EL PAíS › LOS MEDICOS DICEN QUE EL REPRESOR ESTA EN CONDICIONES DE IR AL JUICIO
Según las pericias, el dictador no tiene impedimentos médicos para concurrir al proceso, que continuará hoy. Los exámenes fueron corroborados por un cardiólogo del Cuerpo Médico Forense.
› Por Laura Vales
No sólo le dijeron que tiene que volver al juicio. También apuntaron que fue innecesario que llevara a la sala de audiencias la mochila de oxígeno con la que se presentó ante el tribunal, ofreciendo un aspecto de moribundo. Los médicos declararon a Antonio Domingo Bussi en condiciones clínicas de concurrir al proceso que se le sigue por el secuestro, torturas y el asesinato del senador Guillermo Vargas Aignasse, el primer juicio oral en el que puede ser condenado. El martes pasado, la apertura del proceso judicial tuvo que ser interrumpida porque Bussi dijo sentir un fuerte dolor en el pecho. A juzgar por los exámenes médicos, fue más teatro que otra cosa.
El represor fue dado de alta por el Centro Privado de Cardiología y trasladado a la casa de uno de sus hijos, en el country de Yerba Buena, el lugar donde cumple prisión domiciliaria. Hoy será llevado de nuevo al tribunal, donde el proceso se retomará con la lectura de la acusación. No queda mucho pendiente del escrito, aproximadamente unas veinte fojas. Los defensores podrán plantear después cuestiones preliminares y se ofrecerá a los imputados –Bussi y Luciano Benjamín Menéndez, coacusado– si quieren hacer uso de la palabra.
El diagnóstico de que el ex interventor militar de Tucumán está en condiciones de afrontar el juicio fue ratificado por partida doble, según confirmó el secretario del tribunal oral, Mariano García Zavalía. El cardiólogo José David, del Cuerpo Médico Forense, llegó a la ciudad en el primer vuelo del día, y desde el aeropuerto se dirigió directamente a la clínica, donde corroboró que Bussi estaba “compensado y en condiciones clínicas de concurrir a la audiencia”. El médico detalló que los exámenes, tal como había anticipado ayer PáginaI12, “descartaron la presencia de un evento coronario agudo”. El parte del sanatorio coincidió con lo dicho por el perito del Cuerpo Médico.
En el sanatorio, David tuvo una conversación muy tensa con los hijos del militar, al término de la cual Ricardo y Luis José, los dos legisladores de Fuerza Republicana, salieron a hacer declaraciones. Luis José responsabilizó a los jueces por “lo que pueda ocurrirle” a su padre, mientras que Ricardo aseguró que “el médico cree que mi padre a los 82 años puede jugar al tenis con Nalbandian” y reclamó que en la audiencia de hoy no haya público. “En el sanatorio él está bien, pero no podemos guiarnos por eso. No es lo mismo que afrontar una situacion estresante, con gente gritándole a su alrededor.”
En realidad, en la primera jornada del juicio no hubo gritos en presencia de Bussi –los cruces fueron con sus partidarios cuando la audiencia se interrumpió–. Lo que sí hubo fueron fotos de los desaparecidos que, desde el fondo de la sala, levantaron militantes de HIJOS y de otros organismos. Visualmente resultó muy impactante, porque las últimas cuatro o cinco filas del público quedaron cubiertas por personas que se sentaron con las fotos en sus regazos, de manera que en cada silla se podía ver el retrato de un secuestrado. La presencia de las víctimas de la dictadura podía sentirse en la sala; una presencia silenciosa y fuerte.
En las calles de Tucumán, el estado del ex interventor militar (y ex gobernador en democracia) está en todas las conversaciones. Sobre todo porque se sabe que está deprimido. Hay quienes cuentan que Bussi recibió personalmente en el country notificaciones del proceso y se puso a llorar delante del oficial de justicia (“le tiene miedo al juicio”, repitieron tres entrevistados a este diario) y quien defiende al “general”, título que muchos le siguen dando, como señal de respeto a un orden jerárquico que, parece, no quieren ver morir.
