EL PAíS › RODOLFO VARGAS AIGNASSE, HERMANO DEL SENADOR DESAPARECIDO GUILLERMO VARGAS AIGNASSE, HABLA DE BUSSI
Fue quien, en 1984, hizo la denuncia que dio origen a la causa por la que el dictador tucumano comenzó a ser juzgado el martes. Asegura que al represor lo vio lúcido y que tanto él como Menéndez son “desertores de su condición de seres humanos”.
› Por Laura Vales
Desde Tucumán
Dice que quiere ver a Antonio Domingo Bussi preso y condenado con la pena máxima. Dice además algo inesperado: que el general ya está viviendo en su propio infierno. “Su profundo cuadro depresivo son los fantasmas que no puede auyentar”, suelta Rodolfo Vargas Aignasse en la mesa de un bar de Tucumán. Rodolfo es hermano de Guillermo Vargas Aignasse, secuestrado en Tucumán el 24 de marzo de 1976, el senador desaparecido por el que Bussi tuvo que enfrentar su primer juicio oral. Además, es quien presentó en 1984 la denuncia que abrió el expediente. El día del secuestro, Rodolfo vio desde la ventana de su casa, que era contigua a la de su hermano, cómo se lo llevaban encapuchado con la funda de una sábana. Treinta y dos años más tarde, considera que la vejez no convierte en inimputable al represor.
–¿Qué nos puede contar de su hermano?
–Era profesor de Física, le gustaba la docencia y la investigación. Cuando en el ’73 vuelve Perón, él fue electo senador provincial. Militaba en una organización llamada FANE, Frente de Agrupaciones Nacionales Estudiantiles, en la que había demócratas cristianos, socialistas nacionales, radicales y peronistas como él. Nosotros nacimos de Andalgalá y veníamos de una familia radical, nos formamos con un pensamiento nacional yrigoyenista; por eso en la década del ’60 no nos costó dar el salto al peronismo.
–¿FANE era la expresión tucumana de Guardia de Hierro?
–Era su apéndice local, sí. Yo no pertenecía al FANE, pero mi hermano sí.
–Se convirtió en senador provincial siendo muy joven.
–Tenía 30 años, la edad mínima. Precisamente en su grupo apenas alcanzaban la edad. Había dos de FANE que fueron diputados con 24 años y estaba mi hermano, que tenía 30. Era alguien muy querido, con un alto grado de solidaridad social, pero también era...si se quiere, bocón. Era polémico en momentos en que había un clima enrarecido, estoy hablando del año ’75, del Operativo Independencia y de los meses siguientes.
–De cuando llegó Bussi a la provincia.
–Bussi llegó a Tucumán en diciembre del ’75, al mando de la V Brigada. Apenas asume empiezan a suceder hechos de violencia. Bombas al Colegio de Abogados, al partido radical, bombas en un automóvil, los restos de siete personas dispersados en una esquina. La prédica militar es atribuirlos a la subversión, al terrorismo. Fueron creando el clima hasta que acá en Tucumán, en el cerro San Javier, Videla el 24 de diciembre de 1975, junto a los comandantes de las otras dos armas, anuncia al país que si en 90 días no se modifica el rumbo del gobierno, las Fuerzas Armadas estarían obligadas a intervenir. A partir de ese día todos sabíamos que en marzo se iba a producir el golpe de Estado. Bueno, ese era el clima.
–¿Su hermano se enfrentó con Bussi?
–No lo conoció. Pero Guillermo formaba parte de una Comisión Investigadora del Senado que venía siguiendo al teniente coronel Antonio Arrechea, el jefe de policía, por denuncias de narcotráfico. La noche del 23 de marzo, a la vuelta de su trabajo, él y su mujer vinieron a casa. Ya se sabía del golpe, había quienes habían tomado medidas y quienes se prepararon para presentarse al día siguiente. Esa fue la discusión con mi hermano. Nosotros estábamos escuchando radio, y recuerdo que a las dos de la mañana escuchamos que fuerzas militares habían tomado San Luis. Yo quería que se llevara a la familia, buscara un lugar donde pasar la noche y al otro día se presentara, blanqueado.
