Dom 24.08.2008

EL PAíS  › LOS DIAS DE ALBERTO FERNANDEZ TRAS SU SALIDA DE LA JEFATURA DE GABINETE

Una vida diferente lejos del poder

Está algo dolido con los Kirchner, pero no los critica. “Son mis amigos”, dice. Trata de seguir en la política y piensa armar una consultora de asesoramiento jurídico. Ahora prefiere los documentales históricos a los programas de noticias.

› Por Daniel Miguez

Hace exactamente un mes Alberto Fernández no sólo cesaba como jefe de Gabinete, sino que dejaba de ser uno de los hombres con más poder en la Argentina. Ahora, después de los seis años vertiginosos que pasaron desde comienzos de 2002, cuando acompañó a Néstor Kirchner en su decisión de ser candidato presidencial, trata de reorganizar su vida, de aprovechar el tiempo libre que no tuvo en todos esos años y de seguir en el mundo de la política, contrariando lo que expresaba en sus momentos de máximo agobio.

Quienes hablan con él por estos días podrán percibir que está algo dolido con Kirchner y aun un poco desconcertado por algunas decisiones en el máximo nivel que derivaron en su salida del Gobierno, pero no escucharán críticas hacia el ex presidente ni hacia la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, por quienes dice sentir un gran afecto. “Son mis amigos”, resume.

Pareciera que Fernández no quiere que queden dudas al respecto, cuando les afirma a sus interlocutores: “Yo no soy kirchnerista crítico; soy kirchnerista ortodoxo, que es el kirchnerismo que supo sintonizar ciento por ciento con la opinión pública”, dice buscando precisión en la definición y dejando latente su opinión de que ahora no se alcanza ese porcentaje. Igual, prefiere no profundizar en esto último.

Quienes lo frecuentan dicen que está visiblemente más relajado y tratando de armar una consultora que le garantice su sustento. Por estas horas está tratando de convencer a quienes fueron sus secretarias históricas (en el Banco Provincia, en la Legislatura y en la Jefatura de Gabinete) de que sigan trabajando con él en el estudio de asesoramiento jurídico que está montando.

Ese mismo relax parece mantenerlo respecto de las noticias. Durante años vivió pendiente de lo que decían los medios del Gobierno y de él. Pero quienes lo visitaron en su departamento de Puerto Madero cuentan que la tele de su living en vez de estar clavada en algún canal de noticias –como ocurría en su oficina de la Casa Rosada– suele sintonizar un canal de cable dedicado a la historia. De todos modos, está lejos de la imagen del tipo apoltronado en un sillón mirando TV.

Por ahora su teléfono sigue sonando con una frecuencia casi insoportable y la casilla de mails se le llena diariamente. Dice con satisfacción que son mensajes de apoyo y de afecto. Hasta lo llamaron Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna para saludarlo y preguntarle si necesitaba algo. Con Duhalde había mantenido un fuerte vínculo hasta aquel miércoles 29 de junio de 2005, cuando él, que tanto había trabajado para hacer una lista de unidad entre el kirchnerismo y el duhaldismo, le tuvo que comunicar que no había ninguna posibilidad de acuerdo para las elecciones legislativas de octubre. La respuesta inesperada del otro lado del teléfono –y que dejó apesadumbrado a Fernández– fue un insulto destemplado de Duhalde, quien antes sólo le había brindado un trato de respeto y cortesía, más parecido al de la llamada que recibió días atrás. Y qué decir de Lavagna, que de muy mala gana pasaba por el despacho de Fernández cuando Kirchner no podía atenderlo y lo derivaba a su jefe de Gabinete.

Más allá de la anécdota de estos dos llamados, los habituales interlocutores de Fernández son kirchneristas de distintas cepas, desde gobernadores, pasando por intendentes del conurbano del peronismo tradicional, hasta funcionarios transversales. También es requerido para tertulias con empresarios y diplomáticos extranjeros. Así, por ejemplo, fue a almorzar con el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto; se reunió con el jefe comunal de San Miguel, Joaquín De la Torre, o aceptó una invitación del gobernador Juan Manuel Urtubey para que visite Salta. En este mes también cenó o tomó café con reducidos grupos de empresarios o dio charlas para auditorios más numerosos de ejecutivos de diversas compañías organizadas por alguna fundación.

De todos modos, Fernández cuida celosamente sus movimientos para que su decisión de mantenerse en actividad no entorpezca en nada a la Presidenta ni que dé la apariencia de movidas políticas por afuera del oficialismo. “Yo ya no estoy en el Gobierno, pero sigo siendo parte de este proyecto que fundamos hace tanto tiempo con Néstor y Cristina”, suele repetir. Por esa razón abortó una cena que iba a mantener con algunos ministros y secretarios de Estado. Se lo había planteado la ministra de Salud, Graciela Ocaña, como una reunión de amigos para despedirlo por su salida del Gobierno. Pero después, según cuentan sus allegados, se fue anotando mucha más gente y Fernández creyó que eso podría desvirtuar el sentido inicial del encuentro y fastidiar a Néstor y Cristina.

Entre tantos llamados afectuosos, hay uno que Fernández espera especialmente y no termina de concretarse: el de Kirchner. En realidad, gente muy cercana a Fernández, cuenta que el ex presidente lo llamó dos veces, pero no con el terciopelo que esperaba el ex jefe de Gabinete. La primera fue el 25 de julio, el día que se despertó como ex funcionario. Kirchner lo llamó para pedirle explicaciones por el modo de su salida, renunciando a través de los medios de comunicación. Y el tono de la charla dicen que no fue bueno. El segundo llamado se produjo el 14 de agosto. Kirchner le requirió alguna información sobre datos que manejaba Fernández en la Jefatura de Gabinete. Y antes de despedirse le preguntó, ya de manera más afectuosa: “¿Cómo andás?”. Y le dijo que un día lo llamaría para sentarse a charlar. Pero según fuentes cercanas a Fernández, eso todavía no se produjo.

A Fernández le gustaría poder trabajar junto a Kirchner en su rol de secretario general del PJ, dicen en su entorno, pero cuando se restablezca el buen clima en la relación. También –afirman– espera que en esa aún lejana nueva etapa pueda hablar con Kirchner sin tapujos.

Por esos andariveles marcha hoy la vida de Alberto Fernández, que, además, mientras intercala las charlas sobre política con temáticas diversas como música y fútbol, jura que no se arrepiente del paso que dio.

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