La abogada Laura Figueroa, querellante en la causa sobre el centro clandestino que funcionó en el arsenal Miguel de Azcuénaga, una de las más importantes contra Bussi, expresó el temor de que el militar vaya más lejos de lo que se vio en la primera audiencia. “Creo que él va a tratar por todos los medios posibles de evitar la condena. Hay un peligro concreto, de acuerdo con las declaraciones de su propio hijo, de que se autoagreda de cualquier forma, por ejemplo no tomando la medicación. Nos quedaríamos más tranquilos si el tribunal le pone un enfermero las 24 horas al lado de él que le suministre los medicamentos que tiene que tomar, porque solamente con que deje de tomar la medicación para su cardiopatía, estaríamos ya en la puerta de lo que hoy se teme, que es que deba ser internado.”
Una de las incógnitas es si hoy Bussi va a declarar. Hay señales de que así lo haría, ya que el martes fue al juicio con un portafolios del que sacó un par de lentes y varias hojas impresas en tipografía grande, como si hubiera llevado algo preparado para leer. Ayer, sus hijos aseguraron además que quiere hablar.
Bussi y Menéndez deben responder por los cargos de violación de domicilio, privación ilegítima de la libertad, aplicación de tormentos reiterados, asociación ilícita y homicidio calificado. Su víctima, el senador provincial Guillermo Vargas Aignasse, fue secuestrado en la madrugada del 24 de marzo de 1976, cuando un grupo de encapuchados irrumpió en la casa donde Vargas Aignasse vivía con su mujer, sus cinco hijos y una joven estudiante, hija de un amigo de la familia. Lo llevaron a la Brigada de Investigaciones, donde lo torturaron durante cuatro días. El senador integraba una comisión que estaba investigando a la policía. En esos días de tortura, sus captores lo volvieron a llevar a su casa para que buscara una carpeta con información de la comisión.
Su mujer, María Angélica Cárdenas, comenzó a recorrer comisarías y despachos buscándolo. En la jefatura de policía reconoció a uno de los secuestradores por un anillo. Cárdenas fue a ver a Bussi, que le dijo que “iba a ver qué podía hacer”. Esa semana, una delegación militar fue a buscarla a su casa. La condujeron a la cárcel de Villa Urquiza para que viera a su marido. No le permitieron hablar con él, sino que la hicieron pasar a una oficina de un primer piso, que tenía una ventana que daba al patio del penal. Le indicaron que mirara abajo. Allí, en el patio, vio a Vargas Aignasse caminando, solo, con marcas de haber sido torturado.
El 6 de abril los represores montaron la escena con que solían deshacerse de los prisioneros blanqueados a disposición del Poder Ejecutivo. Dijeron que iban a liberarlo, lo subieron a un auto camino a su casa y en el trayecto lo entregaron a un grupo de tareas. Su cuerpo nunca apareció.
La versión militar fue que Vargas Aignasse había sido secuestrado por la guerrilla, que lo ajustició porque había delatado a militantes montoneros, la vieja estrategia de ensuciar a la víctima. Otra versión que hicieron circular desde el entorno de Bussi fue que se trató de un crimen pasional, una historia basada en que la mujer de Vargas Aignasse formó pareja después con un oficial del Ejército. Bussi parece dispuesto a no dejar de lado ningún recurso.
Por si hoy vuelve a decir que le duele el pecho, el cardiólogo del Cuerpo Médico Forense se quedará en Tucumán. Así lo solicitó el tribunal integrado por Carlos Jiménez Montilla, Gabriel Casas y Josefina Curi. La audiencia comenzará a las 9.30 de la mañana. Si el juicio logra arrancar, el martes comenzarían a declarar los primeros testigos.
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