumbre sostenida durante más de cinco años llama mucho la atención. El quiebre de la inercia es un issue en sí mismo, cuya potencia puede eclipsar el cabal contenido de la medida. De ahí que el aumento de las tarifas eléctricas y la conferencia de prensa realizada por la Presidenta logren un relieve especial en medio de una semana plena de novedades. Quizá, mirados de a uno, no sean los hechos más relevantes porque la ley de jubilaciones móviles y la crisis en Córdoba los rebasan lejos. Pero refulgen porque antes brillaban por su ausencia. Y también
porque forman parte de un abanico de señales de cambio en una administración avara para emitirlas.
El Consejo del Salario tuvo una presentación más prolija y convocante que las que hacía Néstor Kirchner, apenas ladeado por Hugo Moyano. La Presidenta le agregó doctrina a la liturgia (que sumó en el momento simbólico del anuncio a la CTA y a las corporaciones empresarias), proponiendo que el cónclave no levantara sus petates después de pactar de volea el salario mínimo sino que siguiera funcionando en comisiones durante todo el año.
La movilidad de las jubilaciones y la reestatización de Aerolíneas pasarán por el Congreso y el Ejecutivo extrovierte que su actitud será distinta a la que primó por años y, también, en el tratamiento de las retenciones móviles.
Hasta el convite al vicepresidente Julio Cobos se resolvió con presteza, transformando un muro de silencio en un diálogo lleno de reproches. Nada formidable, algo mejor.
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Abuelos y vuelos: Los proyectos que se someterán al Congreso son de rango y calidad distinta. La movilidad de las jubilaciones es una deuda constitucional y social, cuya reparación fue instada por la Corte Suprema. Si se aprueba, los tres poderes del Estado repararán parcialmente salvajes privaciones de derechos que promovieron o avalaron en tiempos cercanos. El proyecto oficial se hace cargo de un intríngulis que es desvelo de muchos gobiernos del mundo: cómo mantener la solidaridad social en tiempos en que se ensancha la masa de ciudadanos de la tercera edad. El índice de actualización elegido busca compatibilizar el principio de equidad (pues considera el aumento de salarios) y el de sustentabilidad, pues también se referencia en los vaivenes de la recaudación impositiva. El debate parlamentario será amplio, el marco suena promisorio para la calidad institucional. Claro que, en un país habituado a la imprecisión institucional, brotan acá o allá discursos discutibles. El defensor del Pueblo Eduardo Mondino, de ordinario tan activo como sensato, empieza a hacer un caso porque los ajustes (demorados por más de una década) se apliquen recién en 2009. La demora en la aplicación no es desmesurada, ni parece ilegal o abusiva. Políticamente el punto es opinable, los poderes Ejecutivo y Legislativo deben compatibilizar la necesidad de los jubilados con la responsabilidad para fondear un aumento importante de la inversión pública. Por cierto que los parlamentarios pueden meter baza, pero da la impresión de que (sin competencias para explayarse sobre ese punto) la fecha del primer reajuste es ajena a las incumbencias de Mondino.
La “recuperación” de Aerolíneas tiene un contexto infausto y polémico. La empresa ha sido vaciada y desprestigiada durante años, incluyendo los del kirchnerismo. El cierre sería fatal para la comunicación interna de un país ya muy desconectado, la quiebra dudosamente permita un funcionamiento cabal de una empresa internacional. Pero el costo de la operación debe ser cuidadosamente resuelto, desconfiando de todos los que administraron antes. La fuente de trabajo de miles de laburantes es un tema sensible, el gasto público también. En su usualmente afilado informe mensual, el economista Miguel Bein compara “la vuelta al Estado de una empresa descapitalizada, endeudada y con un aumento del veinte por ciento en la plantilla de personal desde que fuera privatizada” con la nacionalización de los ferrocarriles en 1949. No es necesario estar ciento por ciento de acuerdo con la extrapolación para asumir que hay en juego conflictos de valores –estrictez en el gasto versus preservación de un instrumento de unidad nacional y el empleo de trabajadores calificados– y que aún la solución más afinada le drenará recursos al fisco. La experiencia internacional comprueba cuán caras resultan, hoy día, las empresas aéreas aun las numerosas que fueron mejor gerenciadas.