–¿Que se presentara?
–Que se presentara a los militares como detenido, pero blanqueado. Esa noche se llevaron a medio gabinete del gobernador Amado Juri, y nunca más se supo de ellos. Mi hermano se fue a su casa. Cerca de las tres de la mañana me crucé a su casa por segunda vez, pero él, qué ingenuidad, me dijo que no, “no tengo nada que ocultar”. Más tarde, yo ya estaba en mi casa, sentimos ruidos, movimientos de autos, y vi desde la ventana cómo lo subían a un auto, encapuchado con la funda de una almohada. Habían llegado en tres autos a cargo de un oficial que yo creo se llama Félix González Naya, a quien también denuncié pero no ha sido convocado a declarar.
Tras el secuestro, Guillermo Vargas Aignasse fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Un día lo llevaron a su casa para que buscara carpetas de la comisión investigadora sobre la policía. Su mujer consiguió entrevistarse con Bu-ssi para pedirle por él y días más tarde una delegación militar la llevó a la cárcel de Villa Urquiza. La condujeron a una oficina desde la que se veía el patio, donde Vargas Aignasse caminaba solo. No le permitieron hablarle, sólo mirarlo. Vio que tenía marcas de la tortura.
El 6 de abril los represores fraguaron un secuestro para desaparecer al prisionero. Le dijeron que lo iban a liberar, lo subieron a un auto rumbo a su casa y en el camino lo entregaron a un grupo de tareas. Con esta parodia, trataron de instalar la idea de que había sido ajusticiado por Montoneros.
“Una idea ridícula, porque la noche del 6 de abril, cuando lo sacaron de la cárcel, Tucumán era un páramo. La ocupación militar y represiva era total, no había ninguna posibilidad de que un grupo guerrillero hiciera tal cosa”, dice Rodolfo Vargas Aignasse.
–¿Después ya no volvieron a verlo?
–No, sólo tuvimos noticias de terceros, “yo lo vi”, “lo escuché”, “se quejaba de tal cosa”. Los meses que siguieron fueron desesperantes, vivimos con una incertidumbre interminable porque el cuerpo no fue devuelto, nunca apareció.
–¿Cuándo pudo presentar la denuncia en la Justicia?
–El 6 de febrero de 1984, después del retorno de la democracia. Abrimos la causa detallando lo ocurrido.
–¿Ya lo hacían responsable a Bussi?
–No cabía otra, porque en la provincia no se movía un alfiler sin tenerlo como único y excluyente ejecutor. Yo quiero decir algo de él y de Menéndez: son dos desertores, son desertores del ideal sanmartiniano, que es el un ejército libertador, no un ejército que actúe como policía interna. Y son desertores de su condición de seres humanos.
–¿Cómo lo vio a Bussi en la audiencia? ¿Cree que se lo puede juzgar?
–Cuando lo vi pensé en Himmler, pensé en Goebbels, pensé en cómo serían ellos viejitos y no me dio ninguna compasión. Además a este señor, en esa veraz o armada situación de mala salud, se le escapó en la audiencia una actitud de absoluta lucidez y de reclamo al tribunal, sobre dos o tres frases que se le habían escapado de lo que estaba escuchando. Eso es suficiente para hacer poco creíble ese estado patético que muestra, en busca de compasión. Me parece, en ese sentido, que el otro carnicero Menéndez, tiene un poco más de dignidad al momento de asumir y enfrentar la responsabilidad por sus hechos. Pero creo que Bussi, además (no es el caso de Menéndez que sigue reivindicando sus hazañas) creo que en sus cuadros depresivos profundos no digo que haya arrepentimiento, pero sin duda hay muchos fantasmas que lo abruman.
–Usted cree que Bussi ya está viviendo su propio infierno.
–Sí, y que su cuadro tiene mucho más que ver con lo psicológico que con lo físico. Es un cuadro depresivo, son los fantasmas que se ve que no puede auyentar. Es lógico para quien cometió semejantes hechos aberrantes.
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