EL PAíS › EL REPRESOR DIJO QUE HUYó CON “UNA SOGUITA” PARA VER A SU MADRE
Julián Corres fue interrogado por su fuga de la delegación policial de Bahía Blanca. Contó que huyó solo, pero se presume que hubo complicidad de policías y civiles. Para la fiscalía, su declaración “no cierra por ningún lado”.
› Por Adriana Meyer
Cinco horas y media duró el interrogatorio al que fue sometido el represor Julián “Laucha” Corres en la causa que investiga la fuga que protagonizó el 26 de julio de la delegación de la Policía Federal de Bahía Blanca, donde cumplía prisión preventiva por delitos de lesa humanidad. Dijo que se convirtió en prófugo porque pensaba que no volvería a ver a su madre, aseguró que se escapó con “una soguita” por la cochera de la dependencia policial y habló de su padrino, el empresario Héctor Lapeyrade. “Armó un cuento que no cierra por ningún lado”, dijo a PáginaI12 el fiscal general de Bahía Blanca, Hugo Cañón, al tiempo que detalló las sucesivas contradicciones en las que incurrió el represor.
El ex teniente fue trasladado desde la cárcel de Marcos Paz hasta Bahía Blanca, donde el juez federal Alcindo Alvarez Canale lo había citado como testigo. Es que no existe imputación penal para quien se fugue, salvo si ejerce violencia sobre terceros o bienes materiales, aunque sí está previsto el delito de facilitación de evasión. La sospecha del fiscal Cañón es que en la huida de Corres hubo complicidad de la fuerza que lo estaba custodiando, la Policía Federal, miembros del Ejército y civiles.
En medio de un fuerte operativo de seguridad a cargo del Servicio Penitenciario Bonaerense, el represor de 56 años –de nuevo con bigotes y sin la barba con la que fue detenido en Santa Fe, suéter celeste y jeans– llegó a las 11.10 y permaneció en el juzgado federal hasta casi las 17.
“Tomé la decisión a último momento, cuando iba al baño”, dijo Corres ante las primeras preguntas. No supo explicar la “mochilita con una muda de ropa” que llevaba. “Vi una soguita al lado de la escalera, agarré dos tramos, bajé a la cochera y salí a la calle”, explicó el represor. ¿Cómo hizo para verla si estaba oscuro?, quiso saber Cañón. “Bueno, sabía que estaba ahí porque la había visto de día”, respondió. Era la 1 de la madrugada.
Una vez en libertad, llegó hasta el hotel Austral, al lado de una estación de servicio, y llamó desde su celular a un remise. Esperó en la vereda 25 minutos y dijo que no temió que lo fueran a buscar. Por 400 pesos, aunque luego se corrigió y dijo 200, llegó a Mar del Plata.
¿De dónde sacó dinero para esos primeros movimientos? Corres afirmó que llevaba dos mil pesos en el bolsillo, pero no supo responder por qué dejó dinero en la celda. Según Cañón, esta parte del relato, como otras, no es cierta. El fiscal está convencido de que tuvo apoyo externo.
Una vez en La Feliz, dijo haber comprado un pasaje a La Plata y que lo hizo por una empresa en la que su nombre ya estaba registrado. Dijo que llegó a Constitución y paró en dos hoteles, pero que no recuerda los nombres. ¿Se comunicó con alguien?, inquirió Cañón. En principio, Corres respondió que no. Pero, cuando el fiscal le dio el dato concreto de un militar, admitió haberlo llamado. ¿El motivo de la fuga? “Sólo quería ver a mi madre, porque pensé que no la iba a ver más. No creí que me iban a detener ahí, aunque me imaginé que sólo tendría tiempo para decirle hola y chau”, declaró Corres bajo juramento.
“Es todo un relato ridículo”, calificó Cañón.
Sobre su relación con Héctor Lapeyrade, Laucha Corres negó que le haya llevado dinero, aunque reconoció que sí lo hizo su primo, Oscar Corres, que es apoderado del empresario. “Trabajé dos años con Lapeyrade, hacía de todo, mandados, recibía empresarios”, contó. El fiscal le preguntó si es su padrino, ya que el propio Lapeyrade había declarado que apadrinó al represor en su confirmación. “Le decíamos padrino por su amistad con mi padre”, explicó. ¿Le mandaba comida mientras estuvo preso? Según Corres, le hizo llegar algunos de sus vinos, pero eran para los policías.
Sobre el lugar de detención, dijo que a él lo trataban más rigurosamente que a los demás en la delegación bahiense de la Federal. No se acordaba si aquella noche había estado mirando TV, pero luego admitió que sí, y reconoció que en el piso 1º festejaron el cumpleaños del teniente coronel Miguel Angel García Moreno, el 25 de mayo, con sandwiches, empanadas, sillones y una mesa para más de 20 personas. ¿Estaba el comisario Scelsi? Corres primero dijo que “no lo conocía bien”, pero luego afirmó que “cuando pasaba el comisario eran más estrictos”. El fiscal Cañón también se interesó por sus contactos con el ex secretario general del Cuerpo V de Ejército, Jorge Roque Cocco, puesto en disponibilidad por Defensa tras admitir que asistió a Corres. El represor reconoció que iba a verlo, pero dijo que era por iniciativa propia. Cocco había dicho que lo hizo en cumplimiento de “órdenes”.
El testimonio de Corres hace agua sobre todo en comparación con el de un testigo de identidad reservada, que estaba preso junto con él. La Federal había dicho que Corres vestía un jogging al momento de la fuga, pero no fue así. La descripción que hizo ayer el represor fue idéntica a la que había dado ese testigo. Incluso, por el detalle de una marca de zapatillas no muy conocida, las mismas que ayer llevaba puestas.
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