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Pedigüeños: “Plata hay” es un apotegma del kirchnerismo que cundió entre sus opositores y que empieza a ser problemático. En la Rosada y zonas de influencia se empiezan a mirar con más cautela las prospectivas futuras. Los reclamos mayores, los que provienen de corporaciones y gobiernos de todo pelaje, no son de liberalismo extremo sino de munificencia fiscal. Claro que cada uno reclama para sí un estatuto fascinante: poner poco y sacar mucho de la piñata estatal. El discurso de Luciano Miguens en la Rural, amarrete en el esfuerzo y pródigo en el pedido de ayudas, es un ejemplo patente.
Más allá de la General Paz, Juan Schiaretti dio rienda suelta a su idiosincrasia esta semana. El sucesor de José Manuel de la Sota (el inventor de “no more taxes” con tonada) se desentendió de su frivolidad recaudatoria de años, que incluyó impunidad impositiva para “el campo” y jubilaciones “de privilegio” repartidas entre fieles. Las cuentas no cierran, hay un entrevero con el gobierno nacional, el gobernador decidió volver a sus viejas sabidurías: castigar a los jubilados (como cuando era el siete bravo del equipo de Domingo Cavallo), reprimir manifestaciones sociales y macartear supuestos infiltrados (como cuando fue interventor en Santiago del Estero). Sisar las jubilaciones es inconstitucional, lo declararon cien tribunales hasta llegar a la Corte a partir de esa salvajada que consumó el gobierno de Fernando de la Rúa. Allegados al mandatario cordobés dicen que la lamentable ley que dictó es transitoria, forzada por la emergencia. Uno podría preguntarse por qué, si de emergencia se trata, no la emprendió con los que más ganan. Dos respuestas asoman como posibles, no se excluyen. La primera es porque elige el camino más afín a su ideología. La segunda es que a los pobres es más fácil meterles la mano en el bolsillo que a los dueños de la tierra.
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Money, money, money: Entre este mes y el próximo se elevarán las asignaciones familiares, en mayor medida las correspondientes a los sueldos más bajos. La conformación de la clase trabajadora (un acordeón mucho más ancho que décadas atrás) hace coexistir esa necesaria reivindicación con otra más discutible, novedad del siglo XXI: el aumento del mínimo no imponible para el impuesto a las Ganancias o la derogación llana de la “tablita” de José Luis Machinea. Todo es plata, lo de Ganancias mucha y su devenir futuro es harto distinto. “Con el sueldo mínimo o las asignaciones les ponemos dinero en el bolsillo a los que consumen lo esencial para vivir. Si aliviamos la carga en Ganancias mejoraremos a los que tienen mayor capacidad de gasto, los que pueden acelerar más la inflación”, frunce el ceño una primera espada del Gabinete, que cree que la inflación es un problema. Casi todos sus compañeros de gestión lo creen, las excepciones son contadísimas aunque muy empinadas.
Los requerimientos, lejos de aminorar en el Purgatorio, se incrementan y sofistican: la segmentación de las retenciones o la regulación legal de la movilidad de las jubilaciones son ejemplos a la mano. Todo cuesta mucho y otra pregunta de época es si “la caja aguanta”. Varios diagnósticos de economistas, incluido el del mencionado Bein (que ha sido un muy buen “lector” de la política económica del Gobierno), encienden luces amarillas.
A esta altura, da la impresión de que “el modelo” requiere una revisión a fondo, que su puro discurrir no asegura sus objetivos. Suponer que un esquema tan simple como el utilizado hasta ahora sea un sustentable modelo de desarrollo a largo plazo puede entusiasmar a funcionarios de segundo nivel del Gobierno pero no suena como profecía seria. Se exacerba la necesidad de una visión armoniosa de mediano y largo plazo, que no sea la repetición de lo realizado en un estadio ya superado.
El economista Pablo Gerchunoff, en un generoso (de su parte) intercambio con este cronista, preconiza que no se puede desvincular el patrón de desarrollo de la redistribución del ingreso. Hay patrones de desarrollo más fértiles para la distribución del ingreso, otros que son un escollo. Para Gerchunoff, “un ejemplo de patrón de desarrollo inherentemente regresivo en materia redistributiva fue el de Frondizi, impulsor de las industrias capital-intensivas, mezquinas ya en la creación de empleos, de origen predominantemente extranjero y que les vendían sus productos –ironías de la historia– a las clases medias urbanas consolidadas en su prosperidad por el peronismo. (...) Y el mejor ejemplo de un patrón de desarrollo inherentemente progresivo en la distribución –pero a la vez transitorio y excepcional– es el del primer peronismo, porque la industria que motorizaba el crecimiento era nacional, trabajo-intensiva (esto es, generosa en la creación de empleos) y le vendía sus productos a una sociedad todavía homogénea y de altos salarios”. En 2008, no se ha perfilado un patrón progresivo de desarrollo y se observa un dilema: “El agro sostiene con sus divisas el déficit estructural de divisas de toda la industria, de modo que no habría industria sin agro, pero habría agro sin industria. Ahora bien, la existencia de un sector competitivo y dinámico no resuelve la cuestión distributiva. Justamente, la gran pregunta a contestarse es qué oferta se puede hacer desde ese agro modernizado a la gran masa de marginados por la quiebra de la sustitución de importaciones que hoy se concentra en las periferias urbanas, y sobre todo en el Gran Buenos Aires”. Aun si se controvirtiera parte del discurso, quedaría en pie un problema evidente: el “modelo” ha mostrado límites, la inflación y el superávit no son lo que eran. Hay cuellos de botella por varios lados.
El pensamiento estratégico ha sido un faltante del kirchnerismo, una de las varias características que debe repasar en una época diferente.
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Agro para recordar: Es una fiesta poder escribir un balance semanal sin darle primacía a la cuestión agropecuaria que sí puede justificar unas líneas. La necesidad de ponerse al día con políticas públicas sigue en pie. El Consejo Federal Agropecuario es una instancia sugestiva, del “palo” del Consejo del Salario que (aunque todavía a media máquina) funciona porque se lo accionó hace años y se lo mantiene vigente.
El Estado debe ser “pie” en el diseño de las políticas futuras pero le es imposible hacerlo sin intercambiar información, negociar y escuchar.
Un hecho ilustrativo de lo arduo que es abordar a fondo los temas ocurrió en estos días. El gobernador santafesino hizo pública, en solicitada, una larga propuesta de política agropecuaria. Hermes Binner no expresa a la totalidad de los argentinos, habla en nombre de una provincia y de un partido. Pero su encomiable tentativa de ampliar el debate tuvo bajísima repercusión y casi nula respuesta del oficialismo nacional o de otros opositores. Es una referencia acerca de la calidad del debate público, cuando casi todas los protagonistas prefieren lanzar consignas de un minuto por la tele por encima de abordar cualquier temática a fondo.
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El discreto encanto del cambio: La Presidenta produjo movimientos interesantes: un equipo que habla más, su propia presencia, catalizar al Congreso, regañarse cara a cara con Cobos.
Las señales de apertura pueden ser sospechadas de ser insinceras o de puro maquillaje. Como se trata de cuestiones políticas, la mejor forma de valorar su alcance será comprobar qué va pasando en los próximos meses y años. Si se reiteran, si se instalan, las razones subjetivas que las motivaron perderán peso relativo en la historia, aunque conservarán su atractivo para los biógrafos de Palacio.
Si así sucede, el mandato de Cristina Fernández de Kirchner empezará a tener color propio, por no decir sentido. Y se le abrirá una trabajosa chance para reestablecer la primacía política y la sustentabilidad económica, dos logros transitorios pero asombrosos cimentados entre 2003 y 2007, que ahora están en entredicho.